Bajo el cielo azul de la mañana, el bullicio de mochilas y risas llenaba los pasillos de la escuela. Un joven de cabello oscuro observaba los carteles del periódico mural del colegio, donde se encontraban varios anuncios con bromas insulsas, festivales, reuniones y permutas para cambiar de aula o de turno.
Frente a sus oídos, los sonidos se volvían cada vez más fuertes y molestos: risas, conversaciones, gritos, regaños, lecciones, el aire acondicionado y las butacas moviéndose. El golpeteo de la tiza contra el pizarrón distraía su vista del periódico.
Hasta que una mano tocó su hombro. Era un joven pequeño de cabellera larga, brillante como un espejo de plata. Giró rápidamente la mirada molesta hacia él, pero antes de que pudiera decir una palabra, el chico preguntó:
— ¡Disculpe! ¿Sabe usted dónde está el aula 6? —
El muchacho de cabellera azabache observó detenidamente al tipo en silencio. No era muy hablador y suspiró tras analizarlo con la mirada antes de responder.
— El salón está por allá. Podrías tutearme, soy solo un alumno más. Me llamo Edgar. —
Su tono era neutral, sin mostrar emoción alguna, al igual que su rostro. Era difícil de leer, a diferencia del pequeño que lucía un rostro animado y una gran sonrisa.
— Lo siento, parecías mucho mayor de lo habitual. Supongo que es por tu manera tan madura de comportarte. —
Respondió nervioso. El chico de expresión seria simplemente lo guió en silencio hasta el aula. El trayecto transcurrió en un incómodo silencio hasta llegar al salón.
Al llegar al aula, dejó al chico allí para que pudiera observar el salón. Se sentó en su butaca sin más, esperando el comienzo de las clases.
— Tú no hablas mucho, ¿no te agrada la gente? —
Preguntó burlonamente al joven de mirada apagada. Éste encogió los hombros en silencio y miró hacia abajo mientras respondía en voz baja.
— Ah, simplemente veo innecesario conversar la mayor parte del tiempo. Me gusta escuchar. —
Dijo avergonzado. Desde hace tiempo, sabía que había algo malo con él en su actitud. Era incapaz de expresar emoción alguna.
El chico de sonrisa burlona se le acercó repentinamente, tocándole la nariz con su dedo índice.
— Oops, tienes unos ojos lindos. Amenazante, seguramente seas alguien importante en el futuro. Es sabio de tu parte guardar tus palabras. —
El pelinegro se apartó, girando los ojos, y dijo:
— No me toques, por favor. —
Antes de que pudiera continuar, sonó la campana para el comienzo de la clase. Así que simplemente centró su vista en sus notas y en el profesor durante el resto de la lección.
Durante el descanso, ambos chicos se encontraron nuevamente en el pasillo. El joven de sonrisa burlona parecía estar hojeando un libro sobre astrología. El pelinegro se acercó curioso y notó el contenido del libro.
— ¿Interesado en astrología? — preguntó con genuina sorpresa.
El chico de cabello plateado levantó la vista del libro y sonrió de manera afable.
— Sí, la astrología es un tema que siempre me ha fascinado. ¿Tú también te interesas en eso?.–
El pelinegro asintió, sintiendo que la atmósfera entre ellos había cambiado un poco desde su primer encuentro.
— Sí, también me resulta interesante. ¿Qué signo zodiacal eres?. —
El chico de cabellera plateada rió suavemente.
— Soy Sagitario. Siempre he encontrado intrigante cómo los astros pueden influir en nuestras personalidades. —
El joven de cabello oscuro sonrió, sintiéndose más a gusto en esa conversación.
— Soy Virgo. Supuestamente somos de espíritu crítico, reservados y pacientes. —
Ambos jovenes continuaron conversando animadamente sobre los diferentes signos, ascendentes y las características asociadas a cada uno. La charla fluyó con facilidad, descubriendo que tenían más en común de lo que habían pensado inicialmente.
El chico de cabellera plateada cerró el libro y miró al pelinegro con interés.
— Parece que nuestras personalidades astrológicas encajan de alguna manera.
El joven de cabello azabache asintió, sonriendo de vuelta.
— Sí, es curioso cómo algo tan abstracto puede tener cierta coherencia. Supongo que no hay que juzgar a las personas por las primeras impresiones.
El timbre sonó nuevamente, anunciando el final del descanso. Ambos chicos intercambiaron una mirada significativa antes de dirigirse al aula con la sensación de haber descubierto una conexión inesperada en medio de la conversación sobre astros.
Decidieron sentarse juntos en la clase después del descanso. Durante la lección, el chico de cabello negro parecía absorto en sus pensamientos, apenas prestando atención al profesor. Su mirada se desviaba ocasionalmente hacia el joven de cabello plateado, pero disimuladamente.
Después de la última clase del día, el chico de cabello plateado recogió sus cosas y se puso de pie. El pelinegro hizo lo mismo, pero antes de que pudiera moverse, su brillante amigo habló.
— Oye, si no te importa, ¿te gustaría que te acompañara a casa? Solo para seguir conversando, si estás de acuerdo, claro.
El chico de mirada seria pareció sorprendido por la oferta, pero luego asintió lentamente.
— Está bien, supongo. Mi casa no está lejos.
Ambos salieron juntos del aula y caminaron por el pasillo. Aunque el chico de cabello plateado hablaba sobre diferentes temas, el de cabello negro parecía estar perdido en sus pensamientos nuevamente, respondiendo con monosílabos de vez en cuando.
Finalmente, llegaron a la puerta de la casa del joven de cabello negro. Se detuvieron y él miró al de cabello plateado con una expresión seria.
— Gracias por acompañarme. Fue... agradable.
El chico de cabello plateado sonrió.
— No hay problema, me alegra haber tenido esta conversación. Quizás podríamos hacerlo de nuevo algún día.
El pelinegro pareció contemplar la idea por un momento antes de asentir.
— Sí, supongo que sí.
Ambos se despidieron y el joven de cabello plateado comenzó a alejarse. Sin embargo, antes de que pudiera dar muchos pasos, escuchó que el pelinegro le llamaba.
— Oye, espera.
El chico de cabello plateado se giró hacia él.
— ¿Sí?
El joven de cabellera de oscura lucía ligeramente incómodo, pero finalmente habló.
— Tal vez... podríamos hablar más sobre astrología la próxima vez. Parece que es algo que también te interesa.
El chico de cabello plateado asintió con una sonrisa.
— Claro, estaría genial. Hasta luego entonces.
Con un gesto de despedida, ambos chicos se separaron, con la promesa de una próxima conversación y una conexión que iba más allá de las primeras impresiones. El joven de cabello negro se quedó en la puerta, observando cómo se alejaba, y luego cerró la puerta abrazándose a sí mismo con incomodidad. ¿Le agrado a alguien? ¿Realmente estuve hablando con alguien?...