𝑰𝒎𝒑𝒆𝒓𝒊𝒖𝒎 [Law x OC]

1. R E D E M P T I O

— ¿Ya está? ¿Eso es todo lo que tiene ofrecer el famoso Niño Prodigio?

— ¡Cállate!— escupió la sangre que se le había acumulado en la boca y trató de ponerse en pie. Inútil: tenía la rodilla rota. 

— Es una lástima, pero voy a tener que informar  sobre tu incompetencia a...

— ¡Que te calles!

Hizo un acopio de fuerza de voluntad, y apoyando el peso sobre los brazos magullados, se impulsó para volver a tenerse sobre la pierna izquierda. 

— ¡Todavía no estoy muerto!— rugió, dejando que el dolor le arrancara las lágrimas de los ojos. 

Él, por su parte, hizo un esfuerzo inútil por contener una sonrisa orgullosa. Ahí estaba. El niño que tenía todas las de convertirse en el orgullo de la Familia Donquixote. 

1. REDENCIÓN

El destello de la pantalla fue como un rayo rompiendo el cielo de una noche sin estrellas, lo suficientemente deslumbrante como para obligarme a abrir los ojos, devolviéndome a la realidad de una bofetada que me hizo recuperar el control. Quien quiera que fuera el capullo que llamaba a aquellas horas, me acababa de salvar de otra muerte horrible.

El trance que me asediaba el cuerpo después de cada pesadilla me recordaba con una nostalgia amarga lo cruda que era mi vida, y aunque casi nunca recordaba los motivos por los que me despertaba sudando y con el corazón a punto de salírseme del pecho, una parte de mí prefería volver a esa tortura con tal de no tener que afrontar un día más en aquel cuchitril de mierda al que me veía obligado a llamar "hogar".

Con suerte, si nadie me mataba antes en el portal de casa, en una semana podría aprobar el examen que me abriría las puertas al mundo universitario, y de ser el caso, lograría seguir los pasos de mi padre. Pero antes, necesitaba reunir toda la documentación pertinente, lo cuál era un poco complicado teniendo en cuenta que "Trafalgar Law" no existía en el registro civil hasta hacía relativamente un par de años.

Tampoco era por falta de medios, a fin de cuentas, llevaba toda mi vida utilizando documentos oficiales falsificados. El único problema era que para hacerme con uno, había que abonar un capital que ya me había fundido. Por otro lado, encontrar trabajo en el barrio con más tasa de desempleo de Nueva York, sin más experiencia laboral que la de asesino a sueldo, estaba siendo un poco más complicado de lo que había calculado. 

Sin coche, sin trabajo y sin dinero para pagar el alquiler, el sueño americano del que tan bien había oído hablar hacía dos años, me estaba pareciendo una mierda digna de récord Guinness. 

Aquel era mi precio a pagar por todo el sufrimiento que había causado durante quince años. Algunos lo llamaban karma. A mí, por egoísta que pareciera, me gustaba pensar que era una redención que me ayudaría a expiar mis pecados.