Hace mucho tiempo, al comienzo de la creación, Dios dijo: "Hágase la vida", y sopló sobre la tierra estéril. Así nacieron los verdes prados, los bosques y los inmensos mares, junto con todos sus habitantes. Reinaba la paz y la dicha en aquel mundo recién nacido. En medio de este paraíso, una sabia hormiga de edad avanzada le hablaba a una joven recién nacida.
La anciana hormiga le dijo con ternura a la joven: "En cada habitante de este mundo, Dios depositó la mitad de un corazón, para que en su vida encontraran su complemento y se convirtieran en uno solo". La hormiguita sonrió, llena de esperanza.
Con el paso del tiempo, la joven hormiga creció y todos los días salía a trabajar con alegría y determinación. Pero en su corazón, siempre anhelaba encontrar su otra mitad. Preguntaba a cada habitante que se cruzaba en su camino: "¡Eh, tú, ¿eres mi mitad?!" Luego, con emoción en los ojos, se sacaba el corazón y trataba de encajarlo con el de la otra criatura, pero una y otra vez, no lograba que encajaran.
Sus intentos fallidos la llenaron de tristeza y melancolía. Lloraba lágrimas de desilusión mientras veía cómo su corazón no se fusionaba con ninguno de los que encontraba en su camino. A pesar de la belleza del mundo que la rodeaba, su búsqueda parecía no tener fin.
La joven hormiga sintió un vacío que crecía cada vez más al ver que otros habitantes del mundo encontraban su mitad. Poco a poco, perdió la esperanza en su búsqueda y, finalmente, dejó de buscar. A partir de ese momento, se dedicó por completo a trabajar incansablemente para ayudar a los demás. Trabajaba sin descanso y al final del día, exhausta, se preguntaba: "¿Por qué no puedo encontrar mi otra mitad? ¿Por qué a mí?"
El cansancio de trabajar sin tregua la invadía, y sus noches se convertían en largos y profundos sueños debido al agotamiento. Su vida se resumía en trabajar y trabajar, y el brillo en sus ojos se desvanecía cada día un poco más. La pregunta que no dejaba de atormentarla era por qué, a pesar de sus esfuerzos incansables, no podía encontrar a esa otra criatura que completaría su corazón.
La joven hormiga, un día, mientras trabajaba arduamente, se enteró de que Dios caminaría por la tierra dentro de varios días en un lugar distante. Sin dudarlo, dejó todo lo que estaba haciendo y emprendió un largo y difícil viaje hacia el lugar donde estaría Dios. No le importó la distancia, ni el calor, ni el frío, ni siquiera la lluvia. Su determinación era inquebrantable.
Finalmente, la hormiguita llegó al lugar donde Dios se encontraba. Con lágrimas en los ojos y el corazón lleno de preguntas que la habían atormentado durante tanto tiempo, se acercó a Dios y le preguntó con humildad: "¿Por qué no encuentro mi mitad? ¿Qué he hecho mal? ¿Por qué a mí?"
Dios, con infinita bondad, le pidió a la hormiguita que sacara su corazón. Ella obedeció, y Dios también extrajo su propio corazón. Con ternura, le dijo: "Prueba con mi corazón". La hormiguita, emocionada, pero con cierta aprehensión, acercó su corazón al de Dios.
Cuando sus corazones se tocaron, la hormiguita experimentó una sensación indescriptible. Un torrente de felicidad y amor la inundó por completo. En ese momento, comprendió que su otra mitad, la que había estado buscando con tanto anhelo, no estaba en otro habitante del mundo, sino que Dios la había elegido para llenarla directamente con su felicidad eterna.
Las lágrimas de la hormiguita se convirtieron en lágrimas de alegría, y el vacío en su corazón se llenó por completo. Finalmente, había encontrado lo que tanto había buscado. Con gratitud en su corazón, la hormiguita regresó a su hogar, llevando consigo la dicha de haber encontrado su complemento en Dios, quien le recordó que, en la vida, a veces lo que buscamos está más cerca de lo que imaginamos.
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La Búsqueda del Corazón Completo
Randomuna joven hormiga emprende una incansable búsqueda para encontrar su otra mitad, su complemento. A pesar de sus esfuerzos y desilusiones, finalmente se encuentra con Dios, quien le revela que su verdadera mitad es la felicidad eterna que Dios ha dec...