Capítulo 4

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HONNE

Los verdaderos sentimientos y deseos de una persona.

DISCLAIMER: Naruto es propiedad de Masashi Kishimoto, pero la historia es de mi autoría.

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Capítulo 4. Mejor tarde que nunca, no es suficiente.

"Querido Sasuke-kun.

Han pasado un montón de cosas que me hacen reafirmar lo mucho que desearía que estuvieras conmigo para poder decírtelas en persona, pero me temo que por este medio lo mejor es limitarme a contar solo un par de ellas:

La primera es que estuve en la lista de doncellas seleccionadas para asistir a la segunda ronda de concubinato al servicio del emperador.

Debido a ciertos inconvenientes respecto a la situación económica de mi familia, ya había considerado asistir si acaso era abierta, pero cuando recibí una invitación con mi nombre no tuve de otra más que de verdad hacerlo, por más asustada e insegura que me sintiera.

El palacio realmente es un lugar enorme, mucho más de lo que puedes imaginarte y cada parte de su arquitectura te hace sentir diminuto en comparación. Además, es bastante colorido, algo que me vino bien ya que tuve varios estímulos visuales con los que distraer mi nerviosismo.

Éramos un total de doce mujeres, todas completamente distintas las unas de las otras, tanto que parecía que habíamos sido elegidas en base a nuestras diferencias físicas. Varias estaban tan preocupadas y deseosas de salir de ahí como yo, pero la gran mayoría rebozaba en tranquilidad y confianza. Algunas incluso fueron hostiles conmigo o con las chicas más tímidas.

Aunque pensé que el momento en que nos llevarían frente al emperador sería más ceremonioso y prolongado, en realidad solo nos ordenaron en tres filas y fuimos vistas por nuestro soberano a un metro de distancia, con una cortina de bambú de por medio.

Estábamos inclinadas en una profunda reverencia por lo que no podíamos ver su rostro, solo escuchar su voz, la cual recuerdo que era tan suave como perezosa.

Lo sorprendente fue que él mismo ordenó solo a unas pocas levantar la cabeza y entre ellas estuve yo.

Como mencioné, había un velo que me impedía verlo con claridad, pero, aun con la poca visibilidad, pude notar que el cabello del emperador era de un reluciente platinado y su piel era pálida como la leche.

Para pedirme que me irguiera, me identificó por el color de mi cabello y, luego de los más largos segundos de mi vida, me dejo volver a inclinarme.

Nunca nos dirigió la palabra ni mucho menos nos pidió responderle alguna pregunta, lo que de cierta forma agradecí, ya que muchas estábamos demasiado nerviosas como para articular una sola oración coherente.

Luego, sin siquiera despedirse, el soberano abandonó la habitación y a nosotras nos dejaron ir un par de minutos después.

Le platique a mi madre todo acerca del encuentro y ella lo encontró tan peculiar e intrigante como yo. Es más que obvio que nadie fue de su agrado una vez más, pero, ¿Acaso estaba siquiera haciendo el intento de que así fuera?

De cualquier manera, con el mero hecho de atender a la solicitud de ponerme frente a él conseguí lo que quería. Varios de los socios y compradores de mi padre han acudido a nuestro hogar para reanudar los tratos que se habían pausado cuando él murió y nuestra tambaleante situación económica por fin se vio estabilizada.

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