La tía Rita

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Quizá sí es verdad lo que dijo ayer Ainhoa; pese a su rectitud, puedo notar su voluntad de ser más cercana conmigo, algo que ni se plantea con el resto de la plantilla. Y aunque hay que fijarse mucho para apreciarlo, ahora puedo verlo.

No es la primera vez que la pillo mirándome, a mí, y no analizando la comida que preparo y me gusta demasiado esa sensación.

Ayer cuando llegué a casa me encontré con varios mensajes de Paolo y pese al sentimiento de culpabilidad que me acompaña, soy incapaz de hacerle frente ahora mismo. Tengo demasiadas cosas que aclarar en mi cabeza antes de poder darle una explicación a él.

—Chicas, muy buen trabajo —nos felicita la chef y posando una mano en mi hombro de forma despreocupada, continúa—. Ya sólo quedan dos días para acabar el reportaje, vamos a por todas.

Se despide de nosotras con una sonrisa y se marcha caminando con elegancia. Mientras Ruth empieza a recogerlo todo, yo sigo algo ensimismada con la mirada clavada en su espalda y para mi sorpresa, antes de desaparecer del todo de la cocina, se gira y levanta una mano diciéndome adiós. Quizá a ella también le ha sabido a poco nuestra interacción.

Ayudo a mi compañera a guardar los utensilios que quedan y a limpiar, antes de ir al vestuario a cambiarme. Al coger el móvil del bolso veo un whatsapp de Marta.

«Prima, pásate por el estudio,
estamos acabando una cosa aquí
y picaremos unos pinchos.»

¡Qué poco me apetece esa propuesta!

      «Uf, qué palo. Paso,
estoy agotada.»

«Tu chef favorita está con nosotras.»

«Voy.»

«Sabía que eso no iba a fallar ;)»

Supongo que deben estar gestionando algo de las fotografías, pero mi tía tiene demasiado peligro, sin quererlo. Cojo el metro y después de cuatro paradas interminables, consigo llegar al estudio de mi prima.

La verdad que es un espacio precioso. En la sala diáfana todavía se pueden ver las fotografías de la última exposición que hizo. Me dirijo hacia su despacho, en el fondo, donde se escuchan voces y risas. Pues parece que se lo están pasando en grande.

—Hola Luz, cariño —me saluda mi tía con un abrazo—, ¿cómo ha ido hoy el día?

—Largo —suelto exagerada, dejándome caer en la primera silla que encuentro.

—Ainhoa, no estarás siendo muy dura con la niña, ¿verdad?

Y esa intervención hace que quiera desaparecer de la sala porque sigue tratándome igual que cuando era cría y eso, frente a ella, me avergüenza más todavía.

—Sólo lo necesario —contesta educada.

Me había propuesto no mirarla demasiado. Mi tía es muy astuta y yo muy obvia cuando está presente, pero ese comentario me obliga a enfrentar su mirada. Me sorprende ver una sonrisa divertida enmarcando su rostro. Aún va con la chaquetilla blanca, pero la lleva totalmente desabrochada, dejando entrever una camiseta de tirantes negra. ¿Todo le tiene que sentar tan bien a esta mujer?

Choque de trenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora