ES IMPOSIBLE ASUSTARTE
De camino a la escuela, sobre los adoquines acolchados por la nieve, karou no tuvo ningún mal presagio respecto a lo que le depararia el día. Parecía un lunes cualquiera, inocente excepto por su propia esencia de lunes cualquiera, sin mencionar que era de enero. Hacia frío y aun no había amanecido
—en el apego del invierno. La incesante nevada y lo temprano de la hora otorgaban a Praga un aspecto fantasmal, como de ferrotipo, toda plateada y cubierta de bruma.
Por la calle que flaqueaba el río, los travías y los autobuses circulaban con el estruendo típico del siglo XXI; sin embargo, en las calles más tranquilas, la paz invernal evocaba otra época. La nieve, los adoquines, la luz espectral, ls propias pisadas de Karou y el humo de su taza de café, estaba sola y abstraida en pensamientos mundanos: la escuela, tareas pendientes. Y cuando algún sentimiento doloroso se inmiscuía en sus pensamientos, desechaba la amargura con resolución, dispuesta a superarlo.
Sostenía la taza de café con una mano y con la otra mantenía cerrado el abrigo. De su hombro colgaba un portafolio de dibujo y sobre su pelo
—largo, suelto y de color azul eléctrico—se había formado un encaje de copos de nieve.
Era un día cualquiera.
Pero algo ocurrio.
Un gruñido, unas pisadas atropelladas y alguien que la agarraba por detrás, sujetandola con fuerza contra contra un robusto pecho masculino, a la vez que unas manos le arrancaban la bufanda y unos dientes—dientes—rozaban su cuello.
La estaba mordiendo
Su atacante la estaba mordiendo.
Con fastidio, trato de zafarse de el sin derramar el café, pero no pudo evitar que parte se vertiera sobre la nieve sucia.—Por dios, Kaz, quítate de encima—dijo bruscamente, volviéndose hacia su ex novio.
La tenue luz de la farola iluminada el bello rostro del muchacho. Estúpida belleza, pensó Karou, y lo apartó de un empujón. Estúpida cara.
—¿como supiste que era yo? — pregunto el.
—siempre eres tu. Y nunca funciona.
Kamizir se ganaba la vida ocultándose detrás de cualquier cosa para aparecer después por sorpresa, y le frustraba no provocar en Karou ni el más mínimo sobresalto.
—es imposible asustarte—se quejo haciendo el mohín qué creía irresistible.
Hasta hacia poco, ella habría sucumbido a aquel gesto. Se habría alzado de puntillas para rozar con la lengua su labio inferior fruncido, de forma suave y lánguida, antes de tomarlo entre dientes, juguetear con él y abandonarse a un beso qué la derretiría como miel al sol.
Pero aquellos días habían terminado.
—tal vez simplemente no des miedo—sugirió Karou, y retomo su camino.
Kaz la alcanzo y empezó a caminar a su lado, con las manos en lo bolsillos.
—sí doy miedo. ¿El gruñido? ¿El mordisco? A cualquier persona normal le habría dado un infarto. Menos a ti, que parece que no tienes sangre en las venas —al notar que le ignoraba, añadió—: Josef y yo hemos ideado una nueva visita por la ciudad. Recorrido vampirico por el caso antiguo. Los turistas se volverán locos.
Seguro que sí, pensó Karou. Los turistas pagaban bastante por las <visitas fantasmagóricas> de Kaz, qué consistían en recorrer el laberinto de callejones de Praga en la más absoluta oscuridad, deteniéndose en supuesto escenarios de asesinatos donde, ocultos tras las puertas, los esperaban <fantasma> qué aparecían de repente y les arrancaban gritos aterrozidos. Ella misma había interpretado en varias ocasiones a un fantasma, con una cabeza ensangrentada en la mano y gimiendo mientras los alaridos de los turistas se transformaban en risas. Había sido divertido.
La relación con Kaz había sido divertida. Pero ya no.
—buena suerte—le deseo con voz inexpresiva y mirando hacia delante.
—podría formar parte del reparto—continuo Kaz.
—no.
—serías una vampiresa sexy.
—no.
—seducirias a los hombres.
—no.
— Y podrías ponerte tu capa...
Dulcemente, Kaz trato de sonsacarla:
—Todavía la tienes, ¿verdad, cariño? Esa prenda de seda negra sobre tu piel blanca es lo más hermoso que he visto jamás.
—Cállate —murmuró Karou entre dientes, y se detuvo súbitamente en el centro de la plaza maltese. Dios mío, pensó. Lo estúpida que había sido al enamorase de aquel atractivo actorzuelo, al disfrazarse para el, al regalarle recuerdos como aquel. Increíblemente estúpida.
Solitariamente estúpida.
Kaz alzó la mano para retirarle un copo de nieve de las pestañas. Ella gruñó:
—Como me toques, te tiro el café a la cara.
El retiro la mano.
—tranquila, fierecilla. ¿Cuando dejaras de pelear conmigo? Te dije que lo sentía.
—Pues siéntelo, pero en otra parte.
Hablaban en checo, ella con un acento adquirido tan perfecto como el nativo de el.
Kaz suspiró, irritado porque Karou se negaba aun a admitir sus disculpas. Eso no aparecía en su guión.
—Vamos—dijo tratando de convencerla. Su voz era al mismo tiempo áspera y suave, uan mezcla entre lija y terciopelo propia de un cantante de blues—. Tu y yo estamos destinados a estar juntos.
Destinados. Karou esperaba sinceramente qué si su <destino> se encontraba ligado a alguien, no fuera a Kaz. Lo miro, el atractivo Kazimir, cuya sonrisa solía actuar sobre ella como una llamada, atrayendola a su lado. Aquel lugar donde todo parecía marilloso, como si allí los colores y las sensaciones adquirieran intensidad. Aquellos brazos qué, como había descubierto, eran un destino popular, al qué acudían otras chicas cuando ella no estaba.
—Ofrécele a Svetla el papel vampiresa—dijo—. Se lo sabe de memoria.
Kaz pareció dolido.
— no quiero a Svetla. Te quiero a ti.
— los siento, pero yo no soy una opción.
— no digas eso— respondió el tratando de cogerle la mano.
Karou retrocedió, empujada por una punzada de dolor que surgía a pesar de sus esfuerzos por mantenerse distante. No vale la pena, se aseguro a si misma. Ni lo más mínimo.
—¿Te das cuenta cuenta de que me estás acosando?
—Yo no te estoy acosando. Da la casualidad de que voy en esta misma dirección.
—Claro— refunfuño Karou.
Apenas faltaban unos portales para llegar a su escuela. El liceo de Arte de Bohemia era una institución privada qué se encontraba en un palacio barroco de muros rosados. Durante la ocupación nazi, dos jóvenes nacionalistas checos habían degollado en aquel edificio a un comandante de la Gestapo y garabateado con su sangre la palabra libertad. Un acto de rebeldía efímero y valiente antes de ser capturados y empalados en los remates de la puerta del patio. Ahora los estudiantes se arremolinaban en torno a aquella misma puerta, fumando o esperando a sus compañeros. Pero Kaz no era un estudiante — tenía veinte años, era mayor que Karou—, y ella no recordaba haberlo visto jamás fuera de la cama antes del mediodía.
—¿Como estas levantado a estas horas?
—tengo un nuevo trabajo— respondió él —. Empiezo temprano.
—¿Vas a hacer rutas vampíricas matutinas?
—No. Es otra cosa. Una especie de... Exhibición—. en su cara se dibujo una sonrisa. Se estaba deleitando. Quería que le preguntara cuál era ese nuevo trabajo. Pero Karou no estaba dispuesta a satisfacerlo.
—Diviértete —dijo con perfecto desinterés, y comenzó a alejarse.
—¿No quieres saber de que se trata? —grito Kaz. Seguía sonriendo, podía notarlo en su voz.
—No me interesa—respondió Karou, y franqueó la puerta.****************
Sin embargo, debería haberlo preguntado.
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HIJA DE HUMO Y HUESO
SpiritualPara Jane, por todo un nuevo mundo de posibilidades Erase una vez un ángel y un demonio qué se enamoraron Pero su historia no tuvo un final feliz