Capítulo 40

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-Buenos tardes señorita, tengo una mesa reservada para las tres de la tarde, revise ahí; soy el doctor Silvio Prescott.

-Lo siento caballero, aquí no hay ninguna reserva para usted.

-¡Qué extraño!, yo mismo hice la reserva hace tres días.

-No insista señor, aquí no hay ninguna reserva para usted.

-¿Está usted segura que no figuro en esa lista?

-Estoy completamente segura señor.

-Mire no me puede hacer esto, en un momento baja mi futuro suegro del auto y yo no puedo estar haciendo este papelón. Hagamos una cosa, deme la mesa que tenga disponible en este momento.

-Señor, usted creo que no ha entendido. Este restaurante es exclusivo, tenemos todas las mesas reservadas y no puedo ofrecerle ninguna. Aquí, en la pantalla, todas me figuran llenas.

-¡Por la que me parió! No pueden hacerme esto, Hágame el servicio de llamar a su jefe. Yo no me voy de aquí hasta que no me den la mesa que me prometieron reservar.

-Lo lamento señor, no puedo ayudarle.

-Le dije que llame a su jefe, por favor.

-Hola amor, ¿pasa algo? -Dice Lucero ingresando al hall del restaurante del brazo de su papá.

-No lo creo mi vida, parece que solo hay un mal entendido con la reservación. Espero se solucione de inmediato.

-¿Estás seguro que solo es un mal entendido? -Dice Alexander, el padre de Lucero con una mirada seria y penetrante.

-Eso parece Alexander, no sé que es lo que sucedió, ruego me disculpe. -Responde Silvio, visiblemente avergonzado de la situación que se le presenta donde por segunda vez hace un papelón delante de su futuro suegro.

-No me gusta que jueguen con mi tiempo, así que no esperes que me quede a esperar por algo que no ha sucedido. Dudo que la señorita mienta. ¡Vámonos Lucero! Como ya te dije este tipo no me gusta -Dice el padre de Lucero regresando sobre sus pasos.

-Pero papá, no te molestes.

-¿Tú crees que un narco es alguien que te vaya a ser feliz? La verdad no sé en qué hora te hice caso y vine detrás tuyo, ¡Vámonos!

-Alexander, yo quise traerlo a esta cena que al parecer no se dará de la manera como lo pensé por un error de quien tomó mi reserva, pero no es eso lo que importa sino las razones por las que hice que su hija lo traiga aquí. Deseo pedirle a usted su consentimiento para poder ser el novio oficial de su hija con todo lo que esto implica. La vida es un poco rara, yo quizá sea un poco raro también. Pero cuando se encuentra a una persona cuya rareza es compatible con la nuestra... Es necesario sentir esa satisfacción y llamarla amor verdadero. Eso me ha pasado con su hija y quiero que este sentimiento que sentimos sea bendecido por usted. Quiero además que se de cuenta que no soy ningún narco ni mafioso, soy abogado y no tengo nexos con la mafia, solo soy un hombre enamorado de su hija y quiero que usted me permita ser parte de su familia.

-¡Qué atrevido! Es que acaso cree que le quiero desear el mal a mi hija, consintiendo que alguien que anda con mercenarios y armas a todas partes mañana más tarde haga sufrir a mi hija o que producto de su mala vida termine involucrando a mi única hija en actos delictivos. ¡De ninguna manera!

-¿Doctor, Silvio Prescott? -Dice el administrador del restaurante dándole el encuentro a Silvio en la puerta del restaurante.

-Sí soy yo. -Dice Silvio algo serio.

ÁNGEL O DEMONIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora