La Última Esperanza

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Hoy 24 de diciembre, cinco años después del apocalipsis zombie que ocurrió exactamente el 24 de diciembre del año 2018, he estado vagando en busca de alguna persona con vida. He recorrido todo el continente americano, desde Panamá hasta Chile, y de Chile hasta Canadá. Tantas cosas he tenido que enfrentar; no solo los zombies son un peligro inminente, sino también los animales que representan una amenaza en lugares donde no lo eran antes. He estado al borde de la muerte en varias ocasiones y muchas veces me he sentido tentado a rendirme o incluso a suicidarme. Estoy perdiendo la cordura y he perdido todo lo que solía tener. Mi única motivación para seguir con vida es encontrar a alguien más que siga vivo y hallar alguna manera de cambiar el destino de la humanidad.

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Actualmente me encuentro en Gales, Alaska, Estados Unidos, donde el frío es extremo. He observado cómo varios animales han llegado hasta aquí, a pesar de que este no sea su hábitat natural, debido al miedo que sienten por los animales infectados.
Cada día que pasa es un desafío y una lucha constante por sobrevivir en este nuevo mundo devastado.

En mi solitaria travesía por Gales, Alaska, he tenido que aprender a adaptarme a las condiciones climáticas extremas y a la constante amenaza de los seres infectados. Cada día, me enfrento a la lucha por conseguir alimentos escasos y agua potable, mientras permanezco alerta ante cualquier indicio de peligro. A pesar de la desesperación que a veces me intenta consumir, la promesa de encontrar a otro superviviente y cambiar el rumbo de la humanidad sigue ardiendo en mi interior.

Las largas noches en Alaska me brindan tiempo para reflexionar sobre el pasado y considerar cómo el mundo llegó a este punto. Me pregunto si existe alguna posibilidad de revertir el caos y restaurar la civilización. Observo el horizonte cada día, esperando avistar una señal de vida humana, una prueba de que no estoy solo en esta desesperada lucha por la supervivencia.

Enfrentando las inclemencias del tiempo y las constantes amenazas que acechan en la oscuridad, persisto con la esperanza de que algún día, de alguna manera, pueda encontrar a otro ser humano y colaborar para enfrentar los horrores que el mundo ha vivido. Mi determinación es firme, a pesar de que la adversidad parezca insuperable. En este mundo desolado, sigo siendo un testigo solitario de la resistencia de la humanidad ante la más oscura de las pesadillas.

Afortunadamente, el extremo clima aquí impide que los zombies deambulen como si nada. Esta es una gran ventaja, ya que la mayoría termina congelada. Sin embargo, la gran desventaja es la escasez de recursos que enfrento cada día. Es un infierno tratar de encontrar algo para beber o comer. Literalmente, esto es un desierto cubierto de nieve, y más allá de la nieve no hay nada más que nieve. Claro, hay casas, pero la mayoría, por no decir todas, están completamente cubiertas de nieve. Debido a la falta de personas, no hay nadie que remueva esa nieve. La dificultad que enfrento para despejar la nieve y obtener aunque sea algo es abrumadora, ya que muchas cosas están vencidas y en mal estado.

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Pasado varios días, finalmente logré encontrar algo de comida. Está claro que todo lo que puedo consumir son alimentos enlatados. Debido al frío extremo, las botellas de agua están congeladas, lo que me toca hervir el agua, el problema radica que por el frío es difícil mantener el fuego sin llegar a apagarse, tengo que estar completamente encerrado para aunque sea se pueda descongelar lo poco de agua qué llego a conseguír, a pesar de eso llego a un descubrimiento curioso después de este apocalipsis: el agua embotellada también tiene fecha de vencimiento. Aunque sí había notado la etiqueta de vencimiento antes, nunca me había detenido a pensar profundamente por qué el agua embotellada también podría vencerse.

Travesía en el abismo: En busca de la última esperanza. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora