Extra 8: Detrás de escena

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Había algo peligroso en la voz de Herstal cuando ordenó brevemente: "Desnúdate".

Este capitulo fue escrito por @Aspirin y tiene lugar a mitad de 'Debajo del árbol'.

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"En su mayor parte, tu razón reprime tus deseos..."

Hizo una pausa por un momento mientras la comisura de su boca se cernió sobre los labios del otro hombre.

"Y en ciertas circunstancias como esta, detesto tu cordura".

Puede que Herstal dejara escapar un suave suspiro, pero en general alargó la mano, con los dedos enredados en las puntas del pelo del otro hombre, y presionó a Albariño contra sus labios.

Al esperó, en silencio, sintiendo la libido tiránica hincharse en el aire, como si una bestia olfateara el aire furiosamente bajo la fría piel de Herstal. Se preparó: para ser pellizcado y mordido, para ser devorado, para ser maltratado y torturado. Atenea voló desde el cráneo aplastado, Afrodita se levantó de la espuma sanguinolenta de su falo, y ahora su Psique, seducida por la carne y la sangre, estaba a punto de acudir a él desde el mármol solidificado. Si así era como se veía Dios, si así era como se veía la belleza, todo merecía la pena. Y en ese sentido era difícil decir si Herstal estaba loco o si Albariño estaba aun más loco en ese momento.

Albariño vio a Herstal fruncir levemente el ceño, mostrando una mirada vacilante y molesta, como si estuviera enfrentando un montón de misterios demasiado complicados y no supiera por dónde empezar. Tiró bruscamente del cabello de Al, alejando sus suaves labios y su cálido aliento de él.

"¿Qué?" Manteniendo aún la máscara de una sonrisa significativa, Albariño se inclinó hacia atrás en respuesta a la fuerza de Herstal y lo miró, mientras bajaba los brazos para extender su pecho lleno, elástico, color caramelo y reluciente. "¿No te gusta?... Oh, te encanta". dijo Albariño con comprensión. Sus manos treparon por las rodillas de Herstal como arañas rojizas un poco más arriba, donde la tela ya no mantenía muy bien su forma plana.

El hierro había caído en la chimenea, y el minúsculo trozo de metal se fue calentando poco a poco hasta adquirir un color rojo y brillante, y finalmente dorado. Herstal lo miró fijamente y algo más horrible se asomó detrás de esos ojos azules. Por fin habló con cautela y lentitud, y Albariño vio el color de las cerezas trituradas en el lóbulo de su oreja: "...Quiero algo más".

"¿Hmm?" Al emitió un pequeño sonido nasal pretencioso. Herstal se levantó abruptamente del sillón mientras Al todavía estaba arrodillado frente a él aparentemente dócilmente, con los dedos agarrando sus pantalones y su mejilla casi presionada contra el hueso de su entrepierna. Desde su elevada postura, Herstal alzó la mano y rozó uno a uno los esponjosos y sedosos rizos de Al mientras decía lentamente: "Los dueños de esclavos usarán esto para marcar a los perros desobedientes".

"Oh". Los ojos de Al brillaron con una sonrisa prometedora. "Tengo un nuevo aprecio por tu teatralidad, pianista".

Herstal soltó una mueca de impaciencia y alargó la mano para acariciar la mejilla de Albariño. Al ahogó una risita en la palma de la mano, presumiblemente inventando algún tipo de chiste sobre perversión sexual en su mente. Herstal lo observó con frialdad y, finalmente, antes de que se le agotara la paciencia, sintió un ambiguo barrido de carne cálida, húmeda y suave sobre la palma de la mano... Al le había lamido la palma.

"Haz lo que quieras", dijo Albariño, con los ojos verdes parpadeando como fuegos fantasmales epilépticos frente a Herstal, "sólo tienes que pedirlo". Se detuvo un momento, como si buscara una frase adecuada para la escena, y finalmente dijo ambiguamente: "Mi señor".

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