El aroma metálico de la sangre nunca había sido de mi agrado. Aunque como higienista dental me había acostumbrado a encontrarla en las encías de algunos pacientes, siempre creí que un buen cepillado y un poco de hilo dental podían resolver el problema.Pero aquel día todo fue diferente.
La clínica estaba sumida en su rutina cotidiana. Yo ya había dispuesto todo el material necesario para mi próximo paciente, como era mi costumbre. De acuerdo a mi agenda, el nombre del paciente era Aster y venía para una simple higiene bucal. No había notas especiales que me alertaran, así que asumí que sería un caso sencillo.
El timbre sonó puntual.
La figura que entró en la sala me dejó atónita. Era alto, con músculos marcados, el cabello negro en un estado de caos controlado, y unos ojos de un azul profundo. Vestía con elegancia, con un traje oscuro y una corbata roja que llevaba grabado un símbolo extraño; no logré descifrarlo, supuse que pertenecía a alguna marca de lujo de la que no estaba al tanto. Además llevaba un... ¿paraguas?
Lo que realmente llamó mi atención fue su sonrisa encantadora, que revelaba dientes blancos y perfectamente alineados. Casi perfectos. Fueron sus colmillos lo que me atraparon, largos y puntiagudos, idénticos a los de un vampiro.
Era cierto que habían algunos métodos para conseguir esos colmillos mediante carillas estéticas, pero su caso no era así, esos eran naturales.
—Buenos días, Aster —saludé, esforzándome por ser amable—. Soy Nora Reis y seré la encargada de tu limpieza. Siéntate ahí —señalé el asiento —, por favor.
Un asentimiento silencioso fue su respuesta mientras avanzaba con paso decidido hacia la silla.
—¿Te molestaría si te hago algunas preguntas? Es para obtener más información y saber cómo debo proceder con tu cuidado bucal, ya que es la primera vez que te visito.
—Por supuesto que no, Nora —respondió amablemente —. Adelante, pregúntame lo que necesites saber.
Su voz ejercía un extraño efecto sobre mí, como si hubiera conjurado algo con solo pronunciar mi nombre. ¿Qué clase de encanto tenía ese chico?
—Bien —comenté, intentando ignorar el efecto que su voz me había causado —. ¿Cómo mantienes tus dientes? ¿Prefieres un cepillo eléctrico o uno manual?
—No los lavo.
¿Cómo era eso posible? Sus dientes irradiaban un blanco tan pulcro y perfecto que parecía que los sometía a más de cinco lavados diarios.
Me esforcé por mantener la compostura y seguir con la conversación.
—Entiendo. ¿Quizás tienes algún secreto para mantener esa blancura?
Una sonrisa leve apareció en sus labios, como si mi pregunta le resultara entretenida.
—Algo parecido. Digamos que sigo una dieta bastante única y tengo algunos hábitos peculiares.
Definitivamente este chico me haría perder la paciencia, así que ignoré su comentario y procedí con la limpieza.
—Muy bien, Aster. Ahora sentirás presión y es posible que notes un poco de dolor. Si ves que te molesta mucho, házmelo saber —le dije.
Asintió y comencé a trabajar. Era increíble lo blancos que estaban esos dientes, no podía dejar de mirarlos; no había nada de sarro, ni manchas de café o tabaco. Las encías lucían sanas y no había ningún signo de inflamación.
Su boca parecía sacada de un libro de odontología, con la diferencia de lo afilados que tenía los colmillos.
—¿No te molestan? —le pregunté, refiriéndome a sus colmillos —. Son bastante puntiagudos. Creo que si pusiese el dedo encima, no tardaría en cortarse y sangrar. ¿Sabes que hay algunos tratamientos para hacerlos un poco menos puntiagudos?
Volvió a sonreír cuando se percató de que detuve el ultrasonido para que pudiese hablar. Pareció que sus ojos se oscurecieron por algún motivo inexplicable.
Repentinamente la luz de la sala se apagó, dejándome sin poder ver.
—Lo siento, Aster. Iré a ver si puedo abrir la ventana. Espérame sentado —hablé mientras me levantaba.
Di un par de pasos, con las manos alzadas intentando no chocar con nada y llegar a las cortinas para abrirlas. Solían estar cerradas ya que la sala daba a la calle, y no a todos los pacientes les gusta que gente que pasaba por allí les viese.
Frené repentinamente al sentir una respiración chocando en mi nuca, provocando que mi corazón se acelerase exageradamente y se me formara un nudo en el estómago.
—No te disculpes, preciosa —susurró el paciente en mi oído, erizándome la piel con cada palabra que pronunciaba —. Estarán encantados de conocerte.
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Perfectos imperfectos
VampireNora, una higienista dental, ve su vida transformada de manera inesperada cuando se encuentra con un misterioso paciente con dientes inusualmente largos. Pronto, se ve arrastrada a un oscuro y enigmático mundo desconocido. ¿Qué secretos aguardan en...