4

477 32 0
                                    


Si no quería que mis padres se presentaran en la puerta de mi casa y acabaran con mi intento de rebelión, tenía claro que pasara lo que pasara no debía utilizar la tarjetas de crédito; habrían tardado menos de una hora en conseguir toda la información del banco sobre cualquier tipo de transacción. Tampoco quería usarlo; no quería nada que estuviera relacionado con ellos. Así que hasta que Liessen me diera mi primer sueldo tendría que apañármelas con el dinero que tenía en efectivo. Nada de muebles hasta fin de mes, pero sí que podía permitirme un vestido bonito y cómodo.

El problema era que no encontraba ninguna que cumpliera esas dos características y Kaiden pasaría a buscarme a las nueve.

¡Venga ya! Era la primera vez que me compraba mi propia ropa, ¿vale? Quería que fuera especial.

Volví a salir del probador y agarré unos cuantos vestidos más ante la atenta mirada de la dependienta. Uno beige, otro rosa palo y el último verde claro. Me probé los tres y los tres me parecieron horribles. Salí del probador y le di la ropa a la dependienta antes de volver a la caza.

—Oiga, no cree que...

—¿Que toda la ropa de esta tienda está mal hecha?

—No, me refería a que...

—¿A que hay un fallo en el patronaje?

—Creo que igual...

—¿Igual no hay un vestido para mí? ¿Debería ir a otra tienda?

—Sé ha quejado del color de todos los vestidos que ha cogido, pero sigue eligiendo siempre la misma paleta de colores. Creo que... ha dicho algo sobre una fiesta, en una discoteca, ¿no? Pero está cogiendo vestidos largos y más sobrios, para eventos o galas. ¿Qué edad tiene?

—Diecinueve.

—Pruebe con algo más radical, salga de su zona de confort.

Me detuve en seco, con varios vestidos en colores nude en las manos. Joder. Estaba eligiendo ropa que a mi madre le gustaría.

No que a mí me gustara. No estaba pensando en mí, si no en ella. Por muy lejos que estuviera, sus ideas seguían en mi cabeza, esposadas en mi mente.

¿Y tiene que venir una desconocida a decírtelo?

Pues sí; ¿algún problema?

Asentí con la cabeza, sonriendo, y le di los vestidos que llevaba a la chica —había recogido tantos que ya apenas se le veía la cabeza—. Me alejé de la sección en la que había estado dando vueltas todo el tiempo y fui a otro pasillo.

¿Así se sintió la primera persona que pisó la luna?

—Veamos... —dijo la chica, dejando caer toda la ropa sobre una mesa— en las fiestas suele hacer calor, así que necesitará algo corto. ¿Qué colores le gustan?

—El amarillo, pero con el pelo rubio parecería un calippo de limón e imaginarme como un calippo gigante me da risa.

—¿Rojo?

Oh, a mamá le parecía un color vulgar que solo se usaba para seducir a hombres. Lo odiaba.

—Sí, busquemos algo de ese color.

Sacó tres de entre las perchas, los tres del mismo color rojo intenso y me los pasó para que entrara en los probadores. El primero tenía un escote recto y la falda ajustaba terminaba por encima de las rodillas, tenía unos tirantes finos. Me quedaba francamente... bien, pero me sentía como un embutido. Pasé al siguiente, también era ajustado, con la falda un poco más corta, sin tirantes y con el mismo escote que con el anterior. Incluso tenía una especie de fruncido a los laterales que marcaban aún más mi silueta. Nunca había usado algo así y me encantaba. También me lleve unos zapatos negros de plataforma.

Fueron los noventa dólares mejor gastados de mi vida y creo que escuché a la dependienta dándole las gracias a Dios cuando salí de la tienda.

A Bad Badboy || EN CORRECCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora