🖤 '...𝗯𝗮𝗯𝘆 𝗜 𝘄𝗮𝗻𝗻𝗮

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—¿Y?

Kageyama se quedó quieto. Sus ojos azules sólo podían examinar al ser humano frente a él con la respiración cortada, casi como si él fuese una especie de elixir de la vida que se la devolvería en un santiamén.

El bullicio incrementó, los pasos de los estudiantes se hacían cada vez más ruidosos, los tonos de voz, las risas y los quejidos por algún examen desaprobado.

Sólo era capaz de morderse el labio. ¿Qué más podía hacer? Si tenía frente a él a nadie más que Hinata Shoyo: su compañero de clases de literatura. Aunque lo más jodido del asunto no era eso, sino las palabras que había pronunciado atropelladamente antes de darse cuenta y el sudor que comenzó a correrle tortuosamente por la nuca debido a ello.

Bebé...

—No me llames así. —el contrario mostró indiferencia, mirando hacia su casillero de forma fija mientras ordenaba sus libros para la siguiente clase.

Tobio sólo pudo suspirar y se recostó contra los casilleros, cruzado de brazos. Joder, esa actitud dura lo ponía tanto. Lo observó detenidamente, repasando sus cabellos alborotados y anaranjados, las gafas que caían por el puente de su nariz, sus labios rojizos y apretados en un gesto de seriedad, su nariz, el cuello que deseaba morder hasta cansarse, sus ojos avellanos.

Después le escaneó todo el cuerpo en un movimiento rápido, pasando por su ropa, la cual consistía en una camiseta blanca de cuello y encima un suéter café oscuro; unos pantalones negros y ajustados, los cuales resaltaban su pomposo trasero, y unas botas del mismo color.

Maldita sea.

—¿Por qué, no te gusta?

El mayor resopló, cerrando los ojos por un momento en una muestra de poca paciencia.

—¿Qué mierda quieres, Tobio?

Wow.

El ojiazul expandió sus ojos con sorpresa y luego sonrió divertido. Le gustaba. Dios, estaba loco. Así demostrara su actitud dominante y poco interesada, sabía que en el fondo debía tener un punto débil.

«Escucha, me pareces muy lindo».

Aquellas palabras habían salido de su boca minutos atrás, sin darse cuenta. Hinata ni siquiera se giró a verlo, sino que simplemente había fruncido sus cejas y se había limitado a responder: ¿Y? Ni un gracias, ni un: quiero salir contigo. ¿Así eran los chicos hoy en día?

—Tengo una propuesta para ti.

Por fin lo miró. Kageyama sintió que le volvía el alma al cuerpo, que los dioses se habían reunido en alguna parte del cielo y lo habían escuchado, que los ángeles estaban cantando encima de sus cabezas y que todo parecía cobrar un sentido.

𝒃𝒂𝒃𝒚, 𝑰 𝒘𝒂𝒏𝒏𝒂 𝒇𝒖𝒄𝒌 𝒚𝒐𝒖 𝒔𝒐 𝒃𝒂𝒅  ミkagehinaatsu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora