EL ECLIPSE DE LAS ROSAS

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Hacían una pausa entre baile y baile, el corset le ajustaba demasiado el estómago y tenía la garganta seca. La hora era larga y el cansancio empezaba a hacerse notar.
– Señorita Dubois, déjeme invitarla bebida, por favor – propuso el señor Farrell –. Qué baile más espléndido. Por cierto, qué collar más bonito que lleva.
– Muchas gracias, señor Farrell. Era de mi madre, la astronomía era uno de sus pasatiempos favoritos –el collar representaba una pequeña luna–. Veo que a usted también le interesa, lleva un pequeño Saturno de plata en la parte izquierda del sombrero.
– Bien visto, señorita...
– Louane, Louane Dubois. Usted debe ser el señor Yue, un placer conocer al famoso astrónomo de China.
– Muchas gracias, el placer es mío. Así pues, ¿le interesa el tema universal?
La astronomía fue su punto en común, la pareja siguió hablando hasta terminar la noche. Quedaron incluso con las ganas de seguir discutiendo aquella intensa conversación sobre la luna y sus fases.
No más de una semana que en señor Yue y la señorita Louane dieron conocimiento al baile y ya se cruzaron cerca más de tres veces en la tienda de astronomía. Terminó siendo una rutina de casualidades provocadas. Comprar una pequeña figura del sol; un libro sobre el calendario lunar... eran pretextos para hablar unos pocos  minutos. Ese día, el señor Yue estaba más contento de lo habitual, Louane estaba curiosamente interesada: – La felicidad se hace notar en usted esta mañana señor Yue, ¿cuál es la noticia?
- Mis padres me han enviado un telescopio por mi cumpleaños, esta misma noche lo probaré -hizo una pausa, pensativo- hablando de ello, he pensado si le gustaría acompañarme, ¿le gustaría?
El carro se detuvo frente a la gran casa blanca, la pareja salió con la caja de regalo y la dejaron en la larga mesa. Entonces se pusieron a juntar las piezas para crear ese magnífico telescopio.
Ya era de noche y podían probar ese maravilloso invento. – Mire, aqui puede ver a Saturno, aqui la Osa Mayor -decía Yue, apasionado- y si se fija, puede ver a la Menor...
– Hoy el cielo está majestuoso, ¿no encuentra? -interrumpió ella, admirada por el plano estelar de aquella noche- Quiero decir, siempre lo está pero, hoy especialmente, las estrellas lucen más, quizá sea porque es su cumpleaños.
– O porque estoy con usted.
Un beso los necesitó para darse cuenta del sentimiento que transmitía ese beso, más tarde acabaron fundiéndose en un abrazo.
Era tarde, se despertaron acurrucados en el sofá, en ver la hora la señorita Louane se dio cuenta que debió haber partido hacía una hora y media. Se calzó rápidamente y salió a toda prisa de la casa, detrás de ella le seguía Yue que cerraba la puerta mientras se ponía el abrigo.
Hacía un día espléndido con un sol de primavera y las flores empezaban a florecer, el aroma a buen tiempo recorría las anchas calles del pueblo y las floristerías estaban rellenas de gente. El pueblo era feliz, la señora Louane se dirigió al parque más cercano a dar una vuelta, Allí estaba ella, con un libro entre los dedos y un pequeño bolso colgando del hombro, los pájaros hacían los coros  y las risas hacían la escena perfecta. El señor Yue apareció por la derecha con una sonrisa de lado a lado, cuando estuvo más cerca, le preguntó qué novela estaba leyendo, pero a la mujer parecía interesarle otro asunto.
– ¿Has escuchado la nueva noticia que corre por las calles? -el hombre quedó sorprendido con esa pregunta espontánea- Dicen que el eclipse se dará en dos semanas.
Yue propuso ir a verlo, sería como una cita, sería su primera cita romántica para iniciar abiertamente su relación, pero siempre con gafas para los ojos y cuidado. La pareja pasaba tiempo junta mientras hablaban de todas las noticias universo (literalmente). Eran tan cercanos que sus padres cenaron en el restaurante más caro del pueblo. Incluso se plantearon la idea de la boda. La relación iba de encanto, todos eran felices. Pero la felicidad no dura para siempre. El mayordomo salió deprisa al jardín: – Doctor Farrell, debe partir hoy antes de las seis. Tiene un paciente en la otra punta del país, es una operación de vida o muerte, acabamos de recibir la noticia. En ese momento las sonrisas desaparecieron.
– ¿Cuánto tiempo va a durar este viaje? -dijo Yue poniéndose el abrigo.
– Aproximadamente dos semanas, señor.
La mujer se levantó preocupada. – ¡Yue! ¡Pero eso significa que no podremos ver juntos el eclipse! -dijo Louane, estaba a punto de llorar- Prometiste que lo veríamos juntos.
– De eclipses hay más, de vidas sólo una. Disculpame, Louane.
La mujer le miraba mientras él partía lejos. Estaba triste, decepcionada, incluso sintió un poco de rabia. Le acababan de romper su sueño, ver ese fenómeno con la persona que compartía el mismo interés astronómico y por la que sentía mariposas en el estómago cada vez que se miraban. Al fin y al cabo, ya no podía hacer nada, era su deber de ayudar a sus pacientes.
La señora Dubois ya prácticamente no tenía esperanzas en él, puede ser al fin y al fin sólo fue un "amor de primavera".
El cielo se oscureció y Louane se puso las gafas, de repente recordó todos los momentos donde la pareja estaba junta y pasaban buenos momentos, pero lentamente se acercó una sombra de gran altura con un sombrero y un pequeño Saturno de plata pegado a la parte izquierda, se escondía la mano detrás de la espalda. - Te dije que lo veríamos juntos -Yue enseñó lo que tenía escondido en la espalda- perdóname todos los disgustos, acepta este ramo de rosas azules en perdón.
La mujer se levantó y lo besó intensamente, y en aquel vacío descampado llovió, pero no agua sino pétalos de rosa azul. Caían como nieve, nadie sabía de dónde salía entonces la pareja se dirigió al pueblo donde la gente se reía y era feliz como nunca.
Fue el día más gozoso de aquella pareja y, quién sabe, si el amor de tu vida te regala un ramo de flores azules un día de eclipse, ¿podrían caer pétalos de rosa?

El Eclipse De Las Rosas (versión en castellano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora