26 - La calma después de la tormenta

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Abrió los ojos con lentitud, sintiendo a claridad de la mañana, pero no se movió de la cama, quería cerciorarse de que estaba totalmente sola. Al no escuchar sonido alguno, simplemente se paró y caminó hacia el espejo. 

Examinó su cuello, no había ni una marca. Aún podía sentir las manos de su primo estrangulándola, la falta de aire, pero no había evidencia de que casi había perdido la vida la noche anterior. Todo había sido curado, borrado, como si nunca hubiera pasado. Sonrió de manera irónica, ser un noble y tener un sanador a la mano era muy útil si querías abusar de alguien y mantenerlo en secreto. 

Miró sus manos, la sensación de impotencia por no poder defenderse, por no tener la fuerza suficiente, era enorme. Maldecía tener este cuerpo tan débil, era tan frustrante. Bethel entró al poco rato cargando una bandeja con su desayuno. Apenas la soltó fue corriendo hasta ella y la abrazó. 

—¿Estás bien? —preguntó con preocupación— Escuché a escondidas cuando el señor Ellies le contaba a su padre que vino a saludarte anoche y tú colapsaste de repente.

 Bethel era tan inocente, al igual que todos los demás. El dulce Ellies había venido a saludar a su prima luego de regresar de la capital. ¿Acaso a nadie le parecía extraño que él entrara en el cuarto de su prima en la noche? Al final, aunque fueran familia, eran un hombre y una mujer a solas y si sus padres no hubieran escogido a Kadir como su futuro esposo, la otra opción hubiera sido Ellies.

 —Hice de todo para poder verte, pero se armó demasiado revuelo y el sanador al salir ordenó que solo te dejaran descansar —suspiró— dijo que nadie podía entrar hasta que descansaras lo suficiente.

 Aunque estaba bajo las órdenes de esta horrenda familia, el sanador había demostrado algo de amabilidad. Con esa orden garantizaba que al menos Ellies estuviera alejado por un rato. Bethel seguía hablando, pero Aylah ni siquiera le prestaba atención, tenía la cabeza en otra parte. Estaba pensando en cosas más complicadas, en algún momento debería haber alguna manera de salir de esta propiedad y esa sería una buena oportunidad para no regresar. No podían tenerla encerrada aquí para siempre, no sin una buena excusa. Había escuchado cerca de la boda y su nombramiento como la princesa heredera, pero nadie había mencionado una fecha para que se celebraran ninguno de estos eventos, así que no parecía que fueran a suceder en un futuro próximo.

 —Aylah, se enfría el desayuno— insistió su nana con dulzura.

 Le dirigió a Bethel una triste mirada y simplemente se volvió a meter en la cama. No tenía apetito, no creía que nada fuera capaz de pasar por su garganta. Se tapó la cabeza con la sábana como una niña malcriada, ignorando a su nana y se acurrucó tratando de organizar sus ideas. 

—Pequeña, no tenía idea— dijo Bethel sentándose en la cama y acariciando su cabeza por encima de la sábana— No sabía que la partida de Kadir te afectaría tanto.

 Aylah no se movió, si eso era lo que su nana creía, estaba bien. No la iba a contradecir, es más, le convenía que pensara así. Su estómago se retorcía al actuar de esta manera, por manipular a alguien así, por dejarla pensar de esta manera sin arreglar el malentendido. Sabía que en algún momento sería castigada por su actuar, pero por el momento su prioridad era sobrevivir a toda costa y esta pobre señora era su única esperanza en este lugar. 

Durante el resto del día se negó a comer de manera obstinada, solo permaneció en la cama estrujando su cerebro en busca de ideas y planes, pero nada se le ocurría. No tenía como burlar los guardias que custodiaban fuertemente el lugar y aunque lo hiciera no tenía ni idea de lo que haría después. Ya estaba oscureciendo cuando sintió la puerta abrirse, sacó la cabeza de debajo de la sábana alarmada, estaba aterrada de que fuera Ellies quien entrara. Bethel entró sin notar el suspiro de alivio que salió de los labios de Aylah al verla.

 —Te traje algo especial —dijo acercándole un plato.

 Ella lo miró curiosa, tenía un dulce redondo cubierto de almíbar. El olor a vainilla era muy familiar y también la textura gelatinosa. Tomó la cuchara y la llevo a su boca. El dulce se derritió de inmediato dándole una sensación de enorme satisfacción. Reconoció de inmediato la textura suave que se deshacía en su boca, era un flan. Un delicioso calor se extendió por todo su cuerpo, como si el azúcar la llenara de alegría de repente. Quizás esto despertaba algún buen recuerdo de su vida pasada. Siguió cucharada tras cucharada hasta acabárselo todo mientras Bethel la miraba disfrutando el hecho de que al fin estuviera comiendo algo.

 —Vamos a hacer un trato, cada vez que comas toda tu comida te traeré uno— sonrió, Bethel acariciando su cabeza como si de una niña pequeña se tratara— será nuestro secreto.

 Secretos, guardaba tantos ahora mismo. Si pudiera compartirlos, tal vez todo sería más sencillo. ¿Cómo se sentiría desahogarse? Dejar salir todo, sus preocupaciones, sus preguntas, la realidad acerca de su identidad. ¿Sería capaz en algún momento de poder contarle a alguien todo?

 —¿Puedes dormir conmigo esta noche? —preguntó Aylah de repente sorprendiendo a Bethel— Es que... tengo pesadillas en las noches —bajó la vista mientras apretaba las sábanas, no era capaz de mentirle a su nana mirándola directamente a los ojos. 

La verdad era que no quería quedarse sola en la noche. Sabía que sería incapaz de dormir con la constante preocupación de que Ellies se colara en su habitación. Esta era la única manera en la que podía pedirle ayuda, mintiendo.

 —No lo creo —negó Bethel con pesadumbre— los pocos sirvientes que te somos leales hemos podido mantenernos aquí manteniendo un perfil bajo, si el conde escucha que soy demasiado cercana a ti, me temo que podría separarnos.

 Aylah no dijo nada. Ya había agotado su último recurso. Dio un largo suspiro y miró a su nana que tenía una extraña expresión en su rostro. 

—Pero si hay algo que puedo hacer —dijo sonriendo con dulzura— ¿Qué te parece si en la noche te acompaño hasta que te duermas?

 Aylah asintió, no era mucho, pero al menos sabía que Bethel estaba haciendo todo lo posible por estar a su lado. Al menos esto le traía un poco de calma, aunque solo se tratara de algo pasajero. Ellies no parecía el tipo de persona que se detendría, ella era su objetivo, su presa. Ahora el peligro podía presentarse en cualquier momento y lugar, acechando en la oscuridad.

Destinada a renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora