XXVII: Pesadillas

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Aquella noche fue una cena tranquila sin la familia de Zahid y todos se fueron a sus habitaciones temprano.

Más tarde en medio de la noche Zeth volvía a despertar sobresaltado y empapado en sudor...

- ¡Rayos! - apretó sus puños...

De nuevo en sus sueños, se veía envuelto en esas imágenes de horror, de nuevo el no llegaba a tiempo para salvar a su padre...

Salió al balcón a tomar aire fresco y al cabo de unos minutos la puerta de Samira se abrió...

Su pálida figura envuelta en una bata clara de liviana tela se asomó a verlo. Tenía cara de dormida, pero a Zeth le pareció muy hermosa a la luz de las estrellas y con su cabello suelto.

Ella caminó descalza restregándose los ojos y se sentó a su lado...

- ¿Tampoco puedes dormir? - le preguntó ella con dulzura.

-No- contestó él.

La noche era fresca y Samira se estremeció un poco. Pero quería estar allí, con Zeth, hacerle compañía mientras disfrutaba de la brisa fresca. Por lo que se quedó allí en silencio.

Zeth miraba al horizonte, con sus ojos grises pensativo. Tenía también el cabello suelto y tirado para un costado. A Samira le gustaba mucho como le quedaba así.

-Gracias por llevarme hoy...- dijo Samira.

Zeth solo asintió con la cabeza.

-Me hicieron reír mucho... Farah es muy agradable y es muy bonita su casa...-

Zeth volvió a asentir... no decía nada.

Samira sin prisa dejó que pase un rato mas y que el silencio la haga sentir mas cómoda, mas en confianza y miró las estrellas y luego el horizonte que miraba Zeth. Era tan bonito observar todo eso a su lado...

-Todos dicen que no debemos preocuparnos por mañana, pero la verdad... es que... estoy aterrada...- confesó ella tímidamente.

Zeth la miró un poco sorprendido, vio sus pies y manos aún vendados y como llenándose de valor tomo aire...

- ¿Hubieras preferido ir con las sacerdotisas? - le preguntó el con voz seria pero tenue.

Samira lo miró, no podía leer su expresión.

- ¿Lo dices por lo que intenté huir aquel día? ... - preguntó ella tapando sus vendajes con las mangas de su bata. Zeth no dijo nada... - No - contestó ella con seguridad. Luego se encogió en el asiento y abrazó sus piernas. - A mi solo me asusta todo esto... No quiero que les pase nada a mis padres y hermano. - dijo ella mirando al suelo.

-Entonces, no te preocupes. Tú y tu familia estarán juntos...- dijo él muy serio.

-Gracias... ¿y- y tú?... quieres casarte con... - preguntó tímidamente Samira.

-Lo que yo quiera, no tiene importancia... - la interrumpió él.

-...Pero... a mi si me importa...-

-No cambiaría nada... -

Samira lo miró hundiendo su cara entre sus rodillas y se animó a murmurar.

-Para mi, eso... lo cambiaría todo... -

Zeth la volvió a mirar, ella se veía tan pequeña e indefensa, tan vulnerable. Quería preguntarle porqué le importaba tanto si él quería casarse con ella o no, de todos modos, el era su única opción. Pero no quería obligarla a hablar sobre eso... Pero ella, tomó valor para seguir hablando e hizo que el interrumpiera sus pensamientos.

-...Yo... me sentía acorralada, no entendía que la situación era mas complicada que un simple capricho de mis padres... Como niña tonta, ignoraba tantas cosas. No quería huir, nunca quise huir de ti... pensé que sin mi, mi familia tendría un problema menos... - Samira necesitaba explicarle aquello a Zeth, necesitaba que deje de pensar que debía convencerla para casarse con él, pero le estaba costando bastante y sus ojos comenzaban a humedecerse - Y de repente... tu llegaste... me salvaste de una muerte horrible a la que yo misma me expuse sin saber, y me mantienes cerca de mi familia... yo... no quiero ser una carga para nadie... quisiera poder decirte que si no te agrado, no gastes tu única oportunidad de casarte conmigo, pero... si lo hago... yo... y mis padres... lo siento...- Samira comenzaba a llorar sin consuelo.

Zeth la miraba profundamente conmovido. Aun no se habían casado y ella ya lloraba a su lado... Ella se acurrucó en su brazo buscando cobijo. Y el no encontraba palabras, se quedó en silencio como si escogiera las palabras para ella...

-No tienes la culpa de nada Samira... No llores...- El le recogió una lágrima de su mejilla como el día anterior. -No te preocupes, no te separaran de tu familia... yo... lo prometo. - le dijo Zeth sintiendo como ella comenzaba a temblar, por lo que, dudando un poco, le paso el brazo por su espalda para darle un poco mas de calor. -... No eres una carga Samira... si te sirve de consuelo, ...yo ... nunca pensé si quiera... en casarme... con nadie... y... también siento mucho, que no puedas casarte con alguien a quien tú elijas... -

La voz de Zeth grave y sombría, pero con un tinte compresivo, hacia que Samira se sienta mejor, aun así, se refugiaba en el cobijo de su brazo, porque la noche estaba fresca y al animarse a hablar, se sentía terriblemente vulnerable, y los brazos de Zeth, una vez más le daban seguridad...

-...Me gustaría que nos hubiéramos conocido de otra forma...- le dijo entre sollozos provocando una media sonrisa en Zeth.

El también hubiera querido conocerla en otras circunstancias, pero no dijo nada...

Zeth se quedó allí quieto, abrigando a Samira que parecía un pajarito indefenso. No podía dejarla sola, no podía negarse a darle su protección... Hacía días que planeaba ser más frío con ella, evitar que sus sentimientos crezcan hacia el, pero en cuanto la veía, toda su voluntad se hacía añicos y debía concentrarse con todas sus energías en reprimir esos impulsos de tomarla en sus brazos, de acariciar su cabello y de besar sus labios. Agradecía al universo entero que en aquella posición no podía ver sus labios y tentarse con ellos. Tenerla cerca, lo hacía sentir mas fuerte, pero también el mas idiota, tosco y estúpido del mundo, le costaba entender todo eso, lo enojaba no poder ser coherente con lo que se proponía, pero ella era tan suave, tan fresca y pura que por alguna razón Zeth no podía alejarse, o simplemente evitarla.

Después de un rato que Samira ya había dejado de llorar. Zeth creyó prudente que se vaya acostar, ya que la noche refrescaba bastante.

-Será mejor que...- pero Zeth se detuvo, Samira se había dormido apoyada en su pecho bajo el resguardo de su brazo.

No quiso despertarla, así que con mucho cuidado tomó en brazos y la llevo a su habitación, la arropó bien y se fue a la suya.

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora