Capítulo 19

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Se despertó sin sentir el menor remordimiento.Lo supo porque cuando se acostaba con alguien se despertaba con una sensación incómoda y con el deseo de estar solo en la cama. Pero aquella mañana no. Estaba de espaldas a ella, y normalmente se habría girado para ponerse boca arriba o se habría levantado de la cama.

Pero era demasiado tarde, porque ella ya se había removido a su lado. Permaneció tendido en silencio, sintiendo las cálidas manos de Lucero en la espalda, sus dedos acariciándole las cicatrices, y se preparó para lo inevitable. Las mismas preguntas de siempre, como si él fuera a girarse y compartir la parte más oscura de su vida.

Esperó las preguntas, pero no llegaron. Ella siguió acariciándolo, explorando sus marcas, y Fernando se puso tenso al recordar que tenía que confiar en ella para que no se viese afectada por su plan. La confianza era un misterio para Fernando.

Lu sintió la tensión de sus músculos, pero lo besó en la espalda, el hombro y el cuello, acuciándolo a darse la vuelta. Se estiró a su lado, desplegando los miembros de un cuerpo que aquella mañana sentía distinto. Bajó la mano por la cálida piel de Fernando hasta su vientre y más abajo, hasta agarrar su erección matinal. Toda su vida había tenido miedo, pero con Fer no había de qué asustarse. Era perfecto en todos los sentidos.

En aquel punto era donde Fernando se giraba y acababa con la intimidad del momento. Pero en vez de hacerlo se quedó inmóvil, dejando que Lu lo explorase, sin pensar en nada más que en ella. Se giró, pero no quería abandonar la cama ni apartarse de ella. Lu lo besó en el pecho y bajó con la boca hasta su erección. Fer no aguantó más. La agarró y tiró de ella hacia arriba para penetrarla.

La noche anterior lo habían hecho con cuidado y ternura, pero en aquel momento se había apoderado de ellos un deseo desbocado, salvaje, que los instigaba a perder el control y fundirse en un furioso torbellino de sensaciones a cada cual más intensa.

Fernando sintió el orgasmo de Lu, empujó con fuerza y fue como si algo se hiciera pedazos dentro de él y entrara en un lugar desconocido. Oyó que ella gritaba su nombre y también él gritó el suyo.

Como un matrimonio, una pareja, un par de novios.

Era una palabra que jamás había empleado, pero en medio del mejor orgasmo de su vida tuvo claro su significado. Tan claro que pudo verlo, mientras sentía los violentos temblores de Lu cuando ella lo arrastró hacia el centro de su ser.

Se quedó dentro de ella hasta que cesaron las sacudidas, pero ni siquiera entonces se retiró.

Permaneció encima de ella unos instantes más, con sus manos en la espalda. Quería apartarse, levantarse, salir de allí. Aquella conexión lo estaba matando.

Tenía que romper el vínculo. Pero no lo hizo. Su cuerpo se negaba a obedecer y no podía sacarse a Lucero de la cabeza. Por tanto iba a tener que confiar en ella.

–Deberíamos levantarnos para desayunar –dijo ella–. ¿Cuándo nos marchamos?

–Dentro de un par de horas.

Lu le agarró la muñeca y miró su reloj.

–Mañana a esta hora estaré de vuelta en mi mesa –se quejó.

Tal vez no fuera tan difícil, pensó Fernando.

–¿Por qué no te tomas unos días libres? –le propuso–. Así podrías concentrarte en Rachael –la vio fruncir el ceño–. Y quedarte conmigo...

–¿Cómo dices?

–Vivir conmigo.

Lu se echó a reír.

–Lo digo en serio. Acabas de quejarte de...

–Solo ha sido un comentario sin ninguna intención, Fer. ¿Por qué me pides eso? Dentro de poco quizá me convierta en la tutora de...

El Diablo Se Viste De Colunga - Adaptación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora