23. Palabras

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Era el 20 de abril del 2021, estaba en el baño cuando escuché el sonido de una llamada al celular de mi madre. Contesta, era su cuñada.

- Aló, dijo mi madre. Un par de segundos de suspenso, interrumpidos por un grito angustiante.

- ¡Está muerto!, ¿Cómo pasó? - gritó ella, mientras lloraba.

Solía pensar que un día llegaría, mi padre siempre tenía accidentes. Cuando se embriagaba o sobrio. También se metía en problemas. Entonces era una posibilidad. De hecho yo decidí permanecer cerca de él, para evitar que algo así pasara. Era mi forma de cuidarlo. Porque quizás si desaparecíamos enloquecería.

Pero no pensaba así entonces, en ocasiones soñaba que me acompañaba al altar. O que cargaba a su nieta, porque amaba a las niñas. Me robaron ese sueño.

No solo a mí, sino a mi madre. Ella aún guardaba el anhelo de que él cambiaría. Días antes habían salido a comer un helado. Habían planeado que hacer con nuestra casa, estaban haciendo planes juntos.

Me había dicho que ese día iría a vernos. Entonces, ¿Porqué lo hizo? ¿Por qué se quitó la vida?

Sentí coraje, por haber elegido el camino más fácil. ¡Rendirse! Dar la noticia a mi demás hermanos fue lo peor. Aún estábamos en pandemia, no podía haber aglomeraciones de personas, así que fue un grupo muy pequeño quien despidió a mi padre.

Fue algo rápido, a mi me urgía que todo acabe rápido. Lo interpretaron como que no lo quería, pero a la verdad es que ya no aguantaba más. Estaba a punto de desmoronarme. El cuerpo de mi padre fue trasladado en el cajón de un carro, verlo mover como una gelatina, como si fuese un saco de basura. ¡Fue espantoso!

La familia se unió para colaborar con su ataúd, y mi abuelo en su juventud había preparado nichos para toda la familia. El Lugar que le dieron, fue a un lado de mi hermano Andrés.

Las razones por las cuales se desvivió, son desconocidas para mi. Hay tantas historias que no tienen sentido. Porqué haría tantos planes justo ese día, no comprendo. Quizás era algo que ya rondaba mucho tiempo en su cabeza, y algo lo impulsó ese día. Con la muerte de mi hermano, no había día en que no visitase su tumba y el lugar del accidente. Aún así, que egoísta fue al irse, sin decirnos adiós.

Aunque luego supe que pasó horas desangrándose, no recibió ayuda inmediata. De hecho solo fuimos avisados, hasta que falleció. Primero se ocuparon de limpiar el lugar. Que conveniente para esa persona que le acompañó en su lecho de muerte. Sigue rondando en mi cabeza que tuvo algo que ver, pero no tengo pruebas.

¿Por qué no llamaría a una ambulancia?, ¿Por qué tuvo que elegir no hacer nada? No puedo perdonarle aquello. Ese hombre ha hecho tanto daño a la familia. No me sorprende absolutamente nada de él. La ambición ha nublado su juicio. Con tal de tenerlo todo, es capaz de todo.

Hay momento para acudir a la prudencia. Pero muchos no la hallaron, ni tan solo un poco. Hubo una página de noticias sensacionalistas. Más exagerados que la crónica roja del periódico. Subieron la foto mal censurada de mi padre tirado en el suelo con un charco de sangre a su alrededor en la entrada de nuestra casa del campo. Con un texto que le acompañaba llena de suposiciones.

También, quienes se creía jueces con el derecho de mencionar en los comentarios el mal proceder de mi padre. ¡Se lo merece, bien hecho. Ese hombre era malo con su familia! Procedía a bloquear a esa mujer infame. Tampoco faltaron quienes le decía a mi madre que no publique nada en redes, que no diga que ama a un hombre que la maltrataba por años. Y tampoco faltó quién le decía que no llore.

¡Cómo se atreven, con ella no debieron meterse! Tuve que contenerme, para no mandarlos al carajo a todos. Siempre se creen con el derecho de opinar lo que quieren, ni en un momento tan doloroso tuvieron compasión.

Pero el reloj no se detuvo para nadie cuando murió mi hermano, y no se detendría ahora. Y menos por alguien a quien la mayoría opinaba que no valía la pena. Pasaron 2 días y ya estaba sirviendo en la iglesia. No tienes idea de lo que se siente que las demás personas hagan como si nada. Ni el mínimo esfuerzo de abrazarte, pareciera que no hubiese pasado nada. No pedía que lloren conmigo, solo que por respeto intenten decir algo. Pero solo hubo silencio.

Comencé a estar muy irritable a partir de entonces. Asumí que si yo perdiendo a mi padre estaba sirviendo con fidelidad, las excusas de los demás para no hacerlo, no servían. Me convertí en un huracán, arrasándolo todo a mi paso. Solo durante el día, porque llegando a casa en la soledad de mi habitación Y ahora durmiendo en la cama que era de mi padre (hasta el momento no tenía dinero para comprarme un colchón, dormía en uno de esponja que ya podía sentir los barrotes de la cama, así por varios años). Un colchón nuevo, a que costo. No podía dormir, sentía que no podía permitirme aquello. Si mi padre no hubiese muerto, yo no estaría en esa cama tan cómoda ahora.

No sé si su energía pesada se mantenía en ese colchón, pero empecé a tener pensamientos suicidas. No quería salir de ese lugar. Experimenté el hecho de repasar una y otra vez varios pensamientos que me hacían daño. Me deprimí como nunca lo había hecho. Esta vez me aislé de todos, y quienes trataban de aconsejarme solo me apoyaban con la idea de abandonar toda responsabilidad en la iglesia. Así que menos mal no escuché, porque era lo único que me motivaba a leer la biblia. En casa cada quién vivió el duelo en su propia habitación solitaria.

Mi padre dejó muchas deudas, mucho papeleo por arreglar. Siempre me he responsabilizado por lo que él dejaba a un lado. Su familia, deudas, y ahora abandono.

Me sentía culpable, muy culpable por como terminó todo. Venían esas palabras a mi cabeza una y otra vez. Lo maldije: - ¡Se quedará solo! - fueron mis palabras cumplidas. El peso de aquello me atormentaba a diario.

Tratar de encontrar un propósito en todo lo que estaba pasado era bastante difícil, realmente esperaba otro final. Solo deseo con todo mi corazón que mi padre y hermano estén juntos, que ambos hayan tenido la oportunidad de arrepentirse antes de morir. Porque ese también era mi tormento por un buen tiempo.

En ese punto de mi vida, no solo tenía que lidiar con el dolor de una pérdida importante en mi vida. Sino también con fantasmas del pasado. La obra que inició en mi tenía que ser terminada, así que no podía quedar nada sin resolver.

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ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora