Una hermosa Diosa iba caminando por su palacio dando pequeños brincos, rebosaba de felicidad y lo único que quería en ese momento era descansar bajo los rayos del sol que iluminaban su mañana.
—Mi señora, trajimos los postres que nos pidió —frente a ella dulces postres eran dedicados a la diosa.
—Muchas gracias… y ahora díganme, ¿Qué averiguaron? —el rostro de la sirvienta a su cuidado demostraba preocupación porque no tenía buenas noticias.
—Me temo que lo que escuchó era cierto… la señora Leto está embarazada —Un golpe en la mesa mandó a volar los postres directo al suelo.
—No te atrevas a llamarla señora, no merece ningún respeto —la ira en rostro de Hera no era sorpresa, después de todo ella estaba en la misma situación.
En ese momento tanto Hera como Leto estaban embarazadas y dado los tiempos de gestación quedaba un par de meses antes de que dieran a luz.
Leto había intentado esconder su embarazo todo lo que pudo, pero tras unos ligeros inconvenientes las noticias habían llegado a Hera, quien odiaba la idea de que otra mujer diera a luz a los hijos de su esposo.
Obviamente odiaba esa faceta suya aunque el tiempo había hecho que cambiara los momentos de dolor que sentía ante sus infidelidades por la diversión que le traía tomar la justicia por sus propias manos.
—Escucha no dejen que dé a luz ni en tierra firme, cualquier continente o isla en el mar —la firmeza con la que hablaba demostraba lo decidida que estaba— ya quiero ver cómo soluciona esto.
Hera se levantó de su asiento en el jardín volviendo a su palacio. Su suave caminata era acompañada por una dulce melodía que tarareaba para su bebé mientras acariciaba su vientre dando a entender que estaba lista para defender a su descendencia.
"Si fuera la noche estrellada, desearía que tu fueras mi luna."
Los meses pasaron volando y el momento en que los bebés estaban por nacer había llegado.
Hera llamó a Ilitia para que la ayudase en su parto además de evitar que fuera en ayuda de Leto, quien se había refugiado en la isla flotante de Delos que no era continente o isla.
Ambas iniciaron el parto dando como resultado a Artemisa como la primera en nacer en una isla rodeada de cisnes que esperaban con ansias al segundo bebé.
Algo había ocurrido porque al mismo tiempo aunque de diferente madre nacieron Apolo, Dios del sol y Galatea, Diosa de la luna.
Ambos niños simbolizaban a las estrellas más brillantes que regían en el cielo nocturno y diurno y, por lo tanto, la importancia de ambos era grande.
No se celebró mucho el nacimiento de los mellizos, pero el nacimiento de Galatea reunió a los dioses más importantes que le daban la bienvenida al nuevo, solo les hacía falta la presencia del hermano mayor para poder decir que la "familia" estaba completa.
—Me da gusto poder recibirlas —el dios del inframundo o Helheim recibía a tres mujeres.
—Es un gusto poder conversar con su excelencia de la llegada de su sobrina — Láquesis, una de las moiras era la que sabría del tema.
—Entonces qué estamos esperando.
No era común que los dioses se preocuparan por el futuro de un recién nacido de los suyos, sin embargo era tan grande el amor de Hades por su familia que quería estar al tanto de cualquier sufrimiento que pudieran atravesar.
—Entonces iniciemos por la hebra de su vida —hilada con oro aquella hebra creada por Cloto daba inicio a la vida de la bebé— a pesar de un agitado nacimiento, su inicio será favorable.
—En su vida encontrará muchas razones para su felicidad —comentaba Láquesis echando la suerte de la niña ante la aprobación del Dios— sin embargo… su alma mi señor, está atada a otra, los humanos le llaman alma flama.
—¿Y eso que significa? —aquel término era desconocido para él.
—La inocencia de nuestra Diosa Galatea y el amor por la humanidad que su curiosidad le genere la llevará con los humanos donde se encontrará con su par.
—Al ser un humano —continuó Átropos, la última de las moiras— el dolor que le genere ver a su amado morir una y otra vez cada que este reencarne le afectará totalmente y me temo mi señor que como Diosa de la luna sus emociones afecten a los mares y dañen a los humanos.
—¿Hay algo que podamos hacer? —la tranquilidad del rey se vio perturbada ante aquellos comentarios.
—Lo mejor que se podría intentar es, y perdone la insolencia de mis palabras, convertirla en humana para que reencarne junto a su alma flama recorriendo su camino hasta que sus almas queden unificadas en armonía.
Era sin duda la idea más loca que se les pudo ocurrir y a pesar de haberlo pensado una y otra vez en su mente el peli blanco no tenía otras ideas.
Tarde ese mismo día y cuando madre e hija descansaban, el rey aparecía ante los últimos invitados y su anfitrión.
—Temo que llegué muy tarde.
—Nos honras con tu presencia hermano —Zeus lo recibía con los brazos abiertos— ahora ven te daré una copa y celebremos el nacimiento de mi hija.
—Antes de eso —con una mano apartó la copa que le era ofrecida antes de que le sirvieran el vino— hay algo importante de lo que debemos hablar… es sobre Galatea.
—Acompáñame.
Zeus ingresó a su palacio seguido por su hermano llegando a un balcón que hacía como un lugar de reposo, el más íntimo del Dios del trueno.
—Por tu seriedad no esperó buenas noticias, dime ¿De qué se trata?
—Hablé con las moiras antes de venir, quise estar seguro que Galatea tuviera una vida de prosperidad —no se veían de frente, tenían la vista puesta en una especie de mar que había frente al palacio.
—¿Qué dijeron de mi niña?
—Su destino está unido al de un humano —Zeus no pudo evitar sorprenderse— recomiendan que para que no pase la visa sufriendo su pérdida es mejor que viva como humana y ambos aprendan de sus experiencias.
—Lo que me pides es lo peor que se le puede pedir a un padre… se que no soy el mejor y quería que con Galatea fuera diferente —pasó a mirar a su hermano el cual estaba impactado por la tranquilidad con la que hablaba.
—Se que es una decisión difícil, pero sería el mejor destino que podemos ofrecerle.
—Solo quisiera saber qué es lo que opina Hera, ella está muy apegada a la niña y dudo que en estos momentos vaya a dejar que la separemos de su lado.
Era cierto, en otra habitación se encontraban Hera y su bebé descansando en la suave cama que las cobijada.
Con Galatea a su lado Hera estaba segura que nada le pasaría a su más grande tesoro, eso era para ella pues aquellos ojos azules en los que encontraba pintadas las estrellas eran dignas de una diosa como ella.
—Crece hermosa, dulce y fuerte —le susurraba tomando su pequeña mano mientras la veía dormir y respirar poco a poco— crece para convertirte en la mejor versión de ti misma.
Nuevamente tarareaba aquella canción de cuna que había sido olvidada en el tiempo, pero que para ella estaba tan clara como aquella primera vez que la escuchó.
¿Cuántas estrellas hay el cielo mi perla?
Ellas brillan una por una
Por mucho tiempo mis ojos, perla mía
Han derramado lágrimas por ti
Ahora cierra los ojos
Las rosas vendrán sobre ti, mi pequeña perla.
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Selenofilia
FanfictionUn viaje de miles de años llega a su fin al encontrar un amor perdido. Ambos se embarcan en un viaje para garantizar que su amor no sea olvidado en el tiempo. Al mismo tiempo una batalla que busca ayudar a la humanidad a seguir con vida por los próx...