Desde anoche todos los animales, excepto el humano, han desaparecido. El mundo ha quedado vacío de inocencia y con un silencio que nadie comprende. La inocencia como aquello que no causa un daño deliberado y el silencio como lo contrario al ruido que fundamenta la costumbre de matar al inocente. El ladrido recurrente que de las viviendas salía cada mañana hizo mutis; los maullidos nocturnos en las azoteas peleando por la hembra, han callado. Los zoológicos, los santuarios, las selvas, los montes, los ríos, los mares, los aires, libres de organismos vivos. Hoy nada se mueve por sí mismo, más que el tintineo estupefacto de la mirada humana ante esta pesadilla de la cual todos los hombres quieren despertar. En qué instante anónimo ha sucedido la desaparición de los animales, nadie lo sabe.
Los científicos carecen de explicaciones. Y algunos filósofos han responsabilizado ya a los propios animales del repentino acto de magia: "deberían estar aquí para nosotros, no tuvieron que haberse ido, vaya sortilegio temerario acaban de hacer". Algunas bocas atribuyen esta incipiente obra de insondables dimensiones a Dios; otras, a un experimento social hecho por un gobierno malintencionado con la población mundial; otras, simplemente, prefieren guardar silencio mientras piensan qué van a comer sin animales disponibles en los supermercados. El contraste visto entre la desgracia pasajera y la tragedia inminente. Aunque los dados siempre caen a favor del humano.
Pasan días, semanas, meses. Los animales no han vuelto a verse ni escucharse. Sacrificios humanos en honor a diversos dioses cada día son noticia, pero la petición del regreso de los animales no es concedida. Las especulaciones filosóficas, los debates científicos y el vox populi, acuñan la responsabilidad entera de su propia desaparición a los animales por asumir, según la conjetura más reiterada, un estoicismo fraudulento, un cuño de emociones basado en la indolencia y el desprecio por no seguir sirviendo a quien fuera su amo y señor durante miles de años. "Los animales nos han traicionado", dicen.
Años transcurridos desde aquel acontecimiento conocido como el año del animal, que trajo sufrimiento a millones de personas en todo el mundo. Nadie jamás hubiera supuesto el dolor inquebrantable que causaría la desaparición de los animales como ahora la humanidad entera es contraída a él. Los procesos que antes eran hechos por los insectos para darle equilibrio al planeta, hoy son asumidos por robots. Suelen verse abejas electrónicas, que no parecen abejas sino minúsculos cubitos voladores, detenerse en las flores, y un niño decir que los pétalos se ven tristes, pero nadie lo toma en cuenta. Polinización ficticia, pero eficaz.
La costumbre de ver a los animales en fotografías y videos se ha vuelto una prohibición. Ha sido estipulado el veto oficial a nivel global en cuanto a hablar sobre esos seres que alguna vez habitaron el planeta con los humanos, aunque siempre hubiesen estado conceptualizados como no menos que una piedra de río, cuales personajes accesorios en el plató donde la voz cantante era arrogada siempre por el humano. Hoy nadie puede hablar de ellos so pena incluso de ameritar cárcel por alterar el orden público. Nadie puede, aún menos, hablar del número ascendiente a miles de especies animales extintas a causa del yugo humano. Cual fardera la historiografía procura esconder bajo sus ropajes las verdades, mudarlas en un ejercicio de rescate de aquello inventado como dignidad humana. Y dejar en los estantes de la historia únicamente la deslealtad de esos seres traicioneros, pero vuelta en la defunción no sólo del vocablo animal, sino también de los órdenes etimológicos y biológicos de nuestra supuesta condición de ser más pura e inmaculada.
Lustros. Décadas. El olvido de los animales se hace tan pesado como una roca hundida en los aires del despeñadero en caída libre. Casi no hay evidencia de que alguna vez existieron en el planeta. Los libros quemados, los archivos multimedia borrados o confiscados por la policía cibernética, todo vestigio donde aparecen es exterminado. En pocas casas en algún baúl bien escondido, aún permanece empolvado un libro de animales para colorear. Y quizá ahí quede hasta que sea reducido a cenizas en algún momento de su eternidad.
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Voces animales
BeletrieColección de relatos donde el protagonista es el ejercicio permanente en que la especie humana usa a los animales no humanos para su uso y placer.