Capítulo |37| -Bienvenida.-

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Lo lleve a mi pecho, abrazándolo, sintiendo como su llanto poco a poco menguaba. Aunque el mío no. Si. Porque yo también lloraba.

.


Me paré de nuevo de la cama, aguantando todos los malestares lo más que podía. Mordiéndome los labios, para no emitir algún sonido, y despertar a mis bebés dormidos. Desesperándome al ver, que de donde estaba, a la puerta, no había pared, no había nada de donde podía yo sostenerme. Sino que, tendría que caminar sola, sin apoyarme de nada, o nadie.

Y tuve que hacerlo, y sacar fuerzas de donde no sabía que tenía, pero antes de llegar a la puerta, y caminando lo más despacio que podía, llegue a sus cunas y los mire dormir tan plácidamente, sin darse cuenta de nada de lo que pasaba a su alrededor. Sosteniéndome de la cuna de Elijanh, que era más alta, y más grande, suspirado. Para entonces caminar a la puerta, lento, sintiendo que era una clase de tortura, algo que no le deseo a nadie, algo que espero que nadie lo esté viviendo.

Pensé que solo era llegar a la puerta y salir, y que ya, todo acabo, pero no, al abrir la puerta, y salir despacio, me espanto una voz que me habló, si, a mi;

-¿A dónde va señorita?, no tiene permitido salir de la cama, y mucho menos de la habitación. Tiene que volver de inmediato.-

Sentí unos brazos agarrarme por los hombros, porque sino, iba a parar derecho al piso, sin poder sostenerme de nada, o nadie. Mis piernas se habían confundido al escuchar esa estridente voz detrás de mi.

Me mordí la lengua y suspiré. Todo dolía tanto. Y yo solo quería que dejara de doler.

Eran aquellos grandes hombres,
—vestidos con camisa blanca, pantalón negro, breteles negros y unos zapatos siempre brillosos, iguales de negro—  que nunca se apartaban de esa puerta, nunca se iban, siempre estaban ahí, protegiendo a los hijos del príncipe, y yo, yo llevaba uno en la barriga. Uno que quería salir ya, y que me estaba desbaratando todo por dentro, y quería sacarlo ya. Ya.

Me alarmé cuando vi que uno de esos hombres, se acercaba a la puerta conmigo en brazos, de esa misma de donde yo acababa de salir con tanta dificultad.

-No, no. Suélteme. Por favor, suélteme.- susurré bajito, soltando uno que otro quejido, y con miedo de que me dejaran ahí, trancada en el aposento. No podía. Debía de salir.

-Señorita entienda, nos dieron la orden de no dejarla salir. Y si desobedecemos esa orden directa de la reina, nosotros habremos desafiado directamente a la reina. Y no queremos eso. Así que por favor, y sin poner resistencia, entre.- volvió a decir, mientras yo me revolvía en sus brazos, ¿por qué?

-Es que usted no entiende, no puedo, no pue...-

-No ponga resistencia y entiendam...-

-¡Es que el que no entiende es usted! Señor mis bebés están allá, si, están bien, pueden verlo. Yo necesito... necesito irme. ¡Mi bebé quiere salir de mi ya!- sentí mi cuerpo siendo liberado de esos enormes brazos, que me hacían sentir asfixiada. Tosí un poco tapando mi boca y asustándome al ver sangre en mi mano. Y sentí otra vez esas ganas horribles de sacar a mi bebé de mi.

-Disculpe yo...- no lo escuché más, sino que caminé lo más rápido que pude, y apoyándome de una pared, a la habitación donde tiempo atrás, había llevado todo aquello, que yo debí de usar con Elijanh, pero que yo no tenía ni idea. No sabía nada, y me daba rabia acordarme de eso.

De que no sabía nada... nada. ¡Ni siquiera sabía lo que era un bebé o como era!, no sabía nada, poniendo quizás en peligro la vida de mi bebé, al no saber que hacer. 

Eso debía ser lo primero que se le enseñe a una niña, a... a eso, a qué tendría relaciones y después, después de eso, un bebé iba a crecer en su barriga, y ese mismo bebé, iba a salir de su parte privada, rompiendo todo a su paso, pero haciéndote sentir bien, porque habías creado una vida. ¿Por qué nunca me dijeron nada?, ¿por qué?

El pecado de ser mujer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora