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Una mañana diferente a otras se presentó en el sexto mes de trabajo de Rich. Mientras hacía la inspección diaria, había escuchado a un par de hombres hablando sobre rumores que involucraban otras fábricas productoras de café, también insertadas en el mercado del tráfico.

Ellos comentaban, como secreteando, una noticia que llegó a sus oídos por fuentes externas. Se decía que en el norte de Colombia la Policía Nacional capturó a toda una fábrica de contrabandeo de café, incautando quinientos kilos del producto ya listo para su intercambio. Se interrogó a cada trabajador, independiente al puesto que ocupara, por obvias razones. La mayoría de ellos fueron metidos al penal con condenas severas.

Rich sentía una mala sensación al respecto.

Se comentaba hacía tiempo que una parte de la Policía Nacional está encargada de detener el contrabando en las fronteras, tanto en el sur como en el norte. Todavía no se sabía de ninguna fábrica en el sur que hubiera pasado por esta situación, pero ahora más que nunca resultaba obvio que estaban en peligro y debían avanzar con mucho cuidado. Principalmente porque no solo trabajaban contrabandeando a pocos países, sino que en una larga lista podían incluir a Brasil, Perú, Ecuador, México y España dentro de sus compradores más relevantes.

Miguel había mandado a llamar a Rich. En su oficina, tan buena como las condiciones del lugar lo permitían, discutió con él sobre un tema que erizó la piel del joven traficante.

Las sospechas, los comentarios asustados que se habían esparcido de boca en boca, ese veredicto final, había resultado verdadero. Un temor real, pulsante, viviente.

— Te he llamado. — dijo, luego de explicarle la situación que él ya conocía.— porque creo que tú puedes tener nuestra solución. Debes pensar.

— ¿Pensar? ¿En qué?

— En como librarnos de esta, antes de que algo nos suceda.

Rich se quedó en silencio, pensativo.

Sólo sus miradas chocaban, mientras Miguel esperaba una resolución que él no tenía la capacidad de idear.

— Quizás... — comenzó hablando Rich.— Podríamos tomar precauciones, empezando por pedir que entre los trabajadores el tema no se expanda más de lo que ya ha hecho. Más que eso no puedo hacer.

— Rich, más que tu jefe, escúchame hoy como si fueramos amigos, y haz que esa cabeza tuya funcione como otras veces nos has dejado ver. Confío en que puedes hacer más que esto por nosotros.

Rich observó conmovido la determinación de las palabras de Miguel. Fue inspirado en lo profundo por esa fe.

El resto del día su mente no dejó de dar vueltas intentando alcanzar una solución, revolviendo cada información y habilidad que pudiera ahora resultarle útil.

[...]

Aunque Rich no creyera correcto asegurar que las noticias eran mentira, tuvo que decirlo para que dejaran de esparcirse rumores. Muy confiado y seguro de sus palabras, explicó que era una trampa, una forma de introducir miedo dentro de las fábricas, para que fuera más fácil cometer errores gracias al pánico.

¿Quién no aseguraba que un histérico, consumido por sus nervios y el terror de la condena, no iría a confesar y revelar valiosa información con tal de no compartir destino con otros traficantes?

Días más tarde, se empezó a implementar un sistema de seguridad y vigilancia. Por un lado se inicio un patrullaje de cinco kilometros a la redonda los días que se debía entregar el cargamento, asegurando que no hubieran ojos puestos sobre ellos. También, desde entonces, los trabajadores que no residían en la fábrica no llegarían al trabajo por su cuenta, sino que un chófer los iría a buscar en sus casas muy temprano por la mañana, evitando que un pueblerino los viera y comenzara a levantar sus propias sospechas.

Sin embargo, era cierto que casi todos en el municipio sabían sobre la fábrica. Algunos padres de familia y otros jóvenes trabajaban en ella desde hacía muchísimo tiempo atrás. A los demás, quienes no estaban involucrados en el negocio, no les convenía denunciar por el peligro que esto significaba.

Los  trabajadores conformaban una especie de mafia y su caída no significaría sólo un disgusto para ellos, que encontrarían los medios necesarios para vengarse, sino que también los compradores se verían agravados.

Una vez fueron cumplidas estas prevenciones, determinaron que sería difícil ser hallados por la Policía Nacional y autoridades locales.

Después de todo, estaban situados a casi diez kilómetros de Solano, un pequeño municipio que pasaba desapercibido, y para remate, se encontraban escondidos en una gran extensión de matorrales.

Aunque la fábrica fuera gigante, era difícil ser vistos desde la ruta. Si alguien los hallaba, debía conocer con anterioridad su paradero. De otro modo, resultaba casi imposible.

Gracias a Rich, un problema que hasta entonces no habían tenido en cuenta fue reconocido, los drones.

Los drones serían los únicos capaces de delatarlos en medio de su escondite.

Después de estar más de dos semanas ideando, sin descanso, una posible solucion, Rich concluyó su plan y llevó a cabo un proyecto: instalar un sistema de inhibición de drones.

El sistema era simple; se lanza una señal de radiofrecuencia que bloquea la señal de control del dron.

Esto, sin embargo, dejó a vista otro problema, el presupuesto. Para poder instalar el sistema necesitaría al menos cinco mil dólares, y Miguel era bastante tacaño. Al comprender la importancia de esta medida, sin embargo, Rich creía que terminaría por ceder.

Adquirir aquellos aparatos significaba para ellos una ventaja extraordinaria, podrían trabajar sin la preocupación de ser vigilados o incautados.

Miguel accedió. Tuvo que pedir que se lo traigan desde Bogotá y cuando por fin llego ya habían pasado dos semanas.

Cuando Rich instaló el sistema, dejó bien claro cómo tenían que utilizarlo. Se tomó el tiempo de explicarle a los hombres de seguridad cómo cuidar los aparatos y cómo mantenerlos  encendidos.

Después de cada hora tendrían que revisar su funcionamiento, y avisar lo antes posible si hallaran cualquier tipo de anomalía.

Si seguridad hacía bien su trabajo, todo estaría bien. Nadie podría hallarlos jamás, siendo ellos un punto perdido y oculto en medio de un municipio que estaba igual de oculto y perdido.

Las tensiones se habían por fin calmado, y Miguel reconoció el gran ingenio de Rich, felicitándolo.

Mientras tanto, Farfa no había dejado de aborrecer su existencia, viendo la manera en que era pintado como un héroe.

La rabia comenzaba a masticar su corazón.

Café Colombia. | FarfaRich.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora