Cuando Estamos Solos

9. Una velada inolvidable

- ¿Por qué tenemos que estar aquí dos horas antes del desfile? – Se quejó Bakugou, haciéndose paso junto a Todoroki entre la multitud.

- Hay más eventos además del desfile. – Contestó el bicolor inmutable, mientras veía a su alrededor.

La universidad estaba celebrando su festival de otoño en las distintas áreas libres en las que las carpas eran concurridas tanto por los noveles como los veteranos estudiantes cuyo entusiasmo exudaba de sus poros como polen en plena primavera. Situación que tenía al rubio en extenuante incomodidad.

Detestaba cuando era abordado en la jungla universitaria por alguna novata para pedirle indicaciones, solo para que esto no terminara siendo más que una treta para invitarlo a salir.

Porque sí, pese a su carácter arisco, de alguna forma, la reputación de Bakugou como estudiante estrella en las distintas disciplinas en las que desempeñaba, especialmente natación, había atraído la atención de más de un género, lo que lo convirtió involuntariamente en casi una celebridad en todo el campus, aún más tras haber llevado al equipo de natación a las nacionales, por lo que su presencia nunca pasaba desapercibida, a la par de susurros y suspiros a su paso.

El chico había desarrollado un cuerpo bien torneado que con frecuencia era admirado por las de nuevo ingreso que demostraron un súbito interés en natación.

Al principio no podía serles más indiferente, sin embargo, su destacable presencia no pudo pasar desapercibida por mucho tiempo, y eso era algo casi palpable mientras caminaba junto a su mejor amigo entre la multitud, siendo presa de chicas que ya ni si quiera disimulaban tomarle fotos, pues los flashes no eran tan fáciles de obviar.

- ¿Y quién te dijo que yo quería estar en otros eventos? – Volvió a increpar el testarudo.

- Katsuki. – El bicolor se volteó hacia él para darle una manzana acaramelada que en algún momento de su caminata su acompañante debió comprar. – No nos hará daño cambiar un poco nuestra rutina. – El chico le sonrió amablemente, y si el ojo rubí era débil a algo, era a esos ojos heterocromáticos.

Tomó la manzana a regañadientes y sustituyó sus quejas con el sonido crocante del caramelo y la manzana en su boca.

Ambos chicos siguieron visitando otros escaparates, llamando la atención de más de uno pues, la pareja de amigos era bien conocida en el campus.

Siendo Todoroki un apellido bien conocido en el país, el chico indiscutiblemente atrajo miradas, pero fue su personalidad serena y su fama de extraordinario tutor que resaltó más allá del renombre de su ascendencia.

El bicolor era todo un dotado en la compresión de letras y literatura, por lo que con frecuencia sus ensayos eran mostrados como la pauta a seguir para un prominente desempeño.

No obstante, limitar el interés en el chico a su mero desempeño académico sería la más mezquina de las afirmaciones pues, su aire angelical, su porte amable y sofisticado, su trato caballeroso y su voz siempre cordial, tenía a todos los que coincidían con él encantados, siendo por más de seis meses consecutivos el tutor estrella, solo sucedido porque, producto de sus prácticas, tuvo que cesar sus actividades extracurriculares para emplear todo su tiempo libre en la reinterpretación de una novela del siglo XIX, que sería su proyecto de tesis.

A su vez, su innegable cercanía con el más temperamental del campus era algo que levantaba miradas y suspiros de curiosos que no entendían como personajes tan opuestos se complementaban tan bien.

El rubio siempre parecía verse más indulgente con el bicolor, relajando a su vez su habitual ceño fruncido cuando se les veía juntos, e incluso esbozando discretas sonrisas que siempre solían ser el espejo de una sonrisa más grande en su interlocutor quien, solo en compañía del más arisco, sonreía plácidamente, hasta el punto de las carcajadas en ocasiones.