Día 10.3.

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-Yo nunca he sabido lo que quería -dice Pablo con dudas-. No supe qué estudiar, a qué dedicarme, con quién juntarme, a quién querer... -suspiró y supe que había más de lo que decía-. Pero no sé por qué, llega Anna, dice cuatro cosas y aquí me tienes, a tomar por culo de mi casa por verla. No sé si la quiero, si me apetece o si simplemente me gusta verla reír pero algo significará, ¿no?

-Pablo, sé que no te conozco pero a Anna sí, la conozco y mucho, y más te vale cuidarla porque si no... te mataré -admitió sincero-.


Llegamos al camping y recogió Pablo su bañador. Cómo le quede bien tendré un grave problema rodeada de chicos guapos.

Por fin aparcamos y entramos en la piscina del pueblo. Está llena y Christian y Pablo se van a los vestuarios a cambiarse y yo a los de chicas. Al salir colocamos las toallas y me tumbo a tomar un poco el sol. Para variar, Christian saluda a casi todo el mundo.


-En serio, deberías socializar un poco más en tu pueblo -dijo Pablo sonriéndome desde su toalla-.

-No sabes cómo es la gente de aquí...

-¿Cómo son?

-Dinero o belleza. O tienes algo de eso o no eres nadie.

-Tú eres muy guapa -dijo sin acabar de entenderlo-.

-No quiero formar parte de algo por lo que tengo o lo buena que estoy, eso es algo que puede ir y venir. La única persona que ha querido conocerme es la que tengo: Christian, el resto me sobran.

-¿Y él?

-Es de los guapos, ¿no lo ves? Simplemente se dejó encasillar en un sitio donde no encajaba. A él siempre le han tratado bien por estar de su parte y él es un chico muy agradecido y educado pero, a la hora de la verdad, todos esos no son sus amigos y él lo sabe -suspiré- y no se lo merece pero ahí está, saludando-se hizo un pequeño silencio-. ¿Y tú? ¿De qué grupo eres?

-Alma perdida, ligón de turno... 

-¿Solo ante el peligro? -asintió-. Tengo tantas preguntas que hacerte -dije mirándole, no podía estar más guapo-.

-¿Esta noche? ¿Habrá algún bar bueno que puedas enseñarme y en el que pueda invitarte a cenar?

-Alguno hay pero no te llevaré para que te arruines. Tú vienes, yo invito. ¿Hecho?

-Bueno, ya veremos... -dijo sonriendo mirando a la nada y dándose la vuelta en la toalla-.


Un alma solitaria totalmente rota, me apuesto lo que sea. Me doy la vuelta y cierro los ojos. Sonrío pensando en lo feliz que soy por tenerles a ellos en mi vida. Puedo sentir el calor del sol sobre mi piel, el olor al agua de la piscina, el ruido de vida, de niños y no tan niños corriendo y riendo pero lo que más siento es que tengo miedo a avanzar un solo paso con Pablo porque sé que tiene que irse y esto tendrá fecha de caducidad. Sé que si me acostumbro a él echaré de menos sus besos y caricias en noches eternas. Y luego está mi madre, que está por encima de todo pero aquí estoy, en la piscina. ¿Estará bien? Debería llamarla...


-¡Dios! -digo mientras noto agua fresca por mi espalda. Es Christian que ya se ha dado un baño- Está helada, idiota.

-Lo siento, enana, pero tu espalda lo agradecerá -dijo depositando un beso en ella-. Te quemarás si no te pones nada. ¿Quieres? -dijo señalando el bote de protector solar. Asentí y comenzó a echarme una poca en la espalda-. Señores, les presento el paraíso.

-Qué tonto eres -dije riéndome descontroladamente-. 

-Voy a refrescarme -dijo Pablo mientras corría hacia el agua-.

-¿Que te parece Pablo? 

-Me gusta, me gusta como te mira -suspiró-. No sé si podré quedarme a ver esto desde la grada, Anna -¿qué?-. Yo... te sigo queriendo y, joder, daría todo por tenerte conmigo, por poder hacerte feliz.

-Ya lo haces.

-No, no hago una mierda porque no puedo.

-¿Qué no puedes?

-Quererte -dijo mirándome a los ojos y algo se me removió por dentro. Recuerdo las palabras de mi padre: "a veces hay que aprender a valorar lo que tienes, cariño" y... le besé-.


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