CAPÍTULO 65:

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NO TENÍA EN MENTE ESTO DE ADELANTARLES CAPÍTULOS, PERO RESULTA QUE LA PRÓXIMA SEMANA NO ESTARÉ DISPONIBLE POR UN VIAJE FAMILIAR. ENTONCES DECIDÍ ADELANTARME QUE NO DEJARLAS COLGADAS EN LAS ESCENAS MAS INTERESANTES. Y PORQUE IGUAL YA VAMOS A TERMINAR Y QUIERO DEJAR LA HISTORIA LISTA ANTES DE VOLVER A ENTRAR A CLASES. DE LO CONTRARIO EL ESTUDIO ME HARÁ DEJARLAS SIN TERMINAR.

ESPERO LES GUSTE ESTE REGALITO, QUE SON 2X1

MONI EN MULTIMEDIA

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—Señorita—susurró una voz, cercana—pst, niña.

Entreabrí los ojos, sin tener idea de donde estaba y quien me hablaba.

—Niña. Despierte.

Con mucha dificultad por el dolor, me di la vuelta en el suelo, para ver de donde provenía la voz. O si era que yo había muerto ya. Y no me sorprendería realmente, dado a la cantidad de tiempo que llevaba allí en la oscuridad, entre la conciencia e inconsciencia, mareada, sin comer ni beber nada. Los golpes en todo el cuerpo me dolieron casi hasta la agonía. Y con eso, y la visión de una mujer anciana que sujetaba en brazos a Noah, me di cuenta de que no había muerto. Y que seguía en cautiverio por culpa de Adolfo.

Me senté de golpe.

—¿Quién es usted?—vociferé— ¡¿Y Noah?! Mi bebé

Ella me mandó a callar con el índice en los labios, y después se cercioró que no venía nadie, a través de la puerta entornada.

—No hagas ruido. Esto que estoy haciendo ni debería pasarse por mi cabeza.

Se acercó más a mi, y con cuidado, puso al pequeño en mis brazos.

—Noah—lo estreché contra mi pecho— ¿Dónde te han tenido todo este tiempo?—la mujer, que tenía dos trenzas grises, larguísimas, volvió a mirar a la puerta.

—No ha dejado de llorar desde que me lo entregaron, entonces algo me dijo que te necesitaba a ti. Pero no puedo quedarme mucho.

Le besé los cabellos, sintiendo aún su aroma a bebé, de la loción que fuera mi guardaespaldas a comprarle una vez.

—¿Quién es usted? Y dónde estamos.

El pequeño recostó la cabecita contra mi pecho. Los dolores que antes sentía, se me desvanecieron un poco, de solo poder ver al bebé, y encontrar una cara amigable en mi encierro.

—Estamos en una casa y bodega a las afueras de Nueva York. Muy lejos de la carretera. Tomaría por lo menos unas horas llegar al camino. Yo soy la madre de Abigail.

—¿La mujer morena que me secuestró en el baño?—asintió aunque de manera muy reticente—necesito salir de aquí. Por favor tiene que ayudarme—ella negó—ese hombre que me tiene aquí encerrada, quiere matarme. Es mi ex marido. No puede dejarme aquí con el.

—No puedo ayudarte. Ni siquiera debería estar aquí. Si mi hija o uno de sus secuaces me ven con el niño, me matarán.

—Por favor—le supliqué.

Volvió a negar, y realmente amedrentada.

Probablemente la habían metido en esto a la fuerza, amenazándola. Y no me sorprendería que a su hija también, a pesar de que se viera tan comprometida con su trabajo de secuestrarme y golpearme. Por miedo a la muerte, las personas podían hasta aceptar hacer cosas horribles. Recordé todo el martirio que había padecido en manos de Adolfo en México. Se me revolvió el estómago. Sin contar el que tal vez sufriría aquí, ahora.

—¿Cómo te llamas?—le pregunté.

Y el solo hecho de hablar, hizo que mi rostro entero doliera.

Ella volvió a negar, reacia a dar esa información.

SUITE 405 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora