¿Es por ser mujer?. En mi adolescencia, era muy tímida. Realmente si querían tener una conversación conmigo debías sacarme las palabras. Siempre fui una persona de observar, además que sentía que las personas. A mi parecer, eran de otro planeta.
Había una chica en el curso, muy popular. Era mayor, había empezado a estudiar un poco después de lo habitual. Parecía que tenía bien claro lo que debía hacer. Así que era fácil, manipular a la manada.
En una ocasión llegué y vi que mi banca era diferente; solía pasar que cuando los conserjes limpiaban el aula cambiaban el orden de las bancas. No sabía que ella tenía bien identificada la que usaba. Pero tuve la mala fortuna de estar sentada en ella. Desde entonces sentí que me mentí en su territorio.
Karen era su nombre, la favorita de los profesores y de los chicos. Se ganaba tanto adeptos, como enemigos. Como burla del destino, también era prima de Aníbal, ella manipulaba a muchas personas, y fue la causante del bullying que sufrí en aquella época.
Había una chica que me llamaba por sobrenombres y no me dejaba salir a receso. Era tan extraño para mí, - ¿Qué le hice?-me repetía en mi cabeza, mientras me quedaba sola en el aula. Años después supe que Karen le pedía que me moleste.No solo lo hizo con ella, sino que también en conjunto.
Un día me llegó el periodo y se manchó mi falda. Yo era la única que no se había dado cuenta de aquello. Todos mis compañeros callaron; esto por orden de la jefa.
Sorprendentemente Ana, fue la única que se acercó y me compartió un elemento femenino. -Es muy amable, parece ser el fin. No creo que me diga molestando- pensé. ¡Pues no mi ciela, al parecer yo era su juguete preferido!
Ana era muy distinta a mi, ella decía y hacia lo que decía. A diferencia de mi, yo tenía temor de mencionar lo que pensaba. Hasta qué...en una ocasión ya bastante cansada de su acoso. ¡Exploté, recurriendo a la violencia!.
- ¡Suéltame!- gritaba Ana, empuñando con fuerza mi cabello.
- ¡Solo te soltaré si tú me sueltas!- le dije mientras clavaba mis uñas en sus brazos.Después de este episodio, nunca más volvió a molestarme.
Lamentablemente este método no funcionaría con todos mis acosadores, la fórmula solo pude usarla una sola vez.
Era el tipo mayor que me seguía camino al colegio.
-Buenos días hermosa, ¿La acompaño?- pronunciaba con morbo. Y otras cosas que no lograba identificar. Pero por su tono de voz, sonaban asquerosas.Trataba de ignorarlo, porque este hombre no sabía el problema en que se metería si mi padre se enteraba de lo que hacía. Así, aguanté por mucho tiempo. ¡Pero un día ya no pude más!.
-Deja de molestarme, viejo rabo verde- le dije a gran voz.
Y solo entonces las personas que ya llevaban tiempo presenciando su acoso y haciendo oídos sordos. Reaccionaron gritándole al tipo -¡No la molestes!-Me gustaría decir que aquí acabó todo, pero...
¡No! Él continuó, así que al fin tuve que recurrir a mi padre. Con temor de que le diera una paliza, no tuve más opción que esa. Ese tipo no estaba dispuesto a parar.
Hay otras cuantas historias más de acoso que me si me avergüenzan.
Sucede que había un vecinito, muy molestoso por cierto. !Ese mal educado! Era mucho menor que yo, de baja estatura en consecuencia; pero aún así lograba intimidarme. Incitado por lo adultos, que estúpidamente le hicieron creer que yo era su novia. Este niño se atrevía a tocarme el trasero en la calle, y aprovecharse de mis descuidos para besarme. Me da vergüenza, permitir que eso pasara. Yo pensaba que si no me metía con nadie, no habría ningún motivo para ser molestada. No quería ser como mi papá, que en en una discusión en vez de argumentos; usaba golpes e insultos.
Y así habían otros, en el colegio. Existieron tres que usaron el mismo método como si a ellos se les fuese secretamente revelado que funcionaría conmigo. Consistía en lo siguiente: Paso uno, robarme un cuaderno. Paso dos, decirme que solo me lo devolvería si le daba un beso. En dos ocasiones les funcionó. Ya cansada de luchar, con el deseo de terminar el asunto. Cedí al petitorio.
No tienen idea de como me hicieron sentir; parece ser un acto insignificante para ellos. no se imaginan cuanto me lastimaron. La sonrisa en sus rostros de victoria, era la señal de mi derrota.
Me di cuenta que estaba sola, no había príncipe azul que viniera a defender a esta damisela en apuro. Solo me tenía a mi misma; así que tuve que aprender a defenderme. Ahora entiendes porqué tengo este complejo de superhéroe. No puedo tolerar el abuso, y menos si éste no puede defenderse. Cargo con una voz fuerte en mi pecho que me dice: ¡Habla, no te calles!
Desde entonces esa voz me motivaría a no callar el abuso más grande que presenciaba, pero eso te contaré más adelante...
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Elizabeth
De TodoÉsta es mi propia historia, tan real que te identificaras con ella. Nunca había abierto tanto mi corazón como lo hago aquí.