Parpadea con fuerza, intentando alejar la ligera luz del día que comenzaban a entrar por los bordes de la madera. Bosteza y con las manos hechas puño se falla los ojos.
No había necesitado un despertador, estaba acostumbrado a despertarse temprano. Aunque no había sido el caso, ya que no durmió, pasó toda la noche en vela, así que, cuando la trompeta comenzó a escucharse a lo lejos y la puerta se abrió con brusquedad, él ya estaba de pie, vestido, listo. El Coronel le había entregado un pantalón negro y un par de camisas blancas.
-¡Buenos días, no quiero ver en la cama a nadie dentro de 3 minutos! -no sabía quién era aquel hombre, pero era alto, su piel era marrón, tenía los labios gruesos y una nariz exquisita, le parece atractivo, incluso simpático. Tuvo la sospecha de que probablemente se trataba de un alfa. -¡Los quiero fuera ahora mismo!
Nick pasa saliva, puede sentir aún sus pies anclados sobre el suelo y aquella brisa salada sobre sus mejillas. Sus compañeros a penas se estaban poniendo de pie y era inevitable que él no llamara la atención entre todos.
-¿Nicholás Galitzine? -su mirada se dirige al hombre que acaba de llamarlo.
-¿Dígame? -siente un hormigueo en la punta de los dedos de sus pies.
-Salga fuera, ahora. ¿No me está escuchando?
Asiente, claro que lo está escuchando, imposible no hacerlo si estaba gritando. Se lame los labios en un intento fallido por preguntarle a qué o simplemente pedir otra orden, pero únicamente obedece.
A pesar de que el sol comenzará a hacerse visible, aún se puede ver el destello de la luna, la brisa del viento le golpea la espalda. Huele a humedad.
Sus ojos se maravillan con la vista; los pinos cubiertos de una ligera capa de hielo, había neblina, intentando abrazarlo todo en oscuridad.
Al salir el resto de la cabaña, crean una formación, Nick imita todo lo que el resto hace. Nadie le había explicado nada, no tenía ni idea de qué debía hacer y hasta ese momento, todo marchaba bien, seguir al resto le resultaba sencillo.
-¿Por qué no estás cantando? -el alfa se para frente a él. No grita, pero su voz es fuerte, tanto que siente como si lo hubiera hecho moverse de su lugar.
-No me lo sé.
Hay un silencio que los envuelve o al menos, así se siente él, por lo que no se mueve, permanece quieto, aunque las piernas le flaquean y la respiración reduce un poco su intensidad. Le encantaría ver las expresiones de sus compañeros en ese momento.
-Harán 100 sentadillas antes de ir a la cafetería por su almuerzo.
Nadie se queja por aquella sentencia, por lo que Nick tampoco lo hace, aunque le parece fatal e inapropiada.
La cabaña contaba con seis literas y dos camas individuales, los nuevos dormían juntos, a excepción de él, ya que fue integrado a un grupo mixto.
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Indeleble•BORRADOR
Teen FictionDesde que miró fijamente la carta que su padre le había entregado, sabía cuál sería su sentencia. El sello dorado de la familia Galitzine adornaba el papel pergamino, una señal de la importancia de su contenido. La noticia que derramó la tinta en...