Koi no Yokan

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Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper.”

Leyenda del Hilo Rojo


Las nubes abrazaban la puesta de Sol en una franja color naranja muy semejante al trago de whisky que Min Yoongi sostenía en su mano derecha

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Las nubes abrazaban la puesta de Sol en una franja color naranja muy semejante al trago de whisky que Min Yoongi sostenía en su mano derecha. Las tardes desde su casa de campo a las afueras de Seúl le traían recuerdos de la niñez. De unos días que sobrevivió a cuenta de esfuerzo e interminables horarios a fin de complacer el estándar que habían creado sus padres para dos niños que no se podían permitir un error.

Quizás esa fuera la razón fundamental por la cual no creía en las relaciones a largo plazo y había vertido toda su ansiedad en la seguridad del trabajo, pero cuando los compromisos y las luces que envolvían su vida como manager de Genius Lab se unían a la sombra de ese atardecer, volvía a estar solo. Una soledad que le sumía en largos períodos de contemplación y que pagaba el piano la mayoría de las veces.

—La edad me está poniendo melodramático.

Le dedicó el último sorbo de whisky a su departamento y decidió hacer algo al respecto con esa melancolía que amenazaba con asfixiarlo por completo. Se cambió a unos pantalones sueltos y una playera de la marca Fear of God (FG), el regular cubre bocas y la gorra con dos anillos plateados en una esquina.

El Min Yoongi de estos días prefería la comodidad a que lo reconocieran en medio de la calle. De todas maneras no iba tan lejos. Un viaje de quince minutos hasta uno de los Cafés del pueblo que bordeaba su propiedad. Era en esos períodos que necesitaba sanar del cansancio de la gran ciudad que se refugiaba en su casa a las afueras o la “caverna” como decía Hoseok.

Una capa de neblina fue el preludio para que la llovizna terminara de sellar el atardecer contra el parabrisas del coche de Yoongi. Una imagen pacífica como las ideas del músico que sin mucho cuidado estacionó frente al pequeño Coffee Shop a un lado de la carretera.

La campanilla del lugar anunció su llegada mientras las personas intentaban guarecerse de lo que se estaba convirtiendo en una lluvia pertinaz bajo el aparador del local. Los reservados decorados al estilo norteamericano de los ochenta ya estaban ocupados así que no tuvo otra opción que dirigirse a la barra.

—¿En qué podemos ayudarle señor?

Saludó una chica menuda con dos coletas y el sobrio uniforme gris del negocio. Yoongi miró la tablilla de ofertas que en aquellos momentos parpadeaba cambiando los colores de azul neón a verde.

—Un americano helado me vendría bien.

—Marchando un Ice Americano entonces.

Contestó la muchacha mientras el músico sacaba su cuaderno y garabateaba las palabras que luego se unirían a la melodía de aquella canción que no acababa de salir. Una de las razones por las que necesitaba desentenderse de esa realidad era para salir de la especie de bloqueo en el que se encontraba navegando a contracorriente.

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