Capitulo 20

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20 - Gracias

Megan Simonetti

—No puedo ir—Le repetí a Vanesa y Sabino.

—¿Por qué no?—Preguntaron a la vez.

—Saldré con Nathaniel—Expliqué.

—Eres una traidora, nos dejas por ese, ese... Niñato—Dijo Vanesa.

—Yo lo entiendo Megan, está buenísimo a todos nos gusta, pero no puedes cambiarnos por dos pares de ojos claros—Me riño Sabino.

—¡No son solo ojos claros okey! Son los ojos de color azul marino más lindos que verán en sus vidas—Defendí.

—Puedes por favor hacernos un lugar en tu agenda.

—Chicos de verdad, es la primera salida que podremos tener solos, tendremos todo el año para salir.

—Haces que todo sea más difícil con eso de que tienes que esconderte para follar con tu novio—Sabino se cruzó de brazos.

—¡Eres un imbécil!—Le grite tirándole un almohadón.

—Cambiando de tema ¿Saben algo de Amadeo? No me contesta los mensajes hace una semana y tampoco ha ido al instituto.

—Faltan unos días para que comiencen las vacaciones de verano, tal vez está haciendo otras cosas y por eso no te habla—Supuse.

—Yo me veré con él hoy—Explico Sabino—Le preguntaré porque no quiere hablar contigo.

—Vale, gracias.

Mí móvil comenzó a vibrar, en la pantalla se reflejo el nombre de Nate y desconfíe llevándome el aparato a la oreja.

—Hola Nate.

—Hola Megan, estoy abajo.

—¿Abajo? No sabía que llegarías tan temprano.

—¿No estás lista Sierto?

—No pero no te preocupes ya bajo.

Colgué la llamada y corrí hacia el baño para cambiarme, me peine y me puse gloss en los labios, no quería hacerlo esperar así que no tenía tiempo para nada más.

Me despedí de mis amigos que ya se iban también y salí de casa. Afuera se encontraba el coche de Nate con él dentro mirando su móvil pacientemente.

—¿Uber a nombre de Megan?—Pregunte bromeando.

—Que graciosa eres—Dijo volteando los ojos.

Me subí en el asiento del copiloto y mire a Nate con una sonrisa.

—¿A dónde iremos?—Pregunte con una sonrisa.

Parecía una niña con un juguete nuevo, no pueden culparme, salir con Nate había sido un sueño desde pequeña, mí ilusion no me la sacaba nadie.

—A un lugar especial.

—Vamos, dime—Suplique.

—A la playa.

—¿A la playa?

—No lo diga tan desilusionada Megan, te va a encantar, te lo prometo.

—Si tu lo dices.

Nate puso en marcha el coche y comenzó caminó hacía la playa.

Después de diez minutos habíamos llegado, no había nada distinto en ella, al menos yo no lo veía. Todo se me puso oscuro cuando Nate me tapo los ojos con sus manos.

—¿Que haces?—Me reí.

—Es una sorpresa.

Él me llevó guiando mis pasos, sentí como pise la arena y caminamos un poco más.
Cuándo Nate me destapó los ojos casi muero con lo que tenía frente a mí. Había una manta en la arena que estaba llena de bandejas con distintas comidas, frutas, postres, bebidas y más.

Me di la vuelta hacia Nate que me miraba ansioso.

—¿Te gusta?—Pregunto con un deje de nerviosismo en la voz.

—Me encanta Nate, muchas gracias—Sonreí.

—Recorde que cuando éramos pequeños te encantaban los pic-nics no quería olvidar las tradiciones.

Los dos nos acercamos a dónde se encontraba toda la decoración, nos sentamos mirando al mar y como el sol se ponía en el amanecer, el cielo estaba de distintos tonos de rosas y naranjas.

Nos pusimos al día con muchas cosas, hablamos de las vacaciones y cuando terminábamos las clases y bueno, Nate la universidad. Él estaba en uno de sus primeros años y yo estaba terminando la secundaria. Me sentía muy orgullosa de ello, aunque todavía me faltará medio año para terminarla.

—Tengo otra sorpresa, pero está es compartida—Comenzo Nate.

Arrugue mis cejas curiosa.

—¿A qué te refieres con eso?

—Mis padres me regalaron por mí cumpleaños cuatro boletos para ir a Maldivas en el verano, por cinco días y ya le he preguntado a tu madre si los dejaba ir a ti y a Gabriele, y encantada ha aceptado.

—¿Me lo estás diciendo enserio Nate?—Dije sin creerlo.

—Claro que si, como voy a mentirte con eso.

—Eso significa que viajaremos juntos—Me emocioné.

—Aunque iremos con...

No lo deje terminar cuando me tiré a sus brazos y le di un beso tierno en los labios.

—Gracias Nate—Sonreí.

—No tienes por qué Megan, soy yo él que tiene que agradecerte por haberme de vuelto la vida que tanto extrañaba y ahora mejorada.

Sonreímos a la vez antes de volver a juntar nuestros labios esta vez en un beso más largo y calido que el anterior.





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