Numen

¡Suspiro, suspiro, suspiro! En lo más profundo de la orbe se escuchan los gritos de Rodiñia y Gondoña, acechadas por la bruja Ganduana, mi piel se va erizando por el áspero temple de la arpía que destruye todo a su alcance, para así darle lugar a los anomalocaris. La luna es testigo de aquella devastación, Ganduana exclama: "¡Sangre, Sangre...! El mar se asoma con una dilatada furia que trae consigo plantas marinas que se envuelven como una Boa tras el acecho de su víctima. ¡Oh, respiro! Vuelvo en sí, me ayudan las gotas de oxígeno y musgos llenos de átomos vengativos.

Pienso algunos minutos; y ante mis ojos se forman grandes árboles, tan verdes como esmeraldas turbulentas... mi cuerpo se llena de fisuras creadas por las tierra, una nube de polvo se expande por todo el espacio y descubro la extinción de las camopedas y los dinosaurios... ¡Qué terror! ¡Oh, Theos! ¿Qué hago aquí? Desde lo lejos vienen por mi... He muerto...

Aún recuerdo aquella noche, han pasado 50 millones de años, de aquel temblor que eliminó la vida en la tierra. Pude sobrevivir como un águila insaciable de libertad. Se transformó ante mis ojos un súper continente que se extendió polo a polo. Mis ojos producen una tempestad, necesito perdón.

Me inclino ante Hades e imploro la furia de su látigo...

¡Suspira, suspira, suspira! En el cielo aflora una hermosa lluvia acida que neutraliza la oscura tristeza de mi alma rota y la vegetación sana cada centímetro de la orbe. Pero, aun así la vida desapareció...

Mi cabeza se turbe como un océano de locura y ceguera y grito: ¡Pagea! El suelo se abre y me traga, y una voz escalofriante dice: "El terreno está listo para una nueva especie".

Nace Tetris que se apodera del oriente medio y se crea el atlántico...

Nadie sabe de mí, las nuevas especies no me voltean ni a ver, soy una partícula invisible entre tanta muchedumbre... nadie me dejará dormir, ni yo mismo podré. ¡Suspiro, suspiro, suspiro! Me entrego a la noche como un amante desprendido de la vida, ¡de mi propia vida! Las gotas rojas caen al suelo y llegan hasta el mediterráneo. Dejo de suspirar.

Rosaling Betania