XXVI: Nuevos Amigos

13 2 0
                                    


Después del desayuno Zeth ensilló su caballo junto con Murat mientras Samira levantaba su ropa de los tendederos, y Samir fue a buscarla para que le ayude con algunos temas que Mohamed le había dado para estudiar así no se retrase con sus estudios.

Samira no quería dejar de estar cerca de Zeth, pero sabía que el se estaba preparando para llevar suministros con Murat a donde estaban los camellos. Así que termino de recoger sus cosas y se fue con su hermano a la biblioteca. Llegada la hora del almuerzo, Zeth llegó cuando todos ya habían comenzado, por lo que no tuvo tiempo de cambiarse y se notaba que había sudado un poco, y solo había lavado sus manos y cara. Samira se sorprendió de si misma que aquello no le resultase desagradable, si no al contrario, y recordó lo que sus amigas siempre hablaban que los hombres se ven mas sexys y varoniles cuando están sudados, en ese momento le pareció asqueroso, pero ahora que había encontrado a un hombre que le gustaba, podía entender a que se referían. También recordó su beso con su compañero de clases, el cuál no fue desagradable, pero tampoco la había dejado "con ganas de más" o "sintiendo mariposas en su estómago". En la mesa todos hablaban y ella miró a su lado a Zeth que respondía algo a su padre y deseó saber cómo se sentiría un beso de aquellos labios, su barba no cubría sus labios, siempre la mantenía de un largo justo. A su compañero Josh no le crecía la barba como a Zeth.

-Samira, querida, ¿no te gusta la comida? - le preguntó su madre.

- ¿Cómo? ¿A mí? - contestó ella como despertando de un sueño.

-Si, a ti te hablo ¿No tienes hambre? -

-Si, la comida esta deliciosa, como siempre...-

-Entonces come, no has probado bocado-

-Esta distraída hoy mamá, no sé en donde tendrá su cabecita, pero me ha costado hacerla que me explique los textos que no entendía...- dijo su hermano Samir.

-No tengo la culpa de que tengas la cabeza hueca y no entiendas a la primera...- se defendió riendo Samira.

Zeth la miró con algo de sorpresa, pues era una contestación a la defensiva que no había visto antes en ella.

-Esta bien, es justo... Es aquí donde entramos en la línea roja, cuñado, si continúo se abrirá fuego, pero si me detengo, todo estará bien. - explicó Samir con tono académico.

Samira lo miró fulminantemente para que se callara lo que provocó una media sonrisa de Zeth, pero no dijo nada.

-Samir... es suficiente por hoy, deja de molestar a tu hermana y termina tu comida...- le advirtió Mohamed.

Samira tampoco dijo nada, pero admitía para si misma que su hermano tenía razón, no podía dejar de pensar en Zeth, sus pensamientos giraban al rededor de él todo el tiempo, no lo podía controlar. ¿Acaso esto era parte de enamorarse de alguien? ¿Se debía sentir así? O solo era una obsesión porque técnicamente era su prometido. ¿Por qué Zeth decía en el desayuno que no le iba a ser fácil conseguir su perdón si el la hacía enojar? ¿Acaso pensaba que ella no podía llegar a quererlo? Otra vez, estaba divagando...

De repente el almuerzo había terminado muy rápido para Samira.

-Voy a cambiarme y te aviso para llevarte a lo de Farah...- le dijo Zeth, mientras se alejaba por uno de los pasillos hacia sus habitaciones.

-De acuerdo...- contestó ella.

Y Samira corrió a su habitación a prepararse.

Al cabo de un rato, llamaron a su puerta y ella sin hacerse esperar abrió. Claro que era Zeth, se había dado un baño y olía muy bien, se había puesto otras ropas, llevaba un shemagh un poco mas voluminoso que en la mañana.

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora