Capítulo 30

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—No te quites la bufanda, te vas a enfermar —regañó Dakota, viendo como Ravi corría delante de ella, cruzando las cercas de la casona que separaban el jardín delantero de la carretera. Habían regresado de su visita a la biblioteca.

—Este tejido de la abuela va a asfixiarme —se quejó Ravi.

Daka soltó una risa mientras buscaba sus llaves.

—Ojalá la abuela haya preparado chocolate caliente —murmuró la pelinegra, entrando junto con Ravi. Para buena suerte de ambos, la puerta del hogar de las ancianas estaba abierta, así que entraron sin tener que esperar a que las viejecillas oyeran el llamado.

—Mi sentido del olfato me dice que si hay chocolate caliente —avisó Ravi mientras colgaba su abrigo en el perchero al igual que Daka.

La ojiazul iba a responder, pero sus palabras fueron cortadas por unas risas que llegaron desde el comedor. La chica frunció el ceño y agudizó un poco más el oído cuando escuchó la voz de un hombre, preguntándose porque sonaba tan familiar.

—Espera... ¿papá? —preguntó a la nada y como si su cuerpo fuese un torbellino, corrió hasta el comedor, arrastrando consigo a un aturdido Ravi.

En la mesa se encontraban ambas ancianas, Bill, Tom y quien menos esperaba Daka: su padre. Verlo sentado y riendo había sido algo que logró sorprender a Dakota, pero no lo suficiente como para ponerla rigida y dejarla inmóvil de la impresión.

—¡Papá! —exclamó Daka a penas lo vió, sonriendo mientras extendía sus brazos.

—¡Kotita!

Él hombre se levantó lleno de felicidad para ir directamente a abrazar a su hija.

—¿En qué momento llegaste? —preguntó la ojiazul, sintiendo la calidez de los brazos de su padre.

—Apenas, hace un par de horas. Tu abuela me dijo que estabas cuidando de un niño —padre e hija se separaron, solo para que Daka buscara con la mirada a Ravi y lo encontrara con los demás, comiendo galletas en la mesa.

—¡Oh, no! ¡Abuela, dime que no tiene maní! —gritó Dakota, sacándole la galleta de la boca al niño.

La anciana se rió y negó, logrando que Daka suspirara aliviada y le devolviera la galleta a Ravi.

—Lo siento, no quiero que mueras mientras estés a mi cargo —murmuró la chica y le sacudió las migajas al niño.

—Me aseguré con anticipación de que no tuvieran maní, descuida —soltó el niño y Dakota asintió, levantando la mirada para por fin ver al par de hermanos que estaban sentados en la mesa.

—Veo que también los llamaron —la chica sonrió levemente y se sentó junto a su padre, asegurándose de no mirar a Tom porque no quería hacer ninguna mueca indebida.

—Siempre hace falta una merienda en compañía cuando es invierno. No quiero que pasen las nevadas tristes —comentó la abuela con voz cálida.

Daka asintió y recibió una taza de chocolate caliente.

—Gracias.

—Tú abuela tiene razón y por eso mismo yo tenía algo planeado para estas fiestas —soltó el padre de Daka, cuyos ojos azules brillaban con emoción—. Iba a comentarles a todos antes de que llegaras, pero es mejor si estamos todos juntos.

—Deja de darle tantas vueltas —molestó Daka, esperando con una sonrisa a que su padre hablara.

—En el trabajo conocí a alguien que tiene una casa en Schwarzwald, dijo que podía prestarmela durante fiestas porque no la usará. Y ya que estamos todos aquí, pensé que sería buena idea pasar la navidad y año nuevo ahí —comentó con voz animada. A Daka no le pareció mala idea, hasta que se dio cuenta de que su padre estaba invitando a Bill y a Tom también. Dakota no tenía problema de estar con Bill, pero Tom era un asunto a parte.

—Es una idea genial —soltó Daka, actuando normal mientras untaba mantequilla en sus tostadas—. Si la casa tiene calefacción entonces la abuela y la señorita Darcy estarán felices —completó y se escucharon las risas de todos.

—Nosotros agradecemos la invitación, nuestros padres no podrán venir este año, así que no planeabamos hacer mucho de todos modos —habló Bill con una sonrisa y un tono bastante gentil mientras Tom solo asentía y sonreía a su lado. De pronto, Daka se golpeó mentalmente por pensar en su incomodidad al estar en el mismo viaje familiar con Tom.

—Entonces está decidido —celebró el hombre, abrazando fraternalmente por los hombros a su hija—. Traje el auto, así que creo que entraremos todos si nos acomodamos

—¿Lo dejaste en el garaje? —preguntó Daka y le dio un sorbo a su chocolate, haciendo una mueca cuando se quemó la lengua. Casi por instinto levanto la mirada, para encontrarse con Tom riendo disimuladamente, cosa que la hizo aguantarse el rodar los ojos.

—Sí, si la dejaba afuera iba a amanecer debajo de la nieve.

—Es una linda idea la del viaje, pero me temo que tengo que rechazar la invitación por esta vez, Rudiger —habló la señorita Darcy—. Mis hermanos llamaron por la mañana y me invitaron a pasar las fiestas con ellos. Es raro ver a la familia cuando eres tan mayor como yo, tengo que aprovechar este año —dijo y soltó una risa de viejecilla bastante animada.

—En ese caso, espero que pase unas agradables fiestas, señorita Darcy —dijo Rudiger con una agradable sonrisa.

—¿Yo también puedo ir con ustedes? —preguntó Ravi.

Daka lo miró y sonrió levemente.

—¿Planeas dejar sola a tu abuela? —preguntó Daka con un tono bromista— Además recuerda que tus padres prometieron venir a pasar fiestas contigo. No creo que quieran llegar con tus regalos y no encontrarte en casa.

Ravi pareció recordar aquello y asintió con una dulce sonrisa.

—Es cierto, lo había olvidado.

—Prometo traerte un souvenir.

—Trato.

—Trato.

Más tarde, el padre de Daka se ofreció a llevar a Ravi de regreso a su casa, así que ni Daka ni Ravi tuvieron que torturarse con el frío del autobus. Para la noche, ya cada quien estaba en su cama, hasta Rudiger porque le habían entregado su antigua habitación en el primer piso. Fue una noche fría en Magdeburgo, pero para suerte de todos los que estaban en la casona de la vieja Brechbühl, las camas y las habitaciones se encontraban más cálidas y reconfortantes que nunca.

CAOS INMARCESIBLE [TOM KAULITZ] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora