21° No te atrevas

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Lianys

Llego a la mansión alrededor de las siete de la noche, mi padre se ofreció a traerme y por supuesto no pasaría la oferta. Las luces de la sala están apagadas, no hay ni un solo ruido en la cocina, los soldados solo se hallan en la entrada de la propiedad, pero aquí adentro, no hay ni un alma. Dejo la carpeta en la mesa junto a un jarrón de rosas blancas. A medida que voy caminando mis zapatos van haciendo ecos en la estancia, ingreso en uno de los tantos pasillos y escucho sonidos provenientes de la piscina techada. Me encamino hacia allá con cautela y me encuentro con el Boss nadando de un lado hacia otro.

Sus bíceps se marcan más de la cuenta a medida que ejerce fuerza para nadar. Su espalda bien definida al igual que sus piernas, me recuesto del marco de la puerta mordiéndome un dedo absorta y embelesada por el cuerpo de mi marido.

Él levanta la cabeza jadeando, pasa sus manos por el cabello provocando que gotas caigan por todo su rostro. Fija su vista en mí y me sonríe con picardía, ya que sus iris volvieron a ser ese azul del océano Pacífico que tanto me gusta. Me dirijo hacia él, me quito la ropa y los zapatos quedando en ropa interior, me siento en la orilla de la piscina haciendo que él nade a donde me encuentro. Se mete entre mis piernas besando mis muslos produciendo un escalofrío en mí de una manera sobrenatural, la temperatura del agua es tibia. Kaem me carga y me mete adentro abrazando su cuello y enrollando mis piernas en su cadera.

Me agarra por el culo quedando nuestras caras muy cercanas.

Le sonrío con ternura y complicidad, me llena de alegría tener un bebé con sus mismos ojos azules y con el cabello negro. Un niño... igual a su padre. Sé que lo que se viene sobre mí es muy grande y fuerte que en cualquier momento esa bola de nieve que se ha ido acumulando, venga y me caiga encima dejándome sin la posibilidad de poderme levantar nuevamente; sin embargo, el saber que voy a ser madre hace que mi corazón se llene de regocijo y eso, nadie me lo podrá quitar, ni el mismo Boss.

— ¿Me extrañaste? — pregunta besando mi mentón — Te noto muy risueña.

— Me dejaste por más de veinticuatro horas, ojiazul. Te dejaste manipular por mucho tiempo...

— Estoy cansado de batallar con lo mismo, pistacho. Son años que han hecho que mi cabeza llegue a un punto donde no pueda ni con mi vida, te juro que hice el intento de no dejarte con ese desarmado, pero perdí la batalla.

Coloco mi dedo sobre sus labios para que se calle, beso sus labios y sonrío.

— Lo importante es que ahora estás aquí conmigo, compartiendo conmigo.

— Y así será siempre, Lianys, volveré a ti aun cuando la corriente me lleve por el lado contrario. — me regala una sonrisa ladeada — ¿Dónde estuviste todo el día?

— Fuí al hospital... — noto como se tensa —, relájate, solo fuí por rutina con la ginecóloga. — miento con descaro — También me inscribí en la universidad para iniciar con las clases y pasé el resto de la tarde compartiendo con mi padre.

Él asiente un poco más tranquilo por la vaga explicación que le he dado.

De un momento a otro, recorre la piel de mi busto con la lengua, continúa con la clavícula hasta llegar a mi barbilla y luego mis labios. Concierno cada beso que el Boss me proporciona, acepto que ingrese su lengua a mi boca. Estoy empezando a notar que cada vez que Damon toma el control de su cabeza y Kaem vuelve en sí, busca la manera de que borrar todas las huellas que él dejó en mí, aunque en ciencia cierta son las mismas, pero mi esposo no lo ve así y yo, como la mujer que está batallando con sus peleas internas reconozco que esa parte perturbada del ojiazul, me está atrapando bastante.

Kaem: Perversión En La BratvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora