La noche se cernía sobre la ciudad mientras Laura se encontraba en su departamento, la luz suave de una lámpara creando un halo de intimidad. Se sentía atrapada en una tormenta de pensamientos, sus dudas y deseos chocando en su mente como olas turbulentas.
Laura cerró los ojos, suspirando profundamente mientras luchaba por comprender el torbellino emocional que la consumía. Cada recuerdo del desconocido en la cafetería se entrelazaba con sus pensamientos sobre David, creando un nudo intrincado de confusión.
-¿Qué estoy haciendo?
Se preguntó, sus pensamientos enredados en una telaraña de incertidumbre. Aunque sabía que estaba traicionando a David solo con pensar en ese hombre, no podía negar el tirón magnético que sentía hacia él. Cada palabra compartida resonaba en su mente, haciéndola sentir viva de una manera que no había sentido en años.
Laura se levantó y caminó hacia la ventana, observando las luces de la ciudad. La brisa que se filtraba por la ventana le acarició la piel, recordándole la sensación del viento en la cafetería cuando se encontró con aquellos ojos oscuros y penetrantes.
Mientras se apoyaba contra el marco de la ventana, su mente se llenó de imágenes y fragmentos de conversación.
-Es como si me entendiera en una forma que nadie más ha hecho, pensó con un suspiro. Pero incluso mientras reconocía la conexión que sentía con el desconocido, el peso de su matrimonio pesaba sobre ella como una losa.
El rostro de David se superpuso en su mente, su sonrisa cálida y la manera en que la apoyaba en cada paso del camino. Se sentía atrapada en un vórtice de emociones opuestas, cada una jalándola en una dirección diferente.
La voz de su madre resonó en su cabeza, recordándole las promesas que había hecho el día de su boda. En las buenas y en las malas, se repitió. Pero, ¿qué significaba realmente eso? ¿Era posible que una conversación con un desconocido pudiera poner en peligro todo lo que había construido con David?
Laura apretó los puños, sintiendo el aguijón de la culpa mezclado con la necesidad de comprender sus propios deseos. Cerró los ojos y se permitió imaginar un camino alternativo, uno donde exploraba el misterio del desconocido. La idea era aterradora y emocionante a la vez.
Finalmente, con un suspiro resignado, Laura se alejó de la ventana y se dirigió hacia la habitación donde David dormía. Mientras se deslizaba en la cama junto a él, no pudo evitar preguntarse si había cruzado una línea que no podría volver a cruzar.
Los rayos del sol filtrándose por la ventana despertaron a Laura de su agitado sueño. A su lado, David yacía pacíficamente, ajeno al conflicto interno que consumía a su esposa. Laura lo observó en silencio, su corazón lleno de un amor que era tan real como sus dudas.
David era un hombre que irradiaba bondad y dedicación. Siempre había estado allí para ella, apoyándola en cada paso del camino. Recordó cómo la había sostenido en los momentos difíciles, su risa contagiosa que alejaba las preocupaciones y la forma en que la miraba con admiración sincera. Él era el pilar de estabilidad que había necesitado en su vida.
Sin embargo, los recuerdos del desconocido en la cafetería también se mantenían firmemente arraigados en su mente. Cada palabra que habían compartido parecía cincelada en su memoria. Era como si el misterioso hombre hubiera visto a través de su fachada y la hubiera entendido en un nivel profundo y perturbador.
Laura se deslizó suavemente fuera de la cama, intentando no perturbar el sueño de David. Se vistió en silencio y se dirigió a la sala de estar. En la mesita de centro, encontró una foto de su boda. En la imagen, ella y David irradiaban felicidad y esperanza. Era la imagen de un amor que una vez parecía impenetrable.
Tomó la foto entre sus manos, sintiendo el peso de sus decisiones en cada uno de los píxeles. La sonrisa de David parecía atestiguar su compromiso, su amor incondicional. Pero el rostro del hombre de la cafetería parecía entrelazarse con sus pensamientos, despertando una necesidad que Laura no sabía cómo manejar.
Mientras la duda persistía en su mente, Laura escuchó los suaves ronquidos de David desde la habitación. Cerró los ojos y la voz de su madre volvió a resonar en su mente, una frase que había compartido durante la planificación de la boda: "El amor es un compromiso, pero también es una elección."
Finalmente, Laura dejó la foto en su lugar y se dirigió al baño. Mientras el agua de la ducha caía sobre ella, cerró los ojos y se permitió sentir el calor y la tranquilidad que proporcionaba.
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Espejos Rotos
No FicciónEn el umbral de un matrimonio lleno de esperanza, Laura y David, dos almas unidas por promesas y sueños, inician un viaje que los llevará a las profundidades más oscuras del alma humana. Con una vida modesta y un amor que parecía inquebrantable, pla...