Lucero sonrió tristemente al entrar en su camarote de lujo y verlo lleno de velas encendidas. La cama estaba cubierta de pétalos, y aunque no se había servido alcohol en la cena, una botella de champán esperaba en una cubitera de hielo junto al jacuzzi, lleno de burbujas. Todo había sido obra de Fer, sin duda, quien debía de haber dado sus detalladas instrucciones antes de descubrir que ella era virgen.
Se había escabullido a la cubierta mientras Fernando hablaba con el rey, y al contemplar aquel idílico escenario no pudo evitar una carcajada. Se desnudó por completo y descorchó la botella de champán.
Fernando la oyó al pasar por el pasillo y volvió a sentir el desesperado deseo de estar con ella y hacerle el amor, lo único que podía darle.
Entró en su camarote y se quitó la corbata. Había una copa de brandy esperándolo, la cual vació de un trago. Pero de nada le sirvió. Ninguna bebida podría ahogar sus emociones aquella noche, y menos la que lo impulsó a llamar a la puerta y esperar.
Lu estaba en el jacuzzi, con la copa de champán en la mano y el corazón en un puño, y lo invitó a pasar con un nudo en la garganta.
–Has estado ocupado –le dijo cuando él entró y se quitó la chaqueta–. Creía que estarías hablando con el rey, no encendiendo velas y deshojando rosas.
Él miró las velas, los pétalos, el jacuzzi y finalmente a ella.
–¡Veo que he hecho un buen trabajo! –dijo, en el mismo tono de broma–. No sabía que tuviera una faceta tan romántica –entonces se puso serio–.
¿Estás segura?
Estaba completamente segura.
Las burbujas se dispersaron y lentamente revelaron su cuerpo a la mirada de Fernando. Pero no sentía vergüenza alguna. Al contrario. Nunca en su vida se había sentido más segura. Fernando era el único hombre con quien se imaginaba en una situación semejante. Sí, como stripper se había desnudado ante muchos hombres, pero únicamente había expuesto su cuerpo.
Con Fer se mostraba toda ella.
–Estoy un poco asustada –confesó–. No por ti, sino por... eso.
–Dejarás de estarlo muy pronto –sus palabras transmitían seguridad y tranquilidad, y Lu lo creyó.
Fer le enjabonó los brazos, los hombros y el cuello, hasta borrar todo resto de maquillaje, y vio lo joven y vulnerable que era Lu realmente, por muy dura que fuese a veces. Se alegraba de ser él a quien fuera a entregarse, porque todos sus temores desaparecerían en cuanto estuviese dentro de ella.
Tiró del tapón y la ayudó a levantarse.
Lu nunca se había avergonzado de su cuerpo, pero en aquel momento, al sentir los ojos de Fer recorriéndola con un extraño brillo de afecto más que de lascivia, experimentó una sensación de castidad desconocida hasta entonces. Estuvo tentada de cubrirse los pechos al salir del jacuzzi, pero Fernando la apretó contra él para besarla y ella olvidó sus inseguridades al pegar el cuerpo mojado contra su camisa.
Fue un beso completamente distinto a los anteriores. Fer abrazó con fuerza su cuerpo desnudo, cálido y mojado, y con las manos recorrió su cintura, sus caderas y su trasero, hasta que la sintió estremecerse de frío y deseo.
–Vamos a la cama.
Lu no se había esperado tanta ternura y suavidad. Fernando apartó las mantas y ella se tumbó, nerviosa, mientras él se quitaba la camisa empapada.
A pesar de las cicatrices, su cuerpo era un regalo para los ojos. Permaneció un momento de pie, permitiendo que lo admirase, antes de acostarse junto a ella. Durante un largo rato se limitó a abrazarla, hasta que finalmente se giró y la besó en la boca.
También aquel beso fue distinto.
Lento y tentativo, destinado a que Lu se acostumbrara a estar con un hombre en la cama, los dos desnudos y pegados. Poco a poco fue aumentando de intensidad y haciendo que un calor delicioso se propagara por el cuerpo de Lucero. Fernando sabía a brandy, o quizá era ella. O tal vez los dos. Lu deslizó la pierna contra la suya y sintió la caricia de su vello y la dureza de su muslo. Y entonces él agachó la cabeza y empezó a lamerme el cuello. La atrapó entre sus piernas y Lucero sintió el vello púbico entre la delicada piel de sus muslos y la longitud y dureza de su erección contra el vientre. Fernando siguió descendiendo y atrapó un endurecido pezón con los labios mientras su mano se movía más abajo. Sentía el calor y los nervios de Lu al lamerle el pezón y hurgarla suavemente con los dedos. Estaba él más nervioso que ella. Siempre había usado protección, pero necesitaba sentir aquel cuerpo virgen sin ningún tipo de obstáculo.
–¿Cuándo debe venirte la regla? –le preguntó al oído.
–Estoy tomando la píldora...
–Nunca confíes en un hombre que te diga esto –le advirtió, mirándola fijamente–. Solo en mí. Nunca he hecho nada sin protección –era cierto, pero le estaba arrebatando su inocencia y tendría que ser especialmente delicado. Y lo sería.
Ella podía confiar en él. En otra cosa tal vez no, pero en aquello sí.La punta estaba húmeda y Fer la empleó para humedecerla a ella. Se frotó con cuidado contra su entrepierna y ella permaneció inmóvil, expectante y nerviosa.
Él se pegó a ella, porque necesitaba besarla a conciencia, y así lo hizo hasta que ella empezó a ceder de manera inconsciente. Y luego siguió besándola un poco más.
La mente y el cuerpo lo acuciaban a avanzar.
Quería el placer y la liberación de Lucero, y sin la barrera del látex todo era mucho más intenso para él. Era consciente de que iba a ser el primero, y le susurró al oído unas palabras que jamás había usado con una mujer.
Le dijo que era preciosa mientras le lamía el cuello, le dijo que no le haría daño mientras le besaba la mejilla, y al introducirse un poco más en ella le susurró que nunca le haría daño, que no tuviera miedo, que con él estaría segura...
Le llenó el cerebro de palabras cariñosas y tranquilizadoras.
Se movió muy despacio y ella empezó a aceptarlo. Con cada palabra y centímetro que avanzaba ella se iba abriendo más y más, y cuando estuvo completamente dentro de ella le colmó aún más los sentidos con las palabras que Lu ansiaba oír. Al propio Fernando le sonaron sinceras y sentidas, y siguió diciéndoselas mientras ella levantaba las caderas y jadeaba en busca de aire, agitando frenéticamente la cabeza por el torrente de sensaciones desconocidas.Fer la devoraba, la llenaba, la extasiaba con sus besos y embestidas.
Todo era tan extraordinario y maravilloso que Lu quiso detenerse, porque de haberlo sabido no se le hubiera ocurrido hacerlo. No quería sentir aquella devoción por él, no quería romper las reglas por las que siempre se había regido.
No quería entregarle su corazón...
Le clavó las uñas en la espalda y aceptó sus palabras y embestidas. El cuerpo le palpitaba furiosamente bajo el de Fernando. Y cuando ambos alcanzaron el orgasmo y él se vació dentro de ella, Lu le mordió con fuerza el hombro para no decirlo.
Porque no podía, no debía decirlo. Y él siguió abrazándola y besándola, hasta que ella se giró y se apartó, intentando recuperar el sentido común.
Pero aún así quería decírselo.
Fer volvió a abrazarla y la besó en el hombro. Así permanecieron, sin hablarse, sin moverse y sin dormir, y Lu tuvo que contenerse para que la verdad no brotase de sus labios.
Una y otra vez se dijo que era imposible...
Pero no era imposible.
Había sucedido.
Amaba a Fernando.
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El Diablo Se Viste De Colunga - Adaptación.
Romance"EL CABALLERO ESTÁ PREPARADO PARA TOMAR LA INOCENCIA DE LA DAMA " ABRIL 2016