Capítulo 3

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"Pero carne con su vida, con su sangre, no comeréis. Y ciertamente pediré cuenta de la sangre de vuestras vidas; de todo animal demandaré. Y de todo hombre, del hermano de todo hombre demandaré la vida del hombre. El que derrame sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada, porque a imagen de Dios hizo Él al hombre".

Génesis 9:4-6

La humanidad venció al Padre Creador. Ganó su libertad, quizás de forma estúpida, aniquilándose antes de que alguien más fuera dueño de su destino. Gabriel pensó que, viéndolo de cerca, los humanos parecían una simple cosecha. La tierra fue arada, las semillas puestas y el sembradío regado y cuidado, para un día, eventualmente, ser levantado en su totalidad. Si el Padre era dador y creó la vida por amor, entonces, ¿por qué acabarla con el juicio final? ¿Por qué darles una estadía tan corta?

Ahora que la humanidad estaba muerta, no tenía caso pensar en eso, pero lo encontraba como una justificación para la huida del Padre. Tal vez estaba frustrado, furioso porque su cultivo se pudrió antes de llegar a punto, y era imposible hacer algo al respecto, puesto que las máquinas no escucharían los deseos de ningún Dios al carecer de alma. Darle libre albedrío a la humanidad fue un error; uno que el hombre replicó al dar vida a esas criaturas de acero. No podían negar que estaban hechos a imagen y semejanza del Padre, y que los errores se repiten, pasando del padre al hijo.

Comprendía el porqué los hombres fueron abandonados a su suerte en sus días finales, pero no el porqué los habían dejado atrás a ellos también, a los ángeles. ¿Por qué no los llevó con él para servirle? La humanidad había sido el error, ¿por qué abandonarlos a ellos? Quizás era una cuestión de malos recuerdos: cuando los ángeles ascendían, tomaban forma humanoide, como él mismo, cuerpo humano, aunque carente de un rostro físico y claro, con alas llenas de polvo de estrellas. Esa forma antropomórfica bien podría indicar que ellos también estaban defectuosos y condenados a destruirse, como humanos y máquinas. 

Hablando de máquinas... Los nervios de Gabriel se tensaron cuando escuchó pasos subiendo la escalera exterior del edificio. Sus pies siempre hacían que los escalones oxidados crujieran de forma ruidosa. Lo primero que saltó a su vista fueron las brillantes pero pequeñas alas doradas y después, el azul de su cabeza.

Aunque estaba sentado de forma cómoda, aleteo para levantarse y volar a unos centímetros del suelo. Debía guardar las apariencias, aun cuando la máquina lo vio en sus peores momentos, estando derrotado, bañado en sangre y roto por dentro. Necesitaba sentir que su imagen aún era impoluta e incorruptible. Sus brazos se cruzaron ante la criatura de metal cuando llegó frente a él.

—¿Estás hambriento, máquina?

Era una obviedad, preguntada solo para remarcar su rol como su único sustento, pero el objeto no parecía entender el dominio que anhelaba tener sobre él con esas palabras y asintió con honestidad. Un pensamiento fugaz de repulsión cruzó por la mente de Gabriel.

Esta era la quinta vez que venía a alimentarse, pero sus nervios seguían saltando en cada ocasión. Parecía que cada día estaban más tensos, aunque el ambiente no era hostil, por el contrario, era más tranquilo, más común y mundano. Quizás era un sentimiento unilateral, porque seguía incómodo, aún cuando V1 se comportaba. Podría deberse, quizás, a que este ser de metal sobrevivía a base de hematofagia, bebiendo su sangre, algo verdaderamente perturbador.

En un inicio, no pensó en el significado tan profundo que tenía la sangre para el Padre, pero la sangre era la vida de la carne. Era curioso que V1 tuviera que arrancarla a otros para mantenerse vivo, como un chiste sin gracia. Robar la sangre era como robar la vida, por eso los hematófagos siempre fueron vistos como plagas: desde las sanguijuelas hasta los murciélagos vampiros, de los mosquitos a las ladillas; todos desagradables a los ojos del hombre y también horripilantes transmisores de enfermedades.

Unveiled Divinity |Gabriel/V1| | Ultrakill Donde viven las historias. Descúbrelo ahora