Capítulo único

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Estar con Hannibal fue un reto desde el principio, Will lo sabía. Lidiar con él y sus impulsos, esa necesidad tan vital de matar y comer, esa ansiedad dentro de él que le llevaba a crear arte con los cuerpos y deleitarse con la sangre.

Estar con Hannibal era abandonarse a sí mismo, era dejar atrás todos sus paradigmas y esquemas, romper la brecha de lo que creía correcto, entregarse al lado más primitivo y oscuro dentro de él. Aquel que por años se le dijo que debía mantener controlado, que le daba pesadillas por las noches, sus ansias de comerse al mundo para crear arte de lo muerto, belleza en lo grotesco y elegancia en lo vulgar.

Porque Will sabía, muy profundo de él, que amaba todo aquello. La sangre y el escozor, el sentir deleite cuando sus puños ardían y apretaba una tráquea con fuerza, ver el rojo carmesí bañando sus ropas y el último aliento saliendo en vano de unos labios morados. Y sin embargo, le tuvo tanto miedo, al menos, hasta que Hannibal llegó.

Revolucionó su mundo, cambió cada parte de él y sin darse cuenta, le entregó el poder de su vida, cada latido, cada gota de sangre en su cuerpo era para él, sólo para él, para ese hombre que le eriza a la piel y le mostraba placeres hasta en la parte más sencilla del mundo.

Por eso, cuando despertó en aquella cama de hospital, sin hannibal a su lado, luego de haber caído por el precipicio donde él mismo los había lanzado, se rompió. Algo murió dentro de él, sin ser capaz de repararse de nuevo. Se lavó las heridas tanto como pudo, se auto consoló en una necesidad desesperada de sobrevivir a la separación, de no deshacerse entre el abandono.

Porque Will esperaba cualquier cosa, cualquier cosa de Hannibal, lo había lastimado como nadie en el mundo; le arrebató su hija, lo dejó ardiendo con la encefalitis, lo marcó para siempre... No obstante, estaba seguro como su nombre que Hannibal no sería capaz de dejarlo. No luego del beso compartido antes de la caída, no luego de su matanza conjunta donde el arte y la destrucción se mezclaron para dar vida a una danza instintiva donde dominaba la pasión y el desenfreno.

Pero hannibal no estaba más, se habia ido, lo había abandonado en ese estúpido hospital. Se había ido sin él, y Will apenas podía soportarlo.

Will no podía aguantarlo, era asfixiante, desgarrador y apenas y era capaz de comer capaz de comer, de levantarse de la cama.

Por ello, Will hizo lo que hizo. Por ello, mato y mato una y otra vez, asesino tanto como pudo, quitó vidas a diestra y siniestra y creó arte con los cuerpos con cuadros dignos del destripador. Porque matar era su forma de volver a conectar con Hannibal, siempre los unió la depravación, la matanza y la sangre. Romper huesos, tomar órganos, comer humanos. Nada le daba el mismo placer desde que Hannibal se fue.

Estaba siendo descuidado, Will lo sabía. No tardaría el FBI en pararse en su puerta, y Will estaba listo para ello, porque vivir sin hannibal se había vuelto insoportable.

"Me pregunto si uno de los dos sobreviviría a la separación" le había dicho Hannibal una vez, Will tenía su respuesta ahora.

La locura lo dominó y se entregó a la fantasía donde Hannibal y el aún existían, donde la taza de té no se había roto todavía.

No lo dejaron acercarse al cuerpo de Hannibal, se lo habían arrebatado de sus brazos en aquella playa, le arrancaron de sus fauces al amor de su vida como si no fuera nada. Como si Hannibal no le hubiera mostrado el verdadero placer de vivir.

Hannibal estaba ahí, lloviendo en una estúpida mesa de metal en una fría morgue y Will se escabulló, y se lo llevó, porque Hannibal le pertenecía, siempre lo había hecho.

Lo abrió en cuanto lo tuvo en la mesa de la casa de Hannibal, en aquella cocina donde tantas comidas habían compartido. Le abrió el pecho con las manos, era íntimo, cercano. Eludió la caja torácica, y llegó al corazón, arrancó con fuerza, lo tomó entre tus manos y lo miró con devoción y alabanza.

Y entonces, mordió.

Mordió, masticó y comió, crudo y amargo, la sangre le escurría por la comisura de la boca y las manos le temblaban ante el acto divino de consumir a su amante, de volverse uno.

Y una vez que hubo terminado. Que cada parte de hannibal estuvo dentro de él. Tomó el cuchillo y se cortó el estómago con fuerza y precisión, rehaciendo la herida que Hannibal le hizo hace tantos años.

Y murió en aquella cocina, como siempre debió de hacerlo.

Cuando miró de nuevo, estaba bajo aquella capilla en Palermo, vestido de blanco frente a Hannibal Lecter. Will, entonces, lo supo.

Por fin estaba en casa.

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⏰ Última actualización: Sep 07, 2023 ⏰

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