Capítulo 09.

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Tan pronto como puse un pie en mi habitación, noté la presencia ajena a mí en el recinto

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Tan pronto como puse un pie en mi habitación, noté la presencia ajena a mí en el recinto. Mis cejas se fruncieron por un segundo, hasta que, con el olfato, noté un aroma masculino familiar.

Mi corazón dio un vuelco, cerré la puerta tras mi espalda y me aproximé hacia el hombre estando en mi cama, que me miraba fijamente.

Esos ojos negros que un día reflejaron amor hoy lucían más afligidos que nunca.

No pude evitar el mal presentimiento que me acechó de inmediato.

—¿Jayden? —pregunté, casi en un débil susurro.

Encendí la luz, presionando el interruptor entre mis dedos temblorosos para iluminar el lugar.

Llevaba una camiseta negra, ceñida a su pecho musculoso y sus brazos fuertes. En otro tiempo, se me habría secado la boca por la vista.

Hoy era por otra razón.

—Hola, preciosa —saludó como de costumbre, pero con un deje más lúgubre en su voz.

—¿Qué...? ¿qué haces aquí? —inquirí, dando un par de pasos hacia el frente para acercarme.

Levantó la mirada, encontrando mis ojos, mis pensamientos se nublaron ante todos los posibles caminos que podría tomar esta conversación.

—¿Algo anda mal?

Él asintió con la cabeza.

Yo contuve la respiración.

—Escucha, sobre el otro día...

—No, hoy necesito que me escuches tú a mí —demandó, alargando una mano para tomar la mía entre sus dedos—, hay algo que debo decirte.

Me senté en la cama junto a él, más porque pensé que el suelo empezaría a temblar bajo mis pies y porque perdí la estabilidad con esa frase condenadora, que porque estuviese cansada.

Si bien el combate contra la criatura extraña me dejó agotada, mis dolencias fueron reemplazadas por preocupaciones tan pronto ingresé en la habitación.

—Me marcho a Rumania hoy —anunció, con una determinación que, en otras circunstancias, habría notado lo forzada que era.

Me encogí de hombros.

—De acuerdo, te esperaré aquí hasta entonces. Si tiempo es lo que necesitas...

Sus ojos negros me escudriñaron por un segundo, y supe que no se refería a un simple viaje de trabajo.

—No me estás entendiendo, Michelle. —Su voz pareció bajar una octava mientras apretaba aún más fuerte mi mano—. Me marcho... Me mudo a Rumania.

La realización me golpeó tan fuertemente que toda mi estabilidad se desvaneció como una nube de humo.

—¿Qué? —pregunté en un jadeo—. ¿Cómo...? ¿Por qué? ¿Cuándo?

Corazón Resiliente #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora