Durante el fin de semana le ayudé a mamá en la pastelería para distraerme con lo que fuese que me dijera que hiciera —menos en la elaboración de pasteles porque yo era un asco cocinando— y así no pensar en lo sucedido con Jabner. La impotencia por no comprender cosa alguna de su extraña actitud me revoloteó el juicio como un tifón, mi conciencia era un desastre natural desde aquella noche del viernes en la que no pude conciliar el sueño ni por un minuto, me quedé mirando el techo de la habitación. No pude siquiera apagar la luz porque la oscuridad me causaba entrar más al tema. Los recuerdos yacieron frescos; el cómo se sentía su aliento contra mi boca, sus manos queriendo tocarme por debajo de la sudadera. ¿Por qué me quiso besar? ¿Por qué estuve dispuesto a permitírselo?
¿Por qué yo?
No había conversado de eso con nadie, tampoco me conecté a mis redes sociales, no deseaba saber qué podría pasar si ingresaba en ellas. Tenía miedo de que todo hubiese sido orquestado como una broma en plan de ridiculizarme. Temía encontrar una publicación que hiciera mención a una apuesta por parte de Jabner o encontrarme otra cosa que diese alusión a ello, una donde se rieran de mí, donde Jabner fuera el principal idealizador de un burlesco plan. Me implantaba melancolía tan solo imaginar un mensaje suyo diciéndolo: «oye, Hemsley, eres bastante estúpido. Lo del beso fue una broma, caíste rápido y fácil». O: «¿te creíste esa mierda?, no significó nada, no lo significará. No fue más que algo muy bien planeado». O: «no debes pretender que es real algo que es irreal; hubo hechos acompañados de palabras falsas».
Y entonces rememoraba lo que dijo: «si no se trata de juegos o mentiras, la sinceridad está y estará presente en cada palabra». Por supuesto que me lo aprendí, podía recitarlo de memoria ese y la mayoría de los discursos que externó porque habían tocado algo en mí que aún desconocía. Era como una conjunción de sensaciones que creaban una fórmula inexplicable, pero la sentía, allí estaba en mi cuerpo y en mis pensamientos al acordarme de la petición de Jabner. Me ponía trémulo. Quería gritar, no sabía qué hacer, me asustaba lo que pasaría en los próximos días y me jodía el hecho de darle relevancia. Era absurdo, ¿por qué me cizañaba tanto? Crew siempre me molestaba. Crew era un idiota. Crew era un mujeriego. Crew era molesto. Crew no era gay.
«Crew es heterosexual».
«Crew es heterosexual».
«Crew es heterosexual», pensé.
Me lo repetía y me lo repetía.
Llegué más temprano que Mina al instituto, requería sacar un libro acerca de Microbiología para realizar de tarea un resumen acerca de la Tinción Gram. El libro era pesado, lo llevaba a mi casillero para guardarlo en lo que terminaban las clases del día. Subí por las escaleras del edificio 'B', dirigiéndome al piso de arriba, allí se encontraba mi destino. Tenía mucho miedo de que Jabner pudiese andar alrededor. Abracé el libro con ansia de imaginarlo frente a mí. ¿Qué diablos haría él? ¿Se mofaría? ¿Estaría igual de ansioso que yo? ¿Qué, por Dios? ¡¿Qué?! ¡¿Qué?!
«Calma, Artis, busca una solución factible, además de ser una convincente para ti mismo», dije para mis adentros.
Me propuse algo: si él tocaba el punto del beso, me atrevería a cuestionarlo todo a detalle y si no mencionaba nada al respecto, evitaría el demandarle las cuestiones en mi cabeza. Sonaba bien y me parecía bien, no detectaba fallas más allá de resolver las incógnitas o suprimir lo que no comprendía en dejar atrás.
La primera clase a la que entraría era con la profesora Wandall. Hojeé el libro que cargaba antes de llegar. Una vez estando frente del casillero —cada uno de los compartimentos era de color azul—, me dispuse a mover los dedos en el candado para colocar la combinación numérica.
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Until Sunrise
Narrativa generaleArtis es tímido y reservado. Jabner es rebelde y atrevido. Artis busca un respiro de esperanza tan arriba como las nubes a las que suele admirar. Jabner podría volverse aquella estrella fugaz a la cual pedirle un deseo. Sin embargo, las estrellas so...