"Regalos de Navidad"

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Betty y Armando.

"Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año", Charles Dickens.

Había pasado tiempo desde la reconciliación, tan solo unas cuantas semanas de aquel momento donde Betty y Armando sellaron su amor con un profundo y delicado beso. Cada día que pasaba se amaban con mayor intensidad y eso era lo único que les importaba.

Armando se ganaba minuto a minuto la confianza de don Hermes. Ya había escucho mil veces la historia del tío Lázaro, los discos de Gardel y hasta le tocó, una que otra vez, acompañarlo a la habitación bajo los efectos del alcohol.

El papá de Betty lo tenía como un hijo y como un compañero de largas conversaciones. Incluso, habían salido juntos algunas veces al bar, a tomar algo en compañía de Nicolás. Don Hermes era extenuante todo el tiempo, pero Armando sólo pensaba en la felicidad de "su Betty"

Su relación no podría ser mejor. Él era muy dulce con ella, la consentía, le regalaba detalles y era galante a cada momento.

Cuando salían juntos, Armando solo tenía ojos para ella. Ambos, se volvieron adictos a la compañía del otro. No podían estar lejos o separados porque se extrañaban demasiado.

Por eso, la noticia de aquel día fue fatal para los enamorados.

Los padres de Armando no estarían presentes en Bogotá para las celebraciones de Navidad y Año nuevo. Lo harían desde su casa, en Londres.

Camila, la hermana de Armando, estaba a la espera de los parientes de su esposo, los cuales vendrían desde Alemania a Suiza. Y siendo la anfitriona, no podría ausentarse de su hogar para visitar a Roberto y Margarita.

Armando conversó con Betty sobre la situación y llegaron a un acuerdo: él viajaría a Londres para pasar las fiestas al lado de sus padres. La relación con ellos seguía siendo precaria. Roberto a penas le cruzaba palabra y nunca lo llamaba. Aún seguía muy dolido con su hijo por todos los acontecimientos vividos en Ecomoda.

Los días fueron pasando hasta que llegó el 24 de diciembre.

_Mi vida, nada me haría más feliz que estar juntos celebrando, por primera vez. Pero tampoco quiero dejar a mis padres solos en Londres. Quiero demostrarles que he cambiado, que me he convertido en un hombre nuevo. Deseo y necesito obtener el perdón de mi padre.

Armando se acercó a Betty y le tomó las manos con ternura.

_Yo entiendo Armando, creo que su lugar está allá, con ellos. Aún es su hijo y sabe que yo no puedo acompañarlo porque dejaría a mis padres solos aquí, también. Usted conoce que están en plan de ahorro, por lo de nuestro matrimonio, y han decidido no viajar a la casa de las tías tampoco, para acotar gastos.

Betty bajó la mirada al suelo, tenía un dejo de tristeza en los ojos y Armando se dio cuenta.

_No, mi amor. ¿Pero qué son esos ojitos tristes? (Toma el mentón de su amada y lo acuna con una mano mientras lo levanta lenta y plácidamente)
Ya tendremos muchos años de celebrar juntos como familia. Cuando nos casemos nadie nos va a separar. Pero por ahora cada uno le debe respeto a su familia.

(Con tono gracioso, tratando de animarla)

Además, ¿Qué pensaría yo si usted se viene conmigo y deja a sus padres solos?, ¿Ah? Que cuando sea viejito me va a abandonar también. Y en el caso de sus papás lo mismo. No creo que a don Hermes le agrade la idea de que usted viaje sola conmigo, y yo quiero hacer las cosas bien delante de mi suegro.

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