Esta historia comienza con un niño pálido y enfermizo llorando frente al féretro de su padre. Su familia poseía una próspera fábrica de armas y había acumulado una modesta riqueza. A la edad de 7 años, este joven ateniense quedó huérfano y al cuidado de sus dos tíos quienes dilapidaron toda su fortuna. El niño además de tener una salud muy frágil ahora vivía atormentado y angustiado viendo cómo se sumía en la pobreza y el descuido. De un plumazo había perdido a su familia, su casa, su fortuna y quizá por esto desarrolló una persistente tartamudez. Sufría burlas constantes en la escuela tanto por su aspecto físico, sus ropas hechas harapos y su problema para hablar. Sin embargo, eso no impidió que tuviera un sueño: quería ser orador y político. Aunque en la Grecia de esos tiempos, año 377 a.C., toda la actividad política, filosófica, jurídica y ciudadana descansaba en el uso de la palabra.
Su primer discurso fue un fracaso. A causa del tartamudeo se cuenta que alguien del público le gritó que le faltaba aire en los pulmones y que ese aire parecía que lo tenía en el cerebro. Curioso insulto que hizo que nuestro joven orador abandonara el lugar con lágrimas en los ojos. Sin embargo, esto no lo desanimó. Logró sobreponerse a las duras críticas, burlas y condiciones adversas y tomó acción. Durante mucho tiempo se encerró en su habitación a estudiar a los más grandes oradores que existieron hasta ese tiempo. Se rapó la cabeza para obligarse a no salir. En ese tiempo, tener la cabeza rapada era signo de gran deshonra. Se cuenta que ponía piedras en su boca y un cuchillo entre los dientes para poder vocalizar mejor. También se cuenta que salía temprano a la mañana a gritar con todas sus fuerzas para mejorar el volumen de su voz y mejorar la recuperación del aire en los pulmones.
Así fue que, a partir de su segundo discurso, nadie jamás iba a poder olvidar el nombre de Demóstenes, el mejor orador de la historia de la humanidad. Sus discursos eran ovacionados por la multitud y pronto, no solo recuperó, sino que multiplicó la fortuna que le había sido arrebatada, fue el más importante abogado de su tiempo y un político sobresaliente.
¿Cómo es que un muchacho débil, frágil, y tartamudo consiguió convertirse en el orador más influyente de su época? Demóstenes no dejó que el mundo lo convenza de que no podía hacerlo. Cuando le preguntaron cuál era la clave de su éxito dijo simplemente: tomar acción ¿Cuántas veces nuestros alumnos se dejan reprobar y lanzan cómodos la frase "no estudié profe, no importa"? Sí importa, es muy importante. Usted no debe permitir esa actitud, divida el trabajo en partes, otorgue otra bibliografía, haga lo que le parezca, pero sobre todas las cosas aliente a sus estudiantes a nunca rendirse y a jamás decir "no importa"; prohíba que se resignen a reprobar, oblíguelos a tomar acción. Aliéntelos siempre a progresar. Recuerde que esa actitud es una suspensión y una expresión de su estado de ánimo. Cuando alguien esta decaído dice "no importa", "si me echan no me importa", "si me desaprueban no me importa". La indiferencia hacia uno mismo es el primer paso hacia la autodestrucción. Ese estudiante al que no le interesan sus calificaciones, pronto dejará de preocuparse por sí mismo, por su salud mental o física. En el peor de los casos recurrirá al alcohol u otras sustancias en una espiral de autodestrucción.
¿Exagero? Cuando uno tiene un problema habrá dos tipos de personas a su alrededor. Uno que le dirá "no te preocupes, salí, despejate", "vamos a tomar algo, tenés que disfrutar de la vida..." Otro le dirá "el problema ya está, vamos a resolverlo"; "¿Cómo te gustaría salir de esto?, ¿qué podés hacer y cómo te puedo ayudar?", "pensemos juntos una solución". Es de desear que usted adopte la actitud de la segunda persona. Es que sus estudiantes muchas veces pueden ser propensos a los excesos y las exageraciones. Hay personas que maximizan y minimizan todas las cosas. Igual que los adolescentes. Se los puede escuchar diciendo "nunca voy a aprobar", "siempre me va a ir mal" o "nunca voy a tener novia". Así también, en ese estado de debilidad, quienes quieren lucrar con esa inestabilidad emocional e indecisión, pueden empujar a sus estudiantes a tomar malas decisiones del tipo "no le digas a tu mamá si total no le importa", "tomá, probá y te vas a sentir bien" e inclusive "Dejá de estudiar si nada va a cambiar". Este tipo de personas es la presa predilecta de quienes tienen malas intenciones. Hace muchos años, Terencio, un escritor romano, dijo "Cuando el ánimo está en suspenso, un ligero impulso lo hace inclinarse acá o allá". Usted será ese docente que, con un ligero impulso, logrará que sus estudiantes alcancen el éxito y la plenitud. Si no lo cree todavía, ya va siendo tiempo de que empiece a creerlo.
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El libro de oro del Docente ¡Conviértase en un docente extraordinario!
غير روائي¿Te has preguntado alguna vez cómo mantener la atención de tus alumnos o qué hacer cuando parece que nadie valora tu esfuerzo como docente? Usted no está solo. En este libro, lo invito a un viaje donde no solo encontrará respuestas a esas preguntas...