Anhelando un cambio en mi vida. Empecé a leer la biblia, no faltar a ninguna reunión de la iglesia. Por más cansada que estuviera, yo amaba estar allí. Tenía tanta hambre por aprender sobre él. El camino no fue fácil, me di cuenta de que la iglesia no era perfecta. Entre los jóvenes existían sus grupitos, se criticaban demasiado y no eran de buen ejemplo. Aún así, existieron personas que fueron como ungüento para mi alma herida.
Recuerdo que tanta era mi pasión por las cosas que iba aprendiendo que antes de ir a los cultos dominicales, yo iba a compartirle mis anotaciones a mi amiga Genny, la del colegio.
Tenía mi devocional, oraba todas las noches. Todo el tiempo estaba buscando la presencia de Dios. Y no había nada más hermoso que eso. Pero así de intenso empezaron las luchas y las tentaciones.
Había bajado mucho de peso, y llegaron muchos galanes a mi alrededor. Yo había hecho un pacto con Dios de al menos pasar dos años sin tener una relación. Recuerden que desde muy joven, iba de relación en relación. Quería dedicar el tiempo para Dios, para mí misma.
Pero aunque aparentemente cumplía esta promesa, hubieron muchos chicos que pudieron echar esto abajo. En la universidad el chico que me gustaba, al fin me prestó atención, luego me cambié al horario de la noche y también había alguien que se había fijado en mi.
En mi trabajo, mi jefe casado también me molestaba. Ni contar la cantidad de chicos que me escribían. Era genial la atención que recibía por ese lado, pero ¡caramba!. Justo cuando intentaba cambiar. Que difícil fue todo esto.
Llegó el tiempo del campamento de la iglesia, no tenía dinero. Me prestaron, pero también hice algo incorrecto. Tomé prestado dinero del curso para ir. Sé que lo repuse, pero ahora reconozco que no estuvo bien. Esto pasó en el feriado de carnaval del 2013.
Para ese tiempo me había llamado la atención el pianista de la iglesia, se me hacía muy guapo, talentoso y era tan diferente a quienes había conocido antes. Pero rápidamente retenía mis sentimientos porque sabía que él jamás se fijaría en mi. Además que acababa de terminar una relación de tres años, y dudaba que quisiera empezar algo con alguien más y menos si sabía el tipo de persona que era yo. Desistí el sueño.
En el campamento, no la pasé muy bien porque me pasó algo, que ahora que sé es muy común entre las chicas. Me enfermé del estómago porque me daba vergüenza ir al baño en las cabañas. Pasaríamos cinco días allí. Vomité la primera noche, y el siguiente día me sentía muy mal. Menos mal mi consejera se dio cuenta y me recomendó usar un baño en los exteriores. (Este dato me funcionó para la dos veces que en el futuro fue consejera).
Aunque trataba de disfrutar todo, dentro de mi aún me sentía acomplejada. Fue genial conocer a una chica muy simpática que además cantaba y canta en la actualidad muy hermoso.
El pianista empezó a salir con una chica, así que mis esperanzas fueron enterradas totalmente. En un tiempo social, un chico con acento serrano (ya había mencionado que tengo una debilidad por el mismo), se me acerca, y hace un chiste. Se me hizo muy guapo, me pareció interesante. Tenía un look rockero, era músico y recién entonces me fijé que tocaba. Porque hasta hace poco mi mirada solo estaba en el pianista.
El nombre que le daremos será, Nick. Al terminar el campamento, le escribí y como ambos hacíamos deberes en la madrugada, nos hacíamos compañía y poco a poco nos hicimos más cercanos. Las videollamadas por Skype no faltaron y los mensajes de día y de noche.
A medida en que lo conocía me interesaba mucho más, era la primera vez que estaba sintiendo algo tan bonito y sano.
Hablábamos mucho de nuestras vidas pasadas, el no me juzgaba. Me daba muchos consejos. Hablábamos mucho de la biblia. Yo estaba soñada. Nunca había experimentado una amistad tan sana, aunque él me gustaba. Yo siempre traté de ocultarlo. Y así pasamos un largo tiempo.
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Elizabeth
RandomÉsta es mi propia historia, tan real que te identificaras con ella. Nunca había abierto tanto mi corazón como lo hago aquí.