♢ 𝑫𝒂𝒏 𝒕𝒉𝒆 𝒅𝒂𝒏𝒄𝒆𝒓 ♢

348 31 1
                                    

¡!: mención al suicidio y escenas subidas de tono.

Dan tenía extremidades muy largas
De día a día
Colgando en un acantilado

Miré hacia abajo, viendo la infinidad de metros que había hacia abajo. Suspiré y estiré las piernas, el calor era sofocante en el desierto a esas horas, aunque tenía claro que dentro de poco el frío me calaría los huesos.
Volví a mirar hacia abajo, el impulso de saltar hacia el vacío se hizo presente, pero sabía de sobra que no soy así de valiente, nunca lo he sido y nunca lo seré.
Escuché un par de pasos pero no le tomé importancia, pensando que eran un par de monstruos, no le tomé importancia hasta que escuché una voz conocida.

—¿Cyno, que haces?

La voz que tanto amaba se hizo presente en el lugar.

—Alhaitham. Solo pasaba el rato.
—Vamos.

Me estiró la mano y yo la agarré con ganas de no soltarla jamás. Nos sentamos debajo de un árbol, intentando refugiarnos del sol, Alhaitham me miró a los ojos y mi corazón volvió a latir con fuerza.

—¿Qué te pasa?
—No me pasa nada.

Un silencio se apoderó del momento.

—No me mientas.

Confío en Alhaitham, confío en el más de lo que confío en mí mismo.

—Estoy cansado.

Pasó su brazo por mis hombros y me acercó a él, mientras que yo le abrazaba con fuerza.
Estuvimos así un rato, hasta que decidió acompañarme a mi casa, cuando llegamos a la puerta, usé toda mi fuerza de voluntad para despedirme con una sonrisa en mi rostro. Cuando cerré la puerta recordé aquel acantilado y las ganas de volver crecieron considerablemente, pero entonces recordé ese pelo grisáceo y esos ojos verdes.
Recordé lo feliz que era junto a él, de como latía mi corazón y como podía estar horas y horas con él sin cansarme.
Lo amaba, y lo amaba más que a la vida misma.

Escuché mi puerta y al abrirla vi a Alhaitham, lo dejé pasar y sin escrúpulos me dijo que me amaba, que quería estar conmigo el resto de sus días, fui la persona más feliz del universo, me lancé hacia él y ambos reímos, nos besamos y pasamos la mejor tarde de nuestras vidas.

Nunca había podido ser yo mismo fuera de mi casa, cuando cruzaba la puerta mi actitud cambiaba por completo, pero cuando me mudé con él me di cuenta de que siempre podría ser yo mismo y que nunca me juzgaría.
Con Alhaitham no necesitaba fingir, y él tampoco, ambos nos conocíamos como mejor que cualquier otra persona, lo bueno y lo malo.

Le había abierto mi corazón después de tanto tiempo, mis preocupaciones, mis aficiones, mis gustos, todo. Sentía como si me hubieran quitado una capa que me mantenía encerrado en mis pensamientos, pero cuando él llegó, se aseguró de quitar esa capa con cuidado de no dañar lo que había dentro.

Ambos nos encontramos tumbados en el sofá, él leía un libro y yo dormía abrazado a él. Escuché como cerraba el libro y segundos después noté como sus brazos me rodeaban y dejaba pequeños besos en mi cabeza.
Abrí los ojos con pesadez y lo miré.

—¿Te he despertado? Lo siento mucho.
—No, no te preocupes.

Sonreí y besó mis labios con delicadeza.
Poco a poco el beso se fue convirtiendo en un beso húmedo y el calor en mi cuerpo comenzaba a ascender.

—Alhaitham...

Lo único que detenía el beso eran nuestros jadeos y suspiros, los ojos de Alhaitham tenían un brillo especial, un brillo que pocas veces veía en su cara.

—Eres perfecto, ¿lo sabías?

Comenzó a besarme el cuello y el placer se apoderaba de mi cuerpo poco a poco.
Asentí con los ojos cerrados y una mai en la boca, intentando no soltar ninguna clase de ruido.
Alhaitham me quitó la mano de la boca y la puso contra el sofá, dejó de besarme el cuello y me miró a los ojos. Tenía una mirada dominante, con tan solo observar sus ojos un escalofrío recorrió mi espalda. Se acercó a mi oído y sentir el vaho me hizo jadear.

—No estés en silencio, disfruta, cariño.
—Lo siento.

Me quitó mi camisa y segundos después se quitó la suya.
Pasé mi mano por su pecho, bajándola hasta sus abdominales.
Miré hacia su entrepierna y vi que había un bulto bastante notable, le miré y vi que él concentraba su vista en mi cuello.

—¿Qué ocurre?
—Puede que tengas un chupetón no muy discreto en el cuello.

Me puse rojo como un tomate, pero después de unos segundos se me olvidó completamente. Sentí como me quitaba el pantalón, se detuvo y me miró.

—¿Puedo?

Solté una carcajada y lo besé.

—Claro que puedes.

Sonrió y volvió a besarme.

...

Al abrir los ojos pude ver que seguíamos en el sofá de Alhaitham.
Me puse rojo como un tomate al recordar todo lo que hicimos a noche, y una oleada de vergüenza me invadió cuando vi que tenia la camiseta de Alhaitham puesta, mientras que él tenía el torso desnudo.
Noté como se movía un poco mientras abría los ojos.
Me besó y una sonrisa apareció en su cara.

—Buenos días.—Me dijo.
—Buenos días.
—¿Qué hora es?

Miré el reloj, que marcaban las ocho de la mañana.

—Las diez y media.
—¿Tan tarde? Mierda, tengo que irme.

Al levantarse miró el reloj y me miró con una expresión seria.

—Muy gracioso.
—Pues si.

Comencé a reír y noté como me agarraba del tobillo para tirarme del sofá, cosa que consiguió sin mucho esfuerzo.

—Te odio.
—Mentira, me amas.
—Ya quisieras.

Intenté irme pero unas manos en mi cintura me detuvieron.

—Me amas.—Me dijo.

Lo besé y unos segundos después me separé de su agarre para ir directo a la cocina.

—Solo un poco, no te hagas ilusiones.

Recordé aquella escena que no vivía hace meses, muchos meses, ese acantilado con cientos de metros de altura, mis piernas colgando de aquel acantilado, pensando si sería una buena idea hacer lo que mi corazón decía.
¿Cómo había podido cambiar tanto en unos meses?
A veces, las ganas de volver a aquel acantilado aparecen en mi corazón, pero ahora tengo un hombro en el que llorar y unos oídos dispuestos a escucharme en todo momento, y estaba realmente agradecido con eso.

🎉 Has terminado de leer Dan The Dancer || 𝐂𝐲𝐧𝐨𝐭𝐡𝐚𝐦 🎉
Dan The Dancer || 𝐂𝐲𝐧𝐨𝐭𝐡𝐚𝐦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora