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Diez años después

Cuatro largos días pasaron desde que la familia real Velteri partieron de su reino camino hacia el palacio del rey Filemón, para comprometer a su hija Adelaida con uno de los príncipes.

El viaje fue largo, pero al fin, después de tanto tiempo, estaban llegando a su destino. Los reyes estaban emocionados ante la perspectiva del futuro que ellos tenían, en el que veían a su hija mayor como reina. La princesa estaba aliviada de que estuvieran llegando. Sin duda, el trayecto que había desde su hogar hasta donde estaban ahora mismo, era bastante extendido.

Ahora solo quería descansar.

En ese momento sonaron unas trompetas anunciando su llegada.

__¡Abran paso!¡Ha llegado la familia real!__ Grita un soldado.

Adelaida lo escucha. Los caballos se detuvieron y seguido de eso oyó cómo sus padres bajaban del su carruaje. Ella miró por su ventana y vio a sus padres saludando alegres a quienes serían pronto sus suegros.

Nerviosa, se acomodó el cabello, para que no notaran que estaba algo desalineada por el viaje, y trató de desarrugar su vestido lo más que pudo, mientras su dama de compañía le ponía un poco de maquillaje en el rostro para que no vieran su cansancio.

__Tranquila, mi lady. Todo saldrá bien__Habla Mara.

Ella suspiró tratando de calmarse.

__Tienes razón, todo estará bien. No debo preocuparme.

Un soldado toca la puerta del carruaje levemente, pidiendo permiso para abrir. Tras recibir la respuesta de la princesa, abre la puerta y la ayuda a bajar a ella y a su dama.

Hace una reverencia.

__Bienvenida, alteza.

Adelaida le devuelve el saludo y se dirige hacia donde están sus padres. Camina firme y derecha, mostrando seguridad a pesar de tener mil dudas en su cabeza que no la dejaban en paz.

Los reyes la observan caminar hacia ellos. Ya no es la niña que conocieron años atrás, ahora se ha convertido en una bella mujer, inteligente y talentosa.

Una futura reina.

Su cabello era castaño claro, casi rubio. Ojos verdes y labios carnosos. Toda una belleza digna de ser pintada en cuadro.

De pronto, una duda invadió la cabeza de los reyes ¿con quién se casaría la princesa? Habían dos príncipes, a ambos les correspondía el reino, pero solo uno debía ser el rey. Por una parte Jastbael fue hijo del difunto rey Arsenio, quien murio poco después de haber tenido a su heredero. Sin embargo, Filemón se casó con la reina Saturna y ocupó el lugar de su hermano y meses después nació Joaquín, hijo del actual rey.

Ellos eran primos, pero también hermanos. Ambos eran príncipes. Ambos, herederos.

¿De quién sería la corona?

Sin querer preocuparse más por el futuro, Filemón saluda a Adelaida con cortesía. Ya habría tiempo para ocuparse de ese tema.

__Es un placer volver a verla, princesa.

__El placer es mío, su majestad__ Hace una reverencia.

Después de tanto tiempo, Filemón seguía manteniendo su figura intimidante. A pesar de ser amable con ella, aún le seguía teniendo cierto temor. Por otro lado, Saturna, sigue conservando su belleza, a pesar de los años que lleva encima. Según rumores que oyó, la reina fue motivo de varios enfrentamientos entre los nobles, en el pasado, cuando estaba soltera. Pero su padre había decidido casarla con el príncipe.

IMPERIO [Todo vale en el amor y en la guerra]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora