Lo miré unos segundos mientras atravesaba la puerta con desconfianza hasta que finalmente estuvo dentro. Su energía inundó el lugar y mis protecciones vibraron acoplándose a él.
Lo ví sonreír mientras caminaba por la sala tocando los muebles con lentitud, era tan curioso como un niño.
Cerré la puerta detrás suyo y lancé las llaves sobre el estante a mi costado. Caminé hacia él y me pregunté si algún día podré llegar a ser así de tranquilo.
O sí volvería a serlo.
— Tu casa es bonita, huele a vainilla. — comentó en voz baja como si no quisiera interrumpir el silencio que había.
— ¿Vainilla?. — pregunté divertido observándolo analizar todo con cautela.
— Si solcito. — murmuró irónico y me señaló el sillón como si me pidiera permiso para sentarse. Asentí divertido ante sus modales.
— El apodo Erick.. — dije cruzándome de brazos a sus espaldas.
— Tú me arrastraste hasta aquí, te aguantas cuantos apodos quiera ponerte. — se quejó sentándose en el sillón.
— No te iba a dejar solo, no luego de lo que pasó esta tarde en la biblioteca.
— Te dije que me tropecé.
— Y yo te dije que no me mintieras.
Lo escuché resoplar y me dirigí hacia la cocina en busca de algo en la nevera, solía guardar guarniciones o algunas comidas ya preparadas. No tenía mucho tiempo y no solía estar aquí.
Me recordaba lo solo que me había dejado.
Dirigí la vista a el calendario pegado en la nevera, suspiré nerviosamente, casi era el maldito día, no sabía nada de él. No sabía nada en lo absoluto.
Tomé una caja de pizza que aún tenía algunas porciones y me dirigí hacia la sala nuevamente, rodeé el sillón tomando asiento a su lado. Le extendí la caja.
— No es necesario..
— Joder Erick, solo come. — lo mire demandante y vi como una sonrisa se escondió en sus labios, asintió y tomó la caja entre sus manos.
Lo analicé mientras se las ingeniaba para tomar una porción que llevó directo hacia su boca. Se veía tan dulce e inocente, aún podía oler su dolor, pero no podía descifrar si estaba herido físicamente o si era emocional.
Algo me hacía querer protegerlo con una fuerza y devoción que nunca había sentido, menos por un humano. Si lo había sentido por Blake, pero somos él y yo.
Blake y Sam.
Estamos destinados a matar por el otro, es lo que somos. Pero con Erick era distinto, era humano, no entendía qué me hacía preocuparme de esta manera por él y perder tanto el control al verlo herido.
— Le diré a mi hermana que estoy aquí, no quiero que se preocupe. — dijo entre bocados de pizza en su boca.
La niña de la biblioteca, Lisa, era su hermana menor, tendría unos diez años, también era pelirroja como él, aunque de un tono más oscuro, sus ojos eran igual de verdes que los suyos pero sin aquella parte turquesa que los rodea.
Su pequeña nariz estaba adornada por algunas pecas, esa niña era todo lo que él tenía. La señora de la biblioteca la cuidaría esta noche, ya que no tienen padres, jamás quiso contarlo, pero solo sé que están solos.
La niña solía mirarme cuando fingía estar distraído, luego disimulaba diciendo que tenía algo en el cabello. Hasta que una vez la oí decirle a la señora de la biblioteca, Patie, me gustaba apodar a la gente por el sitio que frecuentaban.
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Sam - Entre sangre y cenizas. (Entre mundos parte II)
FantastikContinuación de entre mundos. Este es el segundo libro de la saga. El primer libro está en mi perfil :) El día en el que el ángel finalmente cayó, aquel ser celestial, con tanta luz, que era incapaz de asesinar, cometió el peor de los pecados. ¿Pod...