Capítulo 19

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Pete soltó un bostezo, se estiró aún echado en la cama y se permitió permanecer unos segundos más en ella. Se sentía un poco cansado, anoche no pudo dormir por el nerviosismo de su omega interior y también el suyo. Le resultaba extraño; a pesar de la constancia con la que se encontraba con el primogénito de la segunda familia, no dejaba de emocionarse. No lo negaría, se avergonzaba porque empezaba a creer que efectivamente tenía mariposas en el estómago. Quiso reírse de sí mismo, la locura de su jefe lo había contagiado; cubrió su rostro con ambas manos y se guardó su sonrisa tonta.

Terminó por levantarse, atendiendo el ruego de su omega por aprovechar cada segundo de su día libre. Así que no tardó en vestirse casual, en ir hasta la cocina y buscar a la tía Chen con el precioso bolso que le había comprado. Se juraba un chiquillo mal portado a medida que avanzaba, porque intentar sobornar a una señora mayor era definitivamente incorrecto. Era consciente, pero se imponía la promesa de llevarle galletas de chocolate con nueces a Khun Macao. No pensaba romper su ilusión, ni perderse esa mirada tan dulce que el menor pone cual cachorrito. Por lo que, colocó las palabras más convincentes en su boca y usó su propio encanto para que la jefa de la cocina le dejara hacer uso de su territorio.

—Bien, Pete. Solo tienes una hora, ¿está bien? —El guardaespaldas asintió, reverenció a la mujer agradecido y se remangó la camisa. Mientras que la tía Chen despedía a sus ayudantes, los mismos que estaban próximos a entrar a la cocina.

La omega de edad había aceptado no por el bolso, sino por la razón de que Pete quisiera desobedecer una de las reglas de convivencia de la primera familia. Era madre, comprendía absolutamente esas ganas de querer consentir a los que amaba. Que se le escapó un suspiro al ver cómo el sureño escogía cada uno de los ingredientes para preparar sus galletas, una enorme nostalgia la invadía.

A lo que Pete era ajeno; concentrado en echar los huevos y la harina, en remover la masa y asegurarse que la cantidad de azúcar y esencia de vainilla fuese la indicada, no notó que cada uno de sus movimientos demostraba el cariño que sentía por la persona a la que le daría esas galletas. Tampoco contó las sonrisas que se le escapaba cuando se robaba las chispas de chocolate y nueces para comérselas. Se había adentrado en un mundo en el que rondaba Khun Macao con esos ojitos de cachorrito que prontamente brillarían, su omega interior brincaba igual de emocionado. El poder consentir y animar al menor le daba una calidez distinta -una que era inconfundible, lo quería.

—Deberías hacer las galletas con formas. —Le recomendó la tía Chen, después de haber servido el desayuno para sus respectivos jefes. —. Estoy segura de que le gustará más a tu pequeño. 

—Mi pequeño. —Susurró Pete, procesando esas dos palabras. No se había tomado el atrevimiento de haber considerado a Khun Macao como suyo; al menos, no directamente. Tal vez en consideración de la enorme desigualdad de sus estatus, le debía un respeto al ser un joven maestro y él apenas un guardaespaldas. Mas sus acciones nacían por otro sentir, por ese cariño que lo llevaba a no solo querer cumplir su promesa, sino encargarse personalmente de hacer sus galletas. 

Khun Macao era el pequeño que su lobo había escogido como su cachorro, tuvo que haberlo reconocido aquel día que fue herido por Porsche. Porque la preocupación que sintió al escuchar que el segundo hijo de Khun Kan tenía la cabeza rota y sangrando, lo hizo abandonar a Khun No e ir a la búsqueda del menor. Poco le importó escuchar las amenazas de su jefe o que los demás lo juzgaran, su omega necesitaba saber lo grave de su herida, si iba a necesitar puntos o tener que hospitalizarlo. Así que no se detuvo hasta que lo encontró, sintiendo cómo su preocupación se enredaba con el enojo y tristeza. 

Khun Macao estaba llorando en el regazo de su hermano mayor, él nunca lo había visto derrumbarse. No así. Su corazón se estrujó, su lobo aulló jurándose tan lastimado como el menor. Que avivó su instinto de querer protegerlo, no vacilando en acercarse hasta él a pesar de los gruñidos que Khun Vegas le lanzaba como advertencia. — ¿Pete? ¿Eres tú, Pete?

Choose us, Pete! [VEGASPETE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora