Capitulo 5; Campanas de la iglesia.

8 1 0
                                    

Yacía en el suelo, con sangre brotando ferozmente de su cuello y su mano. El encapuchado, con algo de dificultad, comenzaría a levantarse, mostrando que desde sus heridas comenzaba a brotar un denso y extraño líquido oscuro que le empezaría cicatrizar los cortes.

Una vez que se hubo reincorporado, sintió cómo las heridas de su cuello y de su mano fueron cerrándose hasta estar completamente selladas, impidiendo el paso de la sangre. Sin embargo, aún cuando se hubo curado de los cortes, el encapuchado sintió una extraña sensación de intenso ardor proveniente de su mano. Al observarla notó que, en el espacio que había entre sus dedos, habían aparecieron unas delgadas líneas amarillas.

Al percatarse de aquellas líneas irregulares en su mano, el joven miró fijamente aquellas marcas con una mezcla de ira y frustración, al mismo tiempo que cerraba su puño con fuerza y observaba cómo las lineas amarillas comenzaban a desaparecer.

*maldición* — pensó el encapuchado mirándose su propia mano, dejando de sentir aquella sensación de ardor extremo al tiempo que aquellas líneas amarillas iban desapareciendo de su piel — *esa flecha tenía veneno, ese mal nacido ha de haber contratado a un asesino para ayudarle a escapar*.

El encapuchado, rápidamente, se dio media vuelta e intento perseguir su presa, sin embargo, antes de que pudiera dar un solo paso más, su camino se vería interrumpido por el repentino impacto de otras tres flechas contra sus piernas, lo que terminó provocando que sus rodillas temblaran de dolor y se comenzara a escurrir delgadas líneas sangre por encima de la ropa.

Girando, bruscamente, su mirada hacia la misma dirección en donde le pareció que se habían disparado aquellas flechas. El encapuchado lograría visualizar, vagamente, el tenue brillo del metal posando sobre la cima de un costado de las murallas que resguardaban el castillo.

Pero debido a que tenía ambas piernas inmovilizadas por las flechas envenenadas que habían sido incrustadas en sus muslos y pantorrillas, el encapuchado no tardaría en sentir aquella sensación de extremo dolor, la cual sería rápidamente acompañada por una de intenso ardor. Sensaciones que se comenzarían a propagar por el resto de su cuerpo, haciendo que se le fuera imposible moverse de allí. Pero, a pesar de estar sintiendo todo ese insoportable dolor, esto no le sería ningún impedimento para poder concentrarse en escuchar aquel sonido de un objeto volando a alta velocidad por los aires.

Llevándose su mano al mango de su espada. El encapuchado desenvainó su arma y de un solo tajo lograría cortar tres flechas que volaban en dirección de su cabeza. Sin embargo, a pesar de haber cortado esas flechas, otras dos lograron impactar contra su dorso y su hombro izquierdo. Haciendo que el dolor que el dolor en su cuerpo aumentara drásticamente.

Apretando con los dientes por el intenso dolor que le provocaba el veneno y con una mirada llena de rabia, la cual se distinguía vagamente por el brillo de la luna sobre su rostro, el encapuchado se retiraría inmediatamente ambas flechas que se le habían incrustado. Al terminar de hacerlo, saldrían dos chorros de sangre de su torso, no obstante, a pesar del dolor, el encapuchado sujetaría con ambas manos su espada y se pondría en guardia, preparándose para recibir el siguiente ataque.

Estando de pie frente al borde de las murallas, se encontraba un hombre envuelto por una túnica oscura, sujetando una ballesta modificada con el fin de multiplicar los disparos, entre sus manos.

— Je, eres bastante resistente — comento el tirador observando al encapuchado desde la distancia — Es bastante impresionante que puedas soportar esa cantidad de veneno y todavía sigas con vida. No me cabe ninguna duda de que eres uno de esos famosos asesinos. Je, una vez que te mate, le tendré que cobrar extra a ese noble por todo el veneno que he tenido que utilizar en ti.

Sangrienta Venganza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora