Las tardes en el castillo eran un refugio para los secretos y los susurros de los corazones inquietos. Isabella se encontraba en su alcoba, mirando pensativa por la ventana mientras la luz del atardecer bañaba su habitación con una suave luminosidad. La tensión en su interior era palpable, las emociones que la habían estado atormentando parecían buscar una vía de escape.
La voz de Victoria, suave y cautivadora, se filtró en la habitación desde el pasillo.
– Isabella...
Isabella se giró, encontrándose con Victoria parada en la entrada de su alcoba, su figura iluminada por la luz de la luna. Una mezcla de sorpresa y emoción cruzó el rostro de Isabella al verla allí.
– Victoria, ¿qué haces aquí?– preguntó en un susurro, su corazón latiendo con fuerza.
Victoria sonrió con picardía.
– Vine a ofrecerte una escapada, una velada en el jardín. ¿Te gustaría?
La propuesta de Victoria despertó una chispa de emoción en Isabella. La idea de un encuentro secreto bajo las estrellas era tentadora y peligrosamente emocionante.
– ¿En el jardín real?
Victoria asintió con entusiasmo.
– Sí, un lugar bastante secreto. ¿No te parece?
Isabella sintió un cosquilleo en el estómago ante la perspectiva. Las implicaciones de lo que Victoria estaba sugiriendo eran enorme, pero era una propuesta demasiado tentadora para resistirse.
– ¿Qué propones, Victoria? – murmuró Isabella, su voz ligeramente temblorosa.
Victoria se acercó a Isabella, su mirada intensa y cautivadora.
– Propongo que nos veamos en secreto, en las noches. Un lugar donde podamos ser solo nosotras, sin miedos ni restricciones.
Isabella se encontró incapaz de apartar la mirada de los ojos de Victoria. La idea de tener encuentros secretos bajo la misteriosa luz de la luna la llenaba de emoción y nerviosismo al mismo tiempo. Pero sabía que era peligroso, que desafiaba las convenciones y las expectativas de su posición y su matrimonio.
– Victoria, esto es peligroso. – susurró Isabella, luchando contra la tentación que la envolvía.
Victoria tomó suavemente las manos de Isabella entre las suyas, sus ojos llenos de sinceridad.
– Lo sé, Isabella. Pero también es lo que ambas deseamos, ¿verdad? No podemos negar lo que sentimos.
Isabella sintió su resistencia desmoronarse ante las palabras de Victoria. Sabía que no podía luchar contra la verdad de sus sentimientos, contra la intensidad de la conexión que compartían. Asintió lentamente, su voz apenas un susurro.
– Sí, es lo que deseamos.
Victoria sonrió con ternura y acarició suavemente las mejillas de Isabella.
– Entonces, ¿aceptas mi propuesta? ¿Te veré en el jardín esta noche?
Isabella se mordió el labio inferior, sus emociones en conflicto. Pero finalmente asintió, una determinación resuelta en sus ojos.
– Sí, nos veremos en el jardín.
La sonrisa de Victoria se ensanchó y acercó sus labios a los de Isabella en un beso rápido pero suave.
– Hasta esta noche, Isabella.
La noche llegó con su manto de oscuridad, envolviendo el castillo en su abrazo. Isabella se deslizó silenciosamente por los pasillos, su corazón latiendo con una mezcla de emoción y nerviosismo. Finalmente llegó al jardín real, donde las sombras de las flores y los árboles parecían danzar al compás de su corazón acelerado.Allí estaba Victoria, esperándola con una sonrisa cálida. La princesa se acercó a Isabella y tomó su mano suavemente, sus dedos entrelazándose en un gesto de complicidad y conexión.
– Estamos haciendo algo arriesgado, ¿verdad? – murmuró Isabella, sus ojos encontrando los de Victoria.
Victoria asintió, su mirada intensa.
– Sí, pero a veces, las cosas más hermosas y divertidas también son las más arriesgadas.
Isabella se encontró perdiéndose en los ojos de Victoria, en el brillo de la luna que reflejaba en ellos. La tensión entre ellas era palpable, una mezcla de anhelo y anticipación. Cada encuentro secreto se convertía en un pequeño acto de rebeldía contra las convenciones que las rodeaban. Victoria tomó una profunda inspiración y sonrió con dulzura.
– Hoy te traje aquí para una velada nocturna bajo las estrellas. ¿Te parece apropiado?
Isabella asintió con una sonrisa tímida.
– Es perfecto.
Las dos se adentraron en el jardín, encontrando un rincón donde la luz de la luna se filtraba a través de las hojas de los árboles. Se sentaron juntas en un banco de piedra, sus manos aún entrelazadas.
– ¿Crees que esto está mal? – preguntó Isabella en voz baja, mirando hacia el cielo estrellado.
Victoria suspiró suavemente.
– Creo que lo que sentimos es real, Isabella. Y no puedo negar que estar contigo me hace sentir viva, me llena de una forma que nunca imaginé.
Isabella sintió una mezcla de emoción y miedo en su pecho.
– Pero nuestra sociedad, nuestra posición...
Victoria apretó suavemente la mano de Isabella.
– Sé lo que enfrentamos, lo entiendo. Pero también sé que no puedo dejar de luchar por lo que quiero.
Isabella miró a Victoria con admiración y ternura.
– Eres valiente, princesa rebelde.
Dijo Isabella ofreciéndole una sonrisa divertida.
Victoria soltó una pequeña carcajada y le dedicó una sonrisa suave.
– Y tú también lo eres, princesa mimada. No estás sola en esto.
Victoria se acercó al rostro de Isabella dando un suave pero profundo beso en sus labios. Las palabras de Victoria resonaron en el corazón de Isabella, llenándola de una sensación de calidez y seguridad. Aunque sabía que el camino que habían elegido estaba lleno de desafíos, también sabía que no estaba sola.
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Coronas entrelazadas
Romance"Coronas Entrelazadas" es una cautivadora novela que nos sumerge en un mundo medieval lleno de intrigas, pasiones prohibidas y valientes luchas por el amor y la libertad. Ambientada en un reino donde los deberes y las convenciones sociales gobiernan...