Capítulo 5

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Los Hyde...

— Es peor de lo que creía...— dijo Maya, mirando a un punto fijo. Lisa la miró asustada y luego miró a Samael y Adiel, que en respuesta se encogieron de hombros. — ¿Te estás cogiendo a unos tipos que tienen como, qué ¿cientos de años? ¿Qué te pasa? — volvió a hablar Maya, elevando un poco la voz.

Lisa la miró y dio un gran suspiro llevándose la mano al pecho. — No me hagas eso...

— ¿Qué? — preguntó Maya divertida con una sonrisa

— Me asustaste, estúpida.

— Yo no tengo la culpa de que te estés cogiendo a un demonio y un ángel... alto, ¿cuántos años tienen?

— Si, bueno... unos pares de cientos. Pero, si cuentas los años que pasamos como mortales, al menos en mi caso, — dijo mirando a Adiel— son como unos veinti largos... creo que casi treinta.

— En ambos casos está mal. — dijo mirando a Lisa

— Por qué te sorprende más que tengan cientos de años y no el hecho de que son un demonio y un ángel. — preguntó Lisa con el ceño fruncido.

— Porque me dijiste que ahora son mortales, lo divertido ya no lo tienen y sean lo que sean no cambia mi percepción sobre ellos, son buena onda.

— Bueno... cosas divertidas tienen...

— Elizabeth.

— Ya, ya...— rio— Y... ¿Ni siquiera vas a preguntar por qué están conmigo?

— Esperaba que me cuentes tú...

— Si... Bueno, am...

— La salvamos dos veces de que casi la-

— Samael...— lo regañó Lisa.

— ¿Qué? ¿No es lo que pasó?

— Resumido, me salvaron, más de una vez.... y fueron... momentos importantes.

— La chaqueta era de Samael, ¿verdad?

— Si... Adiel comenzó a seguirlo porque pensaba que algo malo iba a hacer, ya sabes... demonio. Se quedó para vigilarlo, pero...— dijo mirando a Adiel

— Pero, luego me di cuenta que es demasiado tonto como hacer algo malo. — dijo Adiel

— Ey. — se quejó Samael

— Solo bromeo...-- rio Adiel— Nunca harías algo malo...

— Eso...— dijo orgulloso Sam

— Eres muy tonto...

— ¡Ey!

— Bueno, eso sería... Me salvaron y me protegen.

— Genial... Ya quisiera tener yo unos así.

— No solo me protegen a mi...

— Quién habló de proteger...— Lisa rio y golpeó su hombro en forma de broma— ¿qué?

— Que estúpida eres...— sonrió Lisa

— Entonces... Ahora que están bien. ¿Ponen la mesa para el desayuno?

— Claro. — dijo Maya con una sonrisa, levantándose a buscar unas tazas y dirigiéndose hacia la mesa.

Se acercó Samael y Maya se sentó.

— Mira... ésta es su silla, — explicó Samael, sentado frente a Maya en una silla igual a las demás. De madera oscura, con apoyabrazos a sus lados. El asiento y el respaldo estaban recubiertos con una tela suave, de color marrón claro. Pero ésta tenía la particularidad de que su tela era roja. — se pone bastante...

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