XXXIII Gustos

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El arte es para consolar a aquellos que están rotos por la vida.

—Vicent Van Gogh.

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Había conseguido que dejaran de jugar, lo que hizo que todos dejaran la sala para ir al patio donde algunos habían terminado en la piscina. Bárbara me hizo señas para que le llevara una cerveza y me acerqué hasta el borde de la piscina, agachándome para entregársela. Ella agradeció y se apartó, pero antes de que yo me alejara Matías se acercó, quitándome una cerveza de las manos me sonrió y se dio su primer trago. Estaba dentro de la piscina, aunque no se había quitado la camiseta para meterse. Me sorprendía lo blanca que era su piel, como si nunca en la vida hubiera llevado sol.

— ¿Usas camiseta en la piscina?

—Sé que te gusta verme con la menor cantidad de ropa posible, pero debes disimularlo mejor.

Rodé la mirada e intenté no sonreír, aunque aún no me acostumbraba a su raro humor, ya no me molestaba.

— ¿Algún día pretendes dejar de ser tan idiota?

Miró hacia el cielo como si lo pensará, dejó la cerveza en el borde de piscina subiendo los brazos a la misma para cruzarlos y descansar en ellos su barbilla, sin dejar de mirarme en ningún momento, esa intensa mirada que ocasionaba presión en mi vientre.

—Es cierto, ahora vas detrás de algo más dulce.

Sabía a lo que se refería, y aunque era cierto que tenía mucho interés por Dave, me sentía juzgada.

—Me pregunto si realmente será lo tuyo —me examinó de pie a cabeza —solo recuerda que las versiones Premium siempre son más costosas.

— ¿A qué te refieres?

—Hola chicos —escuché a Dave acercarse, llegando a mi lado.

Era como si lo hubiera salvado la campana de responder mis preguntas.

—Hermanito —lo saludó Mat tomando su cerveza para levantarla hacia él.

Dave le sonrió antes de enfocar su mirada en mí. Me puse de pie, alejándome de Matías.

—¿Vas a meterte a la piscina? —le preguntó, a lo que Dave negó.

—No tengo ganas.

Él se acercó más a mí, tomando de mi mano una de las cervezas que me quedaban, sin pedir permiso. Sus dedos rozaron los míos con suavidad, mirándonos fijamente ante la atención de su hermano.

—Ya sé de qué tienes ganas —escuché a Mat susurrar, pero a diferencia de mí, que me puso sumamente nerviosa, Dave tuvo que hacer un gran esfuerzo para no reír.

—Y tú Eva, ¿Entrarás a la piscina?

Lo miré, la luz hacía brillar los preciosos colores de sus ojos tan diferentes.

—No —respondí y tomé un trago.

Me pareció curioso que Dave no hiciera mención a su camiseta en la piscina, y fue entonces cuando lo recordé, las heridas en su espalda, aquellas que muy seguramente habían dejado cicatrices.

—Tal para cual —dijo y miró hacia atrás, notando a nuestros amigos jugando a la pelota en el agua, animados y muy juntos —tu mejor amiga es muy rara.

— ¿Por qué lo dices? —pregunté, pero la observé.

Estaba haciendo equipo con Pierce y aprovechaba cada oportunidad para estar cerca y sonreírle. Aunque me alegraba, me preocupaba, no iba sorprenderme si volvía a cambiar de actitud luego.

Mírame De Nuevo +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora