𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏𝟓

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Transcurrieron algunas semanas desde aquel acontecimiento frente al Diporto, en el transcurso de los días Agatha enviaba algunas esquelas a su pareja preguntándole por su ausencia, de cierta manera pensaba que aquel día en particular se había pasado de estúpida, sin embargo, a sus carta nunca obtuvo respuesta.

Las veces en que salía a comprar o a dar una vuelta por el pueblo no se encontraba con Heraclio o Calixto, era como algo se los hubiera tragado devolviéndolos a la madre tierra Gea, en ocasiones terminaba a las puertas del coliseo buscando aunque fuera algún mínimo rastro de los chicos, pero no obtuvo nada, tampoco había tenido raros sueños que a veces le hacían cuestionarse si se estaba volviendo loca, alucinaba o deliraba a causa de alguna enfermedad terminal. Su mente era un caos, pero su corazón sensible se sentía agradecido por aquella liviana paz que el cosmos le había brindado.
Era un lunes, cuando los fanales marrones observaron a través de la ventana como el sol era ocultado por un cúmulo de nubes grises que aparecieron de la nada. Una de las chicas con las cuales cosía le llamó la atención para que regresara al mirada al frente y no terminara lastimada como la vez pasada, agradeció el gesto de la más joven para dispersar la sucesión de pensamientos que le saturaron la mente y poder terminar el trabajo de aquel día.

—Agatha, ¿Que ocurre? Estas muy distraída últimamente— La mayor del grupo colocó su mano sobre el trabajo que la castaña realizaba para así detenerle con sutileza.— Si la mente está hecha un lió, la costura también ¿Recuerdas?— Con delicadeza retiró la tela de entre las manos de la chica haciéndole que le prestara atención, con cuidado acomodo el mechón de cabello y le sonrió.— Y bien ¿Que te aflige?

La delfiense le miró de una manera neutra y calmada, una parte de ella quería decir todo lo que por su mente pasaba, lo que sentía, sus inquietudes y también los acontecimientos que le hacían perderse en un mar de pensamientos, sus labios se abrieron levemente, despacio, como si su mente estuviera eligiendo las palabras correctas para poder decir lo que había estado ocurriendo en aquellos meses y semanas, pero, se detuvo. Sus labios no emitieron una sola palabra que no fuera un corto suspiro que quedó flotando en aquel ambiente incómodo que se formó entre ambas.

—Entiendo, no quieres hablarlo y tampoco estoy molesta por eso— La mayor del grupo tomó las telas comenzando a acomodar aquella costura mientras seguía conversando con la chica de tez trigueña.— Sin embargo, debes de hablar seriamente con Egan y resolver sus conflictos, pues son una pareja que se tienen la confianza y madurez suficiente para entender al contrario ¿No?

La castaña le miró, los ojos marrones dieron un pequeño brillo de esperanza y agradecimiento ante aquel comentario esporádico que le hizo replantearse muchas cosas a la vez en tan solo un par de minutos.
La tarde fue cayendo poco a poco, Agatha había terminado su labor, razón por la cual se despidió desde el umbral de la puerta de la morada para al final echarle una última mirada a la mayor de todas las chicas; quien le regaló una pequeña sonrisa como dándole a entender que siguiera con aquello que tenía pensado hacer, la delfiense correspondió el gesto para disponerse a salir del hogar y comenzar a caminar sin tanto apuro hacia el lugar de entrenamiento de los guerreros.
El cielo se fue tiñendo de lila con motitas que se asemejan el algodón, el vasto firmamento se fue convirtiendo en un lienzo con pinceladas rosadas que hacía resaltar aún más el imponente y sagrado coliseo, desde su posición podía escuchar las exclamaciones y vitoreos de los guerreros; seguramente ante la victoria de un combate, también percibió aquel ambiente lleno de algarabía que generalmente se esparcía por los alrededores, no lo negaba, esta generación de guerreros tenían un amplio espíritu que contagia a todos los ateniense. Sin embargo, sus pensamientos se vieron interrumpidos ante la imagen de su pareja junto a una desconocida chica de tez canela; a la cual le sostenía las manos con amor.

El cuerpo de Agatha quedó estático a unos cuantos centímetros de distancia, sus labios se entreabrieron y los orbes marrones se volvieron inquietos cuando la chica aventuro su mano hacia la cabellera café que tanto amaba acariciar, vio la mirada de la femenina y sintió un dolor en el pecho como si el corazón le pesara. Sus ojos se abrieron con sorpresa, casi como si estuviera viendo algún espectro salido desde el mismísimo Inframundo cuando la desconocida se inclinó un poco dejando un suave beso cercano a la comisura del labio de Egan, quien gustoso lo recibió sin ninguna queja, ambos se despidieron ignorando la presencia de aquella inocente alma que jadeo de dolor ante sus muestras de afecto frente a su persona.

Cuando Neith se marchó, el ateniense sonrió, respiro profundamente antes de volver a un costado al sentir una mirada insistente, sus ojos avellanos se abrieron con asombro y preocupación cuando notaron aquella fanales marrones que entre molestia y también dolor le miraban como buscando alguna explicación.

—¡Atha! ¿Desde cuándo estás ahí?— Preguntó al momento en que se giraba y aproximaba tratando de tomar aquella delicada mano que fue alejada y resguardada con recelo.— ¿Que ocurre amor?

—¿Que fue todo eso?— Interrogó ignorando las tantas preguntas que el contrario formulaba, la voz le tembló dentro de su cuerpo y tuvo que hacer de todo para no largarse a llorar en ese instante.— ¿Que demonios fue ese beso?

—Solo fue un simple roce Atha, no exageres— Respondió mirándole con fastidio. No es la gran cosa ¿Bien? Es normal hacerlo cuando somos amigos de la infancia y nos cono...

—¡Mentira!— Con aquella exclamación se aproximó hacia el chico. El ceño fruncido le hizo aparecer un peculiar surco en el mentón, que para las personas cercanas era un indicativo de cuan enfadada estaba la delfiense en estos momentos.— Tengo amigos cercanos en Delfos, compañeros de trabajos e incluso conozco chicos de diferentes naciones, extranjeros al fin y al cabo, con una cultura diferente a la nuestra y a ninguno le he permitido traspasar el umbral de la cercanía.

Tajante y con una voz firme habló Agatha, los orbes marrones, comunes y místicos a la vez; traspasaron aquellos peculiares ojos avellanos que inquietos mantenían la mirada clavada en la contraria.
Inconscientemente el ceño de Egan se frunció, detestaba cuando la femenina daba respuestas tan acertadas que le hacía casi imposible encontrar alguna excusa o mentira para encubrir la verdad, cerró los puños con algo de molestia y deseo que alguna maldita catástrofe ocurriera en ese mismísimo instante.

—Maldición, deja de ser tan dramática ¡¿Bien?!

—¡No soy dramática! ¡Solo estoy molesta por tu poca responsabilidad de poner límites!

Y así comenzaron a discutir. Comentarios hirientes que lastimaron a ambos, palabras que no eran sentidas de verdad y que terminaron de hacer que el cuerpo de los dos colapsara, que sus mentes se nublaran y que final aquellas palabras fueran pronunciadas sin una pizca de delicadeza ni mucho menos expresión de tristeza o arrepentimiento.

—¡Mierda! ¡Entonces terminemos esta maldita relación de una buena vez!

Los labios de la chica tez trigueña quedaron entreabiertos, el pulso se aceleró, comenzó a hiperventilar un poco y un pitido ensordecedor se hizo presente en sus oídos.

—¿Que...?— Fue lo único que pudo articular ante el estupor del momento.— ¿Por... que?

—Porque eres una dramática, te alteras por un simple roce. No se que diablos te hicieron creer las chicas con las que te la pasas, pero realmente es un fastidio tu constante insistencia. Maldición.

Pequeñas gotas caían en el exterior, el ambiente se sentía pesado y lúgubre

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Pequeñas gotas caían en el exterior, el ambiente se sentía pesado y lúgubre.
La madre de la delfiense se encontraba sentada en la cama de la menor mientras está sollozaba sin compasión ante lo ocurrido aquella tarde frente al coliseo.

—¡No soy dramática! Solo me molesto esa maldita cercanía entre ambos, ¡Maldición!— Entre algunos hipos hizo el intento de limpiarse las lágrimas que descendían por las mejillas hasta el peplo que llevaba puesto.— Duele. Duele mucho, porque él fue el primero de muchas cosas que nunca había experimentado en mi vida, fue el primero por el cual quise hacer algo distinto, por el cual tuve la iniciativa de hacer algo diferente ¡Fue el primero por el cual quise mejorar algunas cosas de mi!— Sollozo más fuerte sintiendo como la mayor le acariciaba el cabello como un modo de tranquilizarla. Se quedó hipando y cuando miro a su madre se le cristalizaron los ojos de nuevo. Mama... Él no fue mi primer beso, alguien más me lo quitó antes de conocerle y no se sintió igual al de Egan, ni el roce, si el tacto, las circunstancia, ni los sentimientos. Nada se compara a lo que sentí en ese momento. Se que no puedo retroceder el tiempo, evitarlo o negarme, pero... pero él no sabe que yo sustituí ese recuerdo por el suyo, que yo tome su beso como el primero a pesar de que fue el segundo, que cambie cada primera vez de algunas cosas por las segundas surgidas con él, yo disfrute andar por las calles de Atenas tomados de la manos sin miedo a que me juzgaran, que ame cada maldito segundo en que suspire por él y que con todo lo ocurrido; aun le sigo amando...

Un dolor agudo se instaló en el pecho de Agatha, era similar a como si le hubieran arrancado el corazón de un cuajo, las lágrimas seguían descendiendo sin tregua o descanso por sus mejillas, la madre le daba palabras de aliento mientras le seguía acariciando los ensortijados cabellos castaños, sin embargo, nada era suficiente, nadie ni nadie podía calmar aquel horrible dolor que se había arraigado en su ser ante esa inesperada ruptura que le tomó por sorpresa en aquella apacible tarde que tan solo quería solucionar las cosas.

...

El exterior se encontraba húmedo y frío, las gotas de la lluvia se deslizaban por los techos de algunos hogares y el murmullo del viento fresco entró meciendo algunas telas desperdigadas por la habitación de la delfiense.

La chica de tez trigueña se encontraba en medio de la cama con la mirada perdida, en el rostro se notaba el rastro de lágrimas secas, sentía la garganta reseca por todos los gritos y lamentos que expreso cuando su madre se retiró de emergencia hacia el hogar de un pobre moribundo. Agatha sabía que no iba a regresar esa noche, pero aun así anhelaba que ella estuviera para poder refugiarse en su pecho buscando el calor materno que tanto le calmaba.

Las lágrimas descendieron mientras un extraño hormigueo se esparcía por su nuca y cuello, un jadeo de dolor se escapó y el labio le tembló, un nuevo camino de llanto se formó mientras sollozos más fuertes se escuchaban en aquella silenciosa habitación, llevo sus manos hacia la zona de sus ojos para retirar el líquido salado que le entorpecía la vista. Entre algunos hipos se levantó con dirección a la ventana. La delfiense se apoyó en el alféizar mientras observaba aquel bello paisaje nocturno que la diosa Selene había creado para aquella noche, sollozo, el hormigueo en su nuca aumento, frunció el ceño con tristeza y cerró los puños hasta que los nudillos se volvieron blancos.

—Ese imbécil— Murmuró a la nada, los fanales marrones estudiaron el panorama mientras los recuerdos de cada momento se venían en cantidad a su mente.— Venga Agatha, esto no es nada. Simplemente es un pequeño desliz, vas a superarlo, como siempre— Con algo de fuerza se mordió el labio inferior evitando así que un sollozo se escapara, el viento hizo acto de presencia acariciando las mejillas mojadas y sintió un largo escalofrío que le llegó hasta los huesos.— No estas sola, no necesitas a nadie para ser feliz, solo... solo...

Y le fue imposible continuar con su propia charla motivacional, la voz se le estranguló en la garganta haciéndole imposible seguir. Agacho la cabeza con resignación mientras una lágrima silenciosa y cálida salía de su ojo izquierdo para deslizarse por su mejilla antes de llegar al mentón y posteriormente caer al alféizar de la ventana.

—¿Por qué?... ¿Por qué así, Eros? ¿Por qué maldito universo? ¿Por qué dioses?

ᴛᴡᴏ ᴛᴡɪɴ ғʟᴀᴍᴇs ᴅᴇsᴛɪɴᴇᴅ ɴᴏᴛ ᴛᴏ ʙᴇ ᴛᴏɢᴇᴛʜᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora